Por Leo Noli
04 Noviembre 2013
ACORRALADO. Carabajal intenta sacarse de encima la marca de un rival de Villa San Carlos. El volante estuvo muy solo.
Discutir la campaña de Atlético mirando la tabla de posiciones tiene título de pelotazo en contra. Los números avalan e invitan a soñar. Ahora, lo que sí tiene margen de charla hasta la medianoche es el rendimiento, la consistencia de un plantel cuya luz se va apagando a medida que los minutos corren. Atlético empieza cual locomotora sin frenos y termina como bicicleta sin ruedas. No avanza. Para repasar en limpio, los segundos tiempos suelen ser un tormento, un dolor de ojos. La táctica se destartalada y la ansiedad supera la poca o mucha cabeza que pueda haber en cancha.
Ayer pasó lo que no tenía que pasar. Ceder dos puntos ante el último cómodo del campeonato. Es más, resultaba hasta increíble pensar en un empate después del típico avance arrollador "decano". Malagueño golpeó con un remate cruzado al palo derecho de Sessa. El defensor contó con espacio y segundos para elegir dónde poner la pelota. Fue el 1-0 del desahogo, de la tranquilidad, podría decirse. Si Bien Calviño salvó rato antes el 1-0 de Gino Clara, Villa San Carlos no tenía mucho para ofrecer.
Entonces, por una cuestión natural de estados, daba la impresión que Atlético jugaba con 22 y San Carlos apenas con Sessa. Era de suponer que la goleada iba camino a gestarse. Luis Rodríguez dio margen de ello después de un gran cabezazo. Peinó un lindo córner de Montiglio y puso el 2-0 a los 30'. La fiesta era fiesta, porque Atlético, con 60 minutos por delante era el cómodo nuevo tercero del torneo. Y merecido lo tenía.
Pero como si se tratase de Noche de Brujas, Calviño metió la mano mal, bajó a Sarati antes del descanso y Villa San Carlos, el equipo que no tenía nada para ofrecer pero sí para regalar, descontaba: 1-2. Ese golpe electrocutó a futuro el complemento de Atlético. Pasó de golpeador a víctima. Regaló la ganancia. Y Kardansinski, el de apellido complicado, lo castigó con un misil tremendo y el 2-2. A esa altura, a los 83', hacía rato que el "decano" se había convertido en un simple estudiante.
Ayer pasó lo que no tenía que pasar. Ceder dos puntos ante el último cómodo del campeonato. Es más, resultaba hasta increíble pensar en un empate después del típico avance arrollador "decano". Malagueño golpeó con un remate cruzado al palo derecho de Sessa. El defensor contó con espacio y segundos para elegir dónde poner la pelota. Fue el 1-0 del desahogo, de la tranquilidad, podría decirse. Si Bien Calviño salvó rato antes el 1-0 de Gino Clara, Villa San Carlos no tenía mucho para ofrecer.
Entonces, por una cuestión natural de estados, daba la impresión que Atlético jugaba con 22 y San Carlos apenas con Sessa. Era de suponer que la goleada iba camino a gestarse. Luis Rodríguez dio margen de ello después de un gran cabezazo. Peinó un lindo córner de Montiglio y puso el 2-0 a los 30'. La fiesta era fiesta, porque Atlético, con 60 minutos por delante era el cómodo nuevo tercero del torneo. Y merecido lo tenía.
Pero como si se tratase de Noche de Brujas, Calviño metió la mano mal, bajó a Sarati antes del descanso y Villa San Carlos, el equipo que no tenía nada para ofrecer pero sí para regalar, descontaba: 1-2. Ese golpe electrocutó a futuro el complemento de Atlético. Pasó de golpeador a víctima. Regaló la ganancia. Y Kardansinski, el de apellido complicado, lo castigó con un misil tremendo y el 2-2. A esa altura, a los 83', hacía rato que el "decano" se había convertido en un simple estudiante.