María M. Lobo - Licenciada en comunicación, docente.
Ante todo una militante
Aunque ya los haya leído todos, en mi mesa de luz siempre hay dos o tres libros de Alice Munro. Cuando me recuesto a leer, mi hija de cuatro años suele pedirme que le preste "un libro de la Yeya". Se refiere a los de Alice Munro y a mi abuela porque es cierto: las dos se parecen mucho. Pero no adoro a esta autora por eso sino porque es, ante todo, una militante.
Ha escrito páginas y páginas para romper con aquello que se entiende por relato y con aquello que se supone que un lector hace con un libro. Su militancia es la de golpear las estructuras narrativas y las experiencias lectoras. No se puede leer a Munro sin sentir que vamos al peligro: porque aunque al parecer nos esté contando siempre lo mismo, ella golpea. Cambia el punto de vista, marca un detalle que revela, lleva la historia hacia lo impensado. Cuando nos damos cuenta de que Munro hizo un pase de magia, es demasiado tarde. Estamos en la historia que ella quiso contarnos.
Golpea porque nos hacemos preguntas. Sobre el destino, sobre el progreso del amor, la muerte, la crueldad, sobre las cárceles de las vidas. "Solemos decir que hay cosas que no se pueden perdonar, o que nunca podremos perdonarnos. Y sin embargo lo hacemos, lo hacemos todo el tiempo", dice al final de "Mi vida querida".
Munro golpea y no podemos escaparle, dejar de preguntarnos. Cuáles son esas cosas, por qué las hacemos, cómo es que nos perdonamos.