Por Fernando Stanich
09 Septiembre 2013
El alperovichismo corre el riesgo de quedarse con sólo una de las cuatro bancas de diputados nacionales que se renovarán el 27 de octubre.
Desde la victoria con sabor a nada que tuvo en las PASO del 11 de agosto, el gobernador José Alperovich no esbozó ninguna reacción para enfrentar la revancha "por los puntos". Un par de asados con sus concejales y legisladores y ninguna muestra de acercamiento con el intendente Domingo Amaya fueron los únicos sacudones que provocó el mandatario. Hasta el cristinismo recalculó sus pasos sobre la marcha y se acomodó a las circunstancias: su candidato en Buenos Aires, Martín Insaurralde, habló de una baja en la edad de imputabilidad y reconoció la inflación. Pero Alperovich se muestra parsimonioso, dejando que todo fluya.
La súplica del mandamás consiste en que los suyos trabajen para conseguir 30.000 votos más. Hasta aquí, la única estrategia de Alperovich es superar el piso de 400.000 sufragios en octubre y, de esa manera, mantener los tres escaños que renueva el Frente para la Victoria. ¿Es posible? Difícil, porque no está claro de dónde provendrían esos votos que en agosto les fueron esquivos, y cuál es el plan para lograrlo. En la Casa de Gobierno aseguran que el impacto de la huelga amayista sólo les provocó una hemorragia de 13.600 votos en la capital. Suponiendo que sea así, tampoco se vislumbra una conciliación entre el amayismo y el alperovichismo que permita al oficialismo recuperar esos guarismos: ni siquiera un mimo le hizo el gobernador al intendente en el último mes.
La segunda lista del FpV recogió 22.000 boletas. Conjeturando que los sufragios hacia el equipo de Antonio Guerrero hayan sido votos conscientes, entonces esas adhesiones no volverán al alperovichismo, sino que se acomodarán en fila detrás del radical José Cano. En el oeste sucede algo más dramático, porque la sangría en ciudades como Yerba Buena, Famaillá, Monteros, Concepción y Aguilares obedece a una cuestión mucho más profunda que a un mal día de los punteros oficialistas. Contra esa realidad, el cada vez más enigmático Sergio Mansilla poco podrá hacer con las herramientas que conoce.
Si la tendencia se mantiene, como todo hace presagiar, es factible concluir que el alperovichismo llegó a su techo de votos en agosto y que el canismo tiene aún horizonte para crecer. Sencillamente, porque el radical se posicionó como el dirigente útil -en la coyuntura- para frenar la hegemonía familiar de Alperovich. Ergo, los sufragios de los tucumanos hastiados de la última década y de los peronistas -y amayistas- desencantados podrían acoplarse a este espacio.
De ser así, poco le costará al Acuerdo Cívico y Social rapiñarle la tercera banca de diputado al Gobierno: quedó a menos de 15.000 votos de esa proeza en el test del mes pasado. Después, ya con un Alperovich debilitado hacia 2015, sostener la unidad de todos los opositores será otro cantar. Pero la coyuntura marca que Cano hoy tiene el imán antialperovichista.
Suponiendo que esos pronósticos se cumplieran, el oficialismo obtendría dos diputados y el radicalismo los otros dos. Pero Alperovich podría quedarse con sólo uno. ¿Por qué Cristina habría de regalarle un escaño al gobernador en sus últimos dos años de gestión? No son pocos los que vaticinan que La Cámpora hará fuerzas para que su candidata, Mabel Carrizo (que en ese hipotético caso habrá quedado en la gatera), llegue a como dé lugar al Congreso. ¿Cuál sería el mecanismo? Un llamado de teléfono bastaría para que Alperovich pidiera a uno de los electos (Juan Manzur y Osvaldo Jaldo) que dejen la banca. El tranqueño lo haría gustoso. En el movimiento kirchnerista tucumano dan por sentado que, al menos ellos, no perderán.
Desde la victoria con sabor a nada que tuvo en las PASO del 11 de agosto, el gobernador José Alperovich no esbozó ninguna reacción para enfrentar la revancha "por los puntos". Un par de asados con sus concejales y legisladores y ninguna muestra de acercamiento con el intendente Domingo Amaya fueron los únicos sacudones que provocó el mandatario. Hasta el cristinismo recalculó sus pasos sobre la marcha y se acomodó a las circunstancias: su candidato en Buenos Aires, Martín Insaurralde, habló de una baja en la edad de imputabilidad y reconoció la inflación. Pero Alperovich se muestra parsimonioso, dejando que todo fluya.
La súplica del mandamás consiste en que los suyos trabajen para conseguir 30.000 votos más. Hasta aquí, la única estrategia de Alperovich es superar el piso de 400.000 sufragios en octubre y, de esa manera, mantener los tres escaños que renueva el Frente para la Victoria. ¿Es posible? Difícil, porque no está claro de dónde provendrían esos votos que en agosto les fueron esquivos, y cuál es el plan para lograrlo. En la Casa de Gobierno aseguran que el impacto de la huelga amayista sólo les provocó una hemorragia de 13.600 votos en la capital. Suponiendo que sea así, tampoco se vislumbra una conciliación entre el amayismo y el alperovichismo que permita al oficialismo recuperar esos guarismos: ni siquiera un mimo le hizo el gobernador al intendente en el último mes.
La segunda lista del FpV recogió 22.000 boletas. Conjeturando que los sufragios hacia el equipo de Antonio Guerrero hayan sido votos conscientes, entonces esas adhesiones no volverán al alperovichismo, sino que se acomodarán en fila detrás del radical José Cano. En el oeste sucede algo más dramático, porque la sangría en ciudades como Yerba Buena, Famaillá, Monteros, Concepción y Aguilares obedece a una cuestión mucho más profunda que a un mal día de los punteros oficialistas. Contra esa realidad, el cada vez más enigmático Sergio Mansilla poco podrá hacer con las herramientas que conoce.
Si la tendencia se mantiene, como todo hace presagiar, es factible concluir que el alperovichismo llegó a su techo de votos en agosto y que el canismo tiene aún horizonte para crecer. Sencillamente, porque el radical se posicionó como el dirigente útil -en la coyuntura- para frenar la hegemonía familiar de Alperovich. Ergo, los sufragios de los tucumanos hastiados de la última década y de los peronistas -y amayistas- desencantados podrían acoplarse a este espacio.
De ser así, poco le costará al Acuerdo Cívico y Social rapiñarle la tercera banca de diputado al Gobierno: quedó a menos de 15.000 votos de esa proeza en el test del mes pasado. Después, ya con un Alperovich debilitado hacia 2015, sostener la unidad de todos los opositores será otro cantar. Pero la coyuntura marca que Cano hoy tiene el imán antialperovichista.
Suponiendo que esos pronósticos se cumplieran, el oficialismo obtendría dos diputados y el radicalismo los otros dos. Pero Alperovich podría quedarse con sólo uno. ¿Por qué Cristina habría de regalarle un escaño al gobernador en sus últimos dos años de gestión? No son pocos los que vaticinan que La Cámpora hará fuerzas para que su candidata, Mabel Carrizo (que en ese hipotético caso habrá quedado en la gatera), llegue a como dé lugar al Congreso. ¿Cuál sería el mecanismo? Un llamado de teléfono bastaría para que Alperovich pidiera a uno de los electos (Juan Manzur y Osvaldo Jaldo) que dejen la banca. El tranqueño lo haría gustoso. En el movimiento kirchnerista tucumano dan por sentado que, al menos ellos, no perderán.