Por Miguel Ángel Rouco
27 Octubre 2013
BUENOS AIRES.- En apenas un cuarto de hora, las expectativas quedaron dilucidadas. La reunión tuvo lugar en una importante torre de oficinas en Park Avenue. Allí, un grupo de prestigiosos inversores de Nueva York pusieron punto final a su idilio con la deuda soberana argentina. A pesar de los importantes rendimientos que generan esos títulos, el riesgo de incobrabilidad esta vez pesó más, a la hora de definir la estrategia de negocios. La conclusión a la que arribaron esos importantes hombres de negocios fue que la administración de Cristina Kirchner se encontraba en su punto más bajo. "Las cosas están empeorando. Es más, las cosas van a empeorar antes de mejorar. Es posible que hayamos visto nuevamente el fondo con la Argentina", se despachó Hans Humes, CEO del fondo de inversión Greylock Capital Management. Humes fue uno de los inversores que trabajaron en el comité de acreedores cuando se negociaron los canjes de 2005 y 2010. Durante años las relaciones mejoraron pero ahora Humes tiene una visión compleja cuando no pesimista sobre la deuda argentina.
El ejecutivo instruyó a su grupo de asesores a esperar a que se estabilicen las cosas: Humes se mostró poco atractivo a la idea de otros fondos puedan intervenir comprando la deuda en default que posee Paul Singer. Al lado, su delfín y socio el argentino Diego Ferro coincidía señalando que "no es fácil de implementar ese esquema, si bien a nivel teórico suena bien".
Ferro también ve casi imposible que se acepte fácilmente un cambio en las condiciones de los bonos.
Ahora el mercado está mirando más allá de la capacidad de pago de la Argentina. Los inversores están mirando si el gobierno de Cristina va a eludir los fallos de tribunales de Nueva York, lo que sería el final. En Wall Street, no obstante, creen que será muy difícil que la estrategia de Gramercy pueda terminar implementándose. Hay quienes deslizan que sólo le permite al Gobierno ganar tiempo y mejorar su perfil ante la Corte de EE.UU. Sin embargo, voceros de Singer han manifestado estar dispuestos a negociar con la Argentina. Esto podría derivar en un pago que el país debiera hacer a los fondos buitres, para terminar con el fantasma del default y los holdouts, a pesar de que ello conlleve una nueva modificación del relato oficial. Otros inversores son aún más pesimistas. "Nada ha cambiado en Argentina desde su reestructuración de 1992", dijo Jim Craige, gerente de Stone Harbor.
Todo lo que sigue dependerá de la voluntad de la administración Kirchner de querer negociar con los fondos buitres, ya que la estrategia que presentó Gramercy es no sólo difícil sino también con beneficios unilaterales. A esto se suman las dudas que tienen los inversores locales que se desprenden de los pesos para tomar activos dolarizados y luego fugarlos.
Para el establishment, el resultado electoral es una anécdota y poco tiene que ver con la debilidad y la vulnerabilidad que presenta la economía argentina. Los inversores están a la espera de medidas de tipo cambiario, fiscal, financiero y comerciales que le permitan al país navegar hasta 2015 en un océano sin turbulencias. Cualquiera que fuere el resultado de hoy, los hombres de negocios descuentan que el gobierno deberá tomar medidas de fondo para cambiar el rumbo económico, a menos que se quiera inmolar en una selva de inflación, default y crisis social.
El ejecutivo instruyó a su grupo de asesores a esperar a que se estabilicen las cosas: Humes se mostró poco atractivo a la idea de otros fondos puedan intervenir comprando la deuda en default que posee Paul Singer. Al lado, su delfín y socio el argentino Diego Ferro coincidía señalando que "no es fácil de implementar ese esquema, si bien a nivel teórico suena bien".
Ferro también ve casi imposible que se acepte fácilmente un cambio en las condiciones de los bonos.
Ahora el mercado está mirando más allá de la capacidad de pago de la Argentina. Los inversores están mirando si el gobierno de Cristina va a eludir los fallos de tribunales de Nueva York, lo que sería el final. En Wall Street, no obstante, creen que será muy difícil que la estrategia de Gramercy pueda terminar implementándose. Hay quienes deslizan que sólo le permite al Gobierno ganar tiempo y mejorar su perfil ante la Corte de EE.UU. Sin embargo, voceros de Singer han manifestado estar dispuestos a negociar con la Argentina. Esto podría derivar en un pago que el país debiera hacer a los fondos buitres, para terminar con el fantasma del default y los holdouts, a pesar de que ello conlleve una nueva modificación del relato oficial. Otros inversores son aún más pesimistas. "Nada ha cambiado en Argentina desde su reestructuración de 1992", dijo Jim Craige, gerente de Stone Harbor.
Todo lo que sigue dependerá de la voluntad de la administración Kirchner de querer negociar con los fondos buitres, ya que la estrategia que presentó Gramercy es no sólo difícil sino también con beneficios unilaterales. A esto se suman las dudas que tienen los inversores locales que se desprenden de los pesos para tomar activos dolarizados y luego fugarlos.
Para el establishment, el resultado electoral es una anécdota y poco tiene que ver con la debilidad y la vulnerabilidad que presenta la economía argentina. Los inversores están a la espera de medidas de tipo cambiario, fiscal, financiero y comerciales que le permitan al país navegar hasta 2015 en un océano sin turbulencias. Cualquiera que fuere el resultado de hoy, los hombres de negocios descuentan que el gobierno deberá tomar medidas de fondo para cambiar el rumbo económico, a menos que se quiera inmolar en una selva de inflación, default y crisis social.
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