"No me peguen, soy Giordano"

"No me peguen, soy Giordano"

Alperovich tiene demasiadas cosas en juego en los comicios y esa situación lo confunde. Cano mira a 2015 y ve que no tendrá a todos los que lo rodean en estos comicios. Las dificultades de igualar dichos con hechos.

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Los dirigentes alperovichistas están relajados. El mensaje que les llega desde las altas esferas es que están lo suficientemente arriba como para sostener las tres bancas de diputados que su sector pone en juego. La sempiterna fábula de la liebre y la tortuga debería ponerlos en alerta.

El Frente para la Victoria tiene un techo electoral en estos comicios -dos, según el estado de ánimo- y todos están convencidos de que no podrán superarlo. Ese tope es un 50% según los más entusiastas, o un 48%, según lo más realistas. En cambio, el Acuerdo Cívico y Social empezó con un 15% y no tiene techo después de haber duplicado ese porcentaje. El trabajo de ambos, en consecuencia, es inverso. Mientras uno trata de evitar que se le escapen los votos otenidos, y así conseguir que el resultado de los comicios del 27 lo beneficie con un 3 (bancas de diputados) a 1. El otro sector se desespera por sumar boletas para lograr el añorado 2 a 2, empate que implicaría la derrota del alperovichismo, aún ganando la votación.

El oficialismo ha encarado una campaña rarísima, con un candidato casi ausente que sólo aparece virtualmente o asoma los fines de semanas y con afiches de los cuales se ha esfumado el líder. Desde las paredes, los rostros juveniles de Juan Manzur y de Osvaldo Jaldo no piden que los voten sino que sigan adelante o que se disfruten buenos momentos, en épocas donde la inflación y sobre todo la inseguridad no transmiten exactamente esa sensación.

José Cano, en tanto, se desespera porque el tiempo avance más rápido que el reloj y propone un 2015 sin haber logrado el 2013. Está arriesgando demasiado cuando todavía no tiene seguro el 2-2. En cambio, Ricardo Bussi, quien podría ser parte del pasado, ha conseguido instalarse y sacarle ventaja a otros contendientes (algo que no se preveía en la largada de las PASO), porque enfocó claramente a su enemigo. Y, entre argucias, resoluciones judiciales y simples afiches anti-Kristina ha conseguido subirse al podio.

Cano es ahora, en octubre, la sumatoria de todos los que quieren ponerle un freno a Alperovich, pero eso le obliga a exhibir una identidad muy confusa: con contornos débiles y discursos donde lo más claro es la mezcla.

Alperovich presume con la gestión, pero hace un cóctel con su necesidad de mostrar que no necesita de las huestes de Domingo Amaya, con su preocupación por dejar a salvo su imagen y con la necesidad de cumplir con Cristina y llevarle la ofrenda de tres bancas como mínimo. Tantos ingredientes lo marean. Tal vez por eso dijo lo que dijo, al señalar a quienes lo querían castigar que no lo hicieran ahora sino en 2015. ¿Qué dijo? ¿Quiere que se postergue la condena? Sugirió que le peguen a sus principales herederos (Beatriz Rojkés, Osvaldo Jaldo, Juan Manzur, Domingo Amaya, Sergio Mansilla) y no a él? ¿Fue un simple acto fallido y una autoagresión? ¿Le dio la razón a Cano y sugirió un cambio para 2015?

El 26 de noviembre de 1995, el peluquero de la farándula Roberto Giordano fue atacado a la salida del superclásico, en su condición de simpatizante de Boca, por una patota de hinchas de River. Y no se le ocurrió otra frase para tratar de frenar a los agresores que decirles: "No me peguen, soy Giordano". En estos días, el gobernador reedita esa escena y plantea que lo tienen que votar ahora porque es Alperovich y, en todo caso, en 2015 él ya no va a estar. El poder es una construcción colectiva, donde el líder es una pieza más del rompecabezas. Alperovich, en 10 años de gestión, no ha podido darse cuenta.

Nombramientos

Hoy debuta la encuesta de LA GACETA realizada por Poliarquía Consultores. De ella se desprende que el estado de ánimo de los tucumanos está alterado por cuatro temas centrales: inseguridad, desocupación, corrupción e inflación. Sin dudas, los dos primeros ya eran sabidos por el oficialismo, que trata de manejar la agenda de esas preocupaciones. Sin embargo, se esfuerza por negar u obviar los otros dos. Por eso la oposición cabalga centralmente en las faltas éticas y morales, y en el aumento de billetes y la disminución de poder adquisitivo de la moneda.

Alperovich se ha encaprichado sistemáticamente en negar a como dé lugar cualquier denuncia, máxime si viene de la oposición. Tampoco ha prestado atención a las designaciones en el Estado: las engloba como necesarias para cubrir las expectativas de empleo de la población. Por eso no dijo nada cuando aparecen nombramientos con apellidos como Cortalezzi (Víctor Mariano) en la Dirección Provincial de Vialidad que conduce Raúl Basilio; o el de Basilio (María Paula) en la Caja Popular, cuyo interventor es Armando Cortalezzi. Son estas costumbres de intercambiar designaciones las que ayudan a afear gestiones. A fines del siglo pasado se repetía ese esquema entre el Tribunal de Cuentas y el Poder Judicial.

Las instituciones intermedias suelen contagiarse de algunas malas mañas oficiales y en lugar de convertirse en organismos rectores que ayudan a enderezar conductas, adoptan el vicio. El viernes a la noche, el Colegio de Abogados que tanto bregó para evitar las re-re consagró a Antonio Bustamante como consejero titular del Consejo Asesor de la Magistratura por tercera vez consecutiva. Ninguna ley le impedía postularse. Sin embargo, su ambición provocó un debilitamiento en su lista que apenas sacó 46 votos más que la de Raúl Moreno. Hubiera sido más sano ajustar su discurso a los hechos. Bustamente está orgulloso del CAM por el que supo pelear a brazo partido, pero podría evitar sentirse el padre de la criatura. Exactamente lo mismo le ocurre a Alperovich cuando confunde la cuestión de Estado con la propia. La necesidad de perpetuación no es un mal de funcionarios de hoy, ni de miembros del Colegio de Abogados: lo arrastran gremios y otros colegios profesionales también. Podría ocurrir que no se trate de una cuestión de egos, sino de la incapacidad de las instituciones para promover figuras de recambio o para formar cuadros. Y, de nuevo, cualquier parecido con la conducción de la provincia, no es casualidad.

Medio millón ad honorem

La oposición, que tiene en su agenda las cuestiones de corrupción y de faltas éticas, aguza su ingenio -y muchos ayudan a que así sea- en tiempos electorales. Es por eso que la fiscal Mercedes Carrizo tiene sobre su escritorio expedientes nuevos. El más llamativo es una denuncia por los gastos realizados durante la Convención Constituyente.

La reforma de la Constitución se hizo bajo la premisa de que sería ad honorem, pero según el poco tierno Enrique Romero el Ejecutivo destinó más de medio millón de pesos de entonces (2006) para cambiar la Carta Magna. Desde el oficialismo seguramente cargarán contra el insoportable vicio denunciador del dirigente peronista, pero poco dirán de la investigación que debe comenzar la Justicia.

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