08 Septiembre 2013
BUENOS AIRES.- Entre hacer alta política junto al mar Báltico en la imperial San Petersburgo y transitar el barro del Conurbano, la presidenta de la Nación no lo pensó dos veces y se fue a Rusia a decirle sus verdades al mundo. Así, Cristina Fernández circuló de igual a igual entre figuras bien importantes del Grupo de los 20, destiló veneno contra Barack Obama, disfrutó de la dacha que le facilitó Vladimir Putin y le dio mucha letra al periodismo, demostrando una vez más que en las conferencias de prensa nadie muerde.
En la Argentina, en tanto, mientras los barones que habitan más allá de la General Paz estaban en pie de guerra para defender sus intendencias contra las colectoras de supuestos aliados, el kirchnerismo se enroscaba en una interna fenomenal por la seguridad bonaerense, entre sciolistas y progres.
Probablemente, Cristina planeó su viaje con la seria intención de convencer a sus pares que el problema de la deuda argentina era una cuestión de todos, por aquello de que le podía pasar a cualquiera. Sin embargo, se encontró con realidad sustancialmente diferente: los líderes mundiales estaban en otra cosa.
El encuentro no era ni el momento ni el lugar para hablar de un problema puntual como el de la deuda, algo que el resto del mundo ya arregló con cláusulas diferentes a las del canje argentino, porque una feroz contienda de características impensadas le está a punto de caer encima a la humanidad, a partir de la guerra civil en Siria. Era más que notorio para dónde iba a girar la Cumbre, salvo para el gobierno nacional.
Dos ministros, al menos, habían fallado en sus diagnósticos y dejaron que hasta último momento se dijera para consumo interno que para el G-20 era algo bien importante la cuestión de la deuda, a partir de la aureola de "pagadores seriales" que la Presidenta quería vender y que, al respecto, se iba a hacer alguna referencia en el documento final.
Por suerte, casi al pie del avión, alguien anotició a Cristina de cómo iba a ser la cosa de verdad en Rusia y ella tuvo la lucidez de dejar abajo del vuelo al ministro Hernán Lorenzino y al secretario de Finanzas, Adrián Cosentino, aunque la conmoción fue tal que el Gobierno tardó 14 horas para admitirlo, hasta que lo comunicó oficialmente a las 4 y media de la mañana del día siguiente, con excusas poco convincentes sobre las razones de la cancelación del viaje.
Es casi seguro que la Presidenta usó buena parte del trayecto para enderezar los argumentos que tenía en su cabeza y ya con un pie en Rusia lo primero que hizo fue admitir que ella creía que la crisis de Siria iba a "sobrevolar" sobre el G-20. Pero, además tragó saliva y blanqueó que la situación de los fondos-buitre no iba a ser abordado en la Cumbre: "Hubo una negativa aparentemente por parte de Estados Unidos a que se mencionaran específicamente en el documento final", deslizó.
Esa fue la primera referencia a quien fue, en los dos días posteriores, el principal blanco de Cristina: el presidente Barack Obama al que bombardeó con directas e indirectas en bizarros tuits o en sus charlas con la prensa, que llevó a cabo con la misma soltura que solía tener cuando era legisladora y aprovechaba la difusión. "Si lo ven a Obama por algún pasillo, búsquenlo y pregúntenle...", le pidió a los enviados argentinos que la consultaban sobre la referencia a los EE.UU. que ella había deslizado en la mismísima pista del aeropuerto.
Haberlo puesto al presidente de ese país en la cúspide de las críticas le permitió a la Presidenta pegarle a dos manos, ya que le pasó facturas por todo lo que andaba dando vueltas, se supone que para cobrarse de paso la cuenta de la negativa del gobierno estadounidense de presentarle a la Corte Suprema de ese país argumentos de apoyo a la Argentina en el caso de los holdouts. Esta decisión le hizo dar además un paso atrás a "madame (Christine) Lagarde" quien frenó la presentación del FMI, cuando ya había anunciado que lo haría, con la excusa de la "neutralidad" ante dos socios que tienen intereses encontrados.
Ante todas esas broncas, la Presidenta centró en Obama el presunto daño que su doble estándar le hace al multilateralismo y definió claramente que la Argentina, como la mayor parte de los países, apoyó en la Cumbre la no intervención de los Estados Unidos, Francia y Turquía. "Pretender que no haya más muertos provocando más muertos, resulta una paradoja o un ejercicio de cinismo", señaló Cristina en un tuit, subrayado con una calificación bien fuerte que pareció tener un solo destinatario.
Sin embargo, un punto gris le quedó a la Presidenta cuando, también ante la prensa, pareció minimizar la reciente muerte de miles de civiles y sobre todo de niños, con emanaciones de gas venenoso, con un argumento que aportó cifras que quizás merezcan algún tipo de aclaración de su parte. Así lo dijo: "A este momento hay 110.000 muertos aproximadamente y hace ya casi 2 años de lo que está pasando. Entonces, ¿por qué ahora la intervención y no antes? ¿O 100.000 muertos bajo la metralla, bajo bombas y misiles son menos valiosos que 50 ó 60 muertos con armas químicas?".
Para algunos observadores diplomáticos, la condescendencia de la Argentina tiene que ver con el acercamiento a Irán que facilitó en su momento el gobierno sirio de Bashar Al-Assad, acuerdo que actualmente parece congelado tras el despliegue casi obsesivo del Gobierno, que hizo votar una Ley de apuro para avanzar en la causa AMIA. Para el gobierno de Obama, la movida parece haber sido la gota que colmó el vaso en materia de alineamiento, como frutilla de un postre que incluyó los tironeos diplomáticos surgidos del caso del avión incautado en Ezeiza en febrero de 2011 y lo sucedido en la Cumbre de Mar del Plata anti-ALCA de 2005.
Por supuesto, que la clásica referencia a los limones tampoco faltó a la hora de criticar a los EE.UU. por su proteccionismo, en una Cumbre que se dio algún un espacio para presentar un documento crítico al respecto, aunque en relación a las prácticas de los países emergentes, incluidos la Argentina y Brasil, dupla que parece preferir someterse a la Organización Mundial de Comercio (OMC) antes que a las tensiones dentro del G-20.
Tras el periplo internacional, cuando la Presidenta aterrizó en Buenos Aires se encontró con varias novedades de mucho peso referidas a las elecciones legislativas del 27 de octubre y todas en línea con internas ideológicas del Frente para la Victoria, desmadradas algunas y con difícil pronóstico de resolución.
Esta columna ya había referido los notorios giros del Gobierno en varios temas para adaptarse al duro disciplinamiento que le impusieron las urnas, que se siente más duro aún cuando las dirigencias creen que son hegemónicas.
Con Cristina de viaje, sin conducción y casi como de desbande, esas volteretas de ocasión se convirtieron en más de un tropiezo para las huestes kirchneristas, sobre todo para los intendentes del Conurbano, quienes sienten que las listas de los aliados le van a restar votos donde ellos los necesitan, nada menos que en la composición de los Concejos Deliberantes, que necesitan leales para asegurar los dos años que les quedan de gobierno comunal sin posibilidad de destituciones a la vista.
Para contrarrestar esa posibilidad de fuga de votos, los jefes comunales amenazan al Gobierno con implementar el voto delivery: "Decime a quien querés votar, a Massa, a Stolbizer, a De Narváez o a Insaurralde y yo te llevo a tu casa la boleta armada". Nada de defender a Cristina, lo primero es lo primero.
Contra esa corriente de anguilas de la política nada en primer término Martín Insaurralde. En ese aspecto, tras algunos destapes sobre la inseguridad o la presencia interesada en el rating de los medios del enemigo, el primer candidato a diputado, tal como si fuera un miembro del Ejecutivo que pudiese resolver algo, hizo lo que se había previsto para completar el cartón del Bingo y salió a dibujar un comentario algo más lógico sobre la inflación.
Para qué, pobre Insaurralde, de inmediato se lo comió la interna desde otro lado, cuando el actual intendente de Lomas de Zamora quedó escrachado por un allegado a Guillermo Moreno, quien lo presentó como un delincuente, como un ex recaudador de las coimas que los capitalistas de juego de su partido le habrían hecho llegar en otros tiempos a las autoridades de la Lotería provincial para que no salieran los números más jugados.
Disciplinado, un par de días después el candidato se metió otra vez en aguas demasiado agitadas cuando prometió presentar en Diputados un proyecto de ley, en línea con el giro del gobierno bonaerense en materia de seguridad, para bajar la edad de imputabilidad de los menores, un tema que ya tuvo media sanción del Senado en 2009 y que fue a dormir el sueño de los justos acunado por los campeones del garantismo que se enseñoreaban por entonces en el Gobierno.
De mandadero presidencial en temas institucionales, ya que sin la venia de Cristina las palabras inflación e inseguridad no se pueden pronunciar, ahora lo acusan a Insaurralde de todos lados de haberse "sciolizado".
En la Argentina, en tanto, mientras los barones que habitan más allá de la General Paz estaban en pie de guerra para defender sus intendencias contra las colectoras de supuestos aliados, el kirchnerismo se enroscaba en una interna fenomenal por la seguridad bonaerense, entre sciolistas y progres.
Probablemente, Cristina planeó su viaje con la seria intención de convencer a sus pares que el problema de la deuda argentina era una cuestión de todos, por aquello de que le podía pasar a cualquiera. Sin embargo, se encontró con realidad sustancialmente diferente: los líderes mundiales estaban en otra cosa.
El encuentro no era ni el momento ni el lugar para hablar de un problema puntual como el de la deuda, algo que el resto del mundo ya arregló con cláusulas diferentes a las del canje argentino, porque una feroz contienda de características impensadas le está a punto de caer encima a la humanidad, a partir de la guerra civil en Siria. Era más que notorio para dónde iba a girar la Cumbre, salvo para el gobierno nacional.
Dos ministros, al menos, habían fallado en sus diagnósticos y dejaron que hasta último momento se dijera para consumo interno que para el G-20 era algo bien importante la cuestión de la deuda, a partir de la aureola de "pagadores seriales" que la Presidenta quería vender y que, al respecto, se iba a hacer alguna referencia en el documento final.
Por suerte, casi al pie del avión, alguien anotició a Cristina de cómo iba a ser la cosa de verdad en Rusia y ella tuvo la lucidez de dejar abajo del vuelo al ministro Hernán Lorenzino y al secretario de Finanzas, Adrián Cosentino, aunque la conmoción fue tal que el Gobierno tardó 14 horas para admitirlo, hasta que lo comunicó oficialmente a las 4 y media de la mañana del día siguiente, con excusas poco convincentes sobre las razones de la cancelación del viaje.
Es casi seguro que la Presidenta usó buena parte del trayecto para enderezar los argumentos que tenía en su cabeza y ya con un pie en Rusia lo primero que hizo fue admitir que ella creía que la crisis de Siria iba a "sobrevolar" sobre el G-20. Pero, además tragó saliva y blanqueó que la situación de los fondos-buitre no iba a ser abordado en la Cumbre: "Hubo una negativa aparentemente por parte de Estados Unidos a que se mencionaran específicamente en el documento final", deslizó.
Esa fue la primera referencia a quien fue, en los dos días posteriores, el principal blanco de Cristina: el presidente Barack Obama al que bombardeó con directas e indirectas en bizarros tuits o en sus charlas con la prensa, que llevó a cabo con la misma soltura que solía tener cuando era legisladora y aprovechaba la difusión. "Si lo ven a Obama por algún pasillo, búsquenlo y pregúntenle...", le pidió a los enviados argentinos que la consultaban sobre la referencia a los EE.UU. que ella había deslizado en la mismísima pista del aeropuerto.
Haberlo puesto al presidente de ese país en la cúspide de las críticas le permitió a la Presidenta pegarle a dos manos, ya que le pasó facturas por todo lo que andaba dando vueltas, se supone que para cobrarse de paso la cuenta de la negativa del gobierno estadounidense de presentarle a la Corte Suprema de ese país argumentos de apoyo a la Argentina en el caso de los holdouts. Esta decisión le hizo dar además un paso atrás a "madame (Christine) Lagarde" quien frenó la presentación del FMI, cuando ya había anunciado que lo haría, con la excusa de la "neutralidad" ante dos socios que tienen intereses encontrados.
Ante todas esas broncas, la Presidenta centró en Obama el presunto daño que su doble estándar le hace al multilateralismo y definió claramente que la Argentina, como la mayor parte de los países, apoyó en la Cumbre la no intervención de los Estados Unidos, Francia y Turquía. "Pretender que no haya más muertos provocando más muertos, resulta una paradoja o un ejercicio de cinismo", señaló Cristina en un tuit, subrayado con una calificación bien fuerte que pareció tener un solo destinatario.
Sin embargo, un punto gris le quedó a la Presidenta cuando, también ante la prensa, pareció minimizar la reciente muerte de miles de civiles y sobre todo de niños, con emanaciones de gas venenoso, con un argumento que aportó cifras que quizás merezcan algún tipo de aclaración de su parte. Así lo dijo: "A este momento hay 110.000 muertos aproximadamente y hace ya casi 2 años de lo que está pasando. Entonces, ¿por qué ahora la intervención y no antes? ¿O 100.000 muertos bajo la metralla, bajo bombas y misiles son menos valiosos que 50 ó 60 muertos con armas químicas?".
Para algunos observadores diplomáticos, la condescendencia de la Argentina tiene que ver con el acercamiento a Irán que facilitó en su momento el gobierno sirio de Bashar Al-Assad, acuerdo que actualmente parece congelado tras el despliegue casi obsesivo del Gobierno, que hizo votar una Ley de apuro para avanzar en la causa AMIA. Para el gobierno de Obama, la movida parece haber sido la gota que colmó el vaso en materia de alineamiento, como frutilla de un postre que incluyó los tironeos diplomáticos surgidos del caso del avión incautado en Ezeiza en febrero de 2011 y lo sucedido en la Cumbre de Mar del Plata anti-ALCA de 2005.
Por supuesto, que la clásica referencia a los limones tampoco faltó a la hora de criticar a los EE.UU. por su proteccionismo, en una Cumbre que se dio algún un espacio para presentar un documento crítico al respecto, aunque en relación a las prácticas de los países emergentes, incluidos la Argentina y Brasil, dupla que parece preferir someterse a la Organización Mundial de Comercio (OMC) antes que a las tensiones dentro del G-20.
Tras el periplo internacional, cuando la Presidenta aterrizó en Buenos Aires se encontró con varias novedades de mucho peso referidas a las elecciones legislativas del 27 de octubre y todas en línea con internas ideológicas del Frente para la Victoria, desmadradas algunas y con difícil pronóstico de resolución.
Esta columna ya había referido los notorios giros del Gobierno en varios temas para adaptarse al duro disciplinamiento que le impusieron las urnas, que se siente más duro aún cuando las dirigencias creen que son hegemónicas.
Con Cristina de viaje, sin conducción y casi como de desbande, esas volteretas de ocasión se convirtieron en más de un tropiezo para las huestes kirchneristas, sobre todo para los intendentes del Conurbano, quienes sienten que las listas de los aliados le van a restar votos donde ellos los necesitan, nada menos que en la composición de los Concejos Deliberantes, que necesitan leales para asegurar los dos años que les quedan de gobierno comunal sin posibilidad de destituciones a la vista.
Para contrarrestar esa posibilidad de fuga de votos, los jefes comunales amenazan al Gobierno con implementar el voto delivery: "Decime a quien querés votar, a Massa, a Stolbizer, a De Narváez o a Insaurralde y yo te llevo a tu casa la boleta armada". Nada de defender a Cristina, lo primero es lo primero.
Contra esa corriente de anguilas de la política nada en primer término Martín Insaurralde. En ese aspecto, tras algunos destapes sobre la inseguridad o la presencia interesada en el rating de los medios del enemigo, el primer candidato a diputado, tal como si fuera un miembro del Ejecutivo que pudiese resolver algo, hizo lo que se había previsto para completar el cartón del Bingo y salió a dibujar un comentario algo más lógico sobre la inflación.
Para qué, pobre Insaurralde, de inmediato se lo comió la interna desde otro lado, cuando el actual intendente de Lomas de Zamora quedó escrachado por un allegado a Guillermo Moreno, quien lo presentó como un delincuente, como un ex recaudador de las coimas que los capitalistas de juego de su partido le habrían hecho llegar en otros tiempos a las autoridades de la Lotería provincial para que no salieran los números más jugados.
Disciplinado, un par de días después el candidato se metió otra vez en aguas demasiado agitadas cuando prometió presentar en Diputados un proyecto de ley, en línea con el giro del gobierno bonaerense en materia de seguridad, para bajar la edad de imputabilidad de los menores, un tema que ya tuvo media sanción del Senado en 2009 y que fue a dormir el sueño de los justos acunado por los campeones del garantismo que se enseñoreaban por entonces en el Gobierno.
De mandadero presidencial en temas institucionales, ya que sin la venia de Cristina las palabras inflación e inseguridad no se pueden pronunciar, ahora lo acusan a Insaurralde de todos lados de haberse "sciolizado".
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