Las cenizas del fracaso
La buena noticia es que reaccionamos como sociedad ante el incendio en el cerro San Javier. La mala es que, desde hace mucho tiempo, sólo funcionamos así ante la tragedia. Ya sea de gran escala, como en este caso. Ya sea de orden individual, como cuando familias pobres excluidas del sistema se enfrentan a una situación límite, y aparecen entonces buenos samaritanos, tan anónimos como generosos, que dan la solución material que parecía inalcanzable. Igual, siguen siendo conductas frente a la desgracia. Valiosas, sin duda, porque tratan de reparar o de paliar un mal. Pero, en definitiva, siguen siendo reacciones para remediar. No para construir. Lo que denuncia que somos una sociedad de tejidos rotos, que necesitan ser reconstituidos, pero que ha perdido muchos de los elementos con los cuales aplicar esa curación.

No siempre fue así. Ni siquiera hace mucho.

De hecho, con cierta frecuencia aparecen fotos de ese pasado reciente. Son fotos de egresados de secundarios estatales se reúnen a festejar los 40 o los 50 años de la promoción. Y aparecen, acodados, el pequeño comerciante, el gran empresario, el empleado público, el profesional independiente, la ama de casa, el encumbrado funcionario, el productor rural y el magistrado. No están sonriendo para la cámara, sino que están asociados por un bien público: la escuela. Porque una sociedad es eso: personas asociadas por instituciones comunes.

El pobre mandaba a sus hijos a esas escuelas porque no podía pagar una cuota. El rico también los matriculaba allí, porque eran garantía de excelente calidad educativa. Y, aunque sea para los cumpleaños de los chicos, había un contacto social entre ambos sectores. O sea, se entramaban tejidos sociales diversos, que se prolongaban en el tiempo.

Cuando no existen esos bienes sociales que nos asocian, fracasamos como sociedad. El que quiera buena educación que la pague, fue la primera derrota. Siguió con la seguridad: el que quiera vivir seguro, que se aísle en un barrio cerrado. Nos quedan, aún, los hospitales: instituciones públicas que salvan por igual a ricos y pobres. Aunque, otra vez, el infortunio debe asomarse para llegar a esa instancia. 

Si podemos movilizarnos para dar pelea a la desgracia, también debiéramos hacerlo para reconstruirnos como sociedad. Para asociarnos. Para ser socios. Porque el cerro San Javier ha sido consumido por las llamas esta vez, pero en la provincia hay incendios sociales todos los días. Todo el día. Sus cenizas son nuestro fracaso como colectivo social.

Temas San Javier
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