Las asesinas del río Dulce

Las asesinas del río Dulce

Las tarariras, capturadas con equipo de mosca, generan un espectáculo único que todos merecen probar.

TODO UN SHOW. Una de las tarariras que salieron pescando en el Dulce. LA GACETA / FOTOS DE GUSTAVO RODRIGUEZ TODO UN SHOW. Una de las tarariras que salieron pescando en el Dulce. LA GACETA / FOTOS DE GUSTAVO RODRIGUEZ
06 Septiembre 2013
El biólogo Jeremy Wade, conductor del mundialmente conocido ciclo televisivo Monstruos de Río, llegaría a ese lugar del Dulce con el guión casi listo. Después de estudiar el libreto varias veces, diría de memoria que se trata de una tierra agreste, donde los rayos del sol destruyen la resistencia de hasta el pescador más duro. También comentaría que allí habitan unas tarariras asesinas. Buscaría el testimonio de algún termense que le confirme el ataque de esta especie a un humano o pruebas de que se alimentan de los chivos y chanchos que bajan al lecho a tomar agua. Lo más probable es que no pueda cumplir con esa misión, pero no hay dudas de que descubrirá con su caña la fiereza de las bestias que nadan por la zona.

El lugar donde estas se encuentran no tiene nombre o, al menos, ningún habitante de esa zona le conoce alguno ni tampoco se anima a bautizarlo. Simplemente levantan los hombros en señal de ignorancia. Está a unos 30 kilómetros del puente de Termas de Río Hondo río abajo, pasando por otros conocidos sitios pesqueros como el Niño Dios, el Churqui y Vaca Empantanada. Se llega por un camino irregular que, en tiempo de sequía es transitable, pero ante la menor lluvia se transformará un pantano casi imposible de transitar en un vehículo bajo y de tracción simple.

Condiciones especiales
El río, en este sector, tiene algunas particularidades. Es ancho, con largas correderas, y de poca profundidad. Por eso es común observar a los furtivos del lugar recorrerlo a borde de canoas arrojando artesanalmente las redes con la que intentan capturar sábalos, bogas y dorados. Los tamaños no importan, sí capturar la mayor cantidad de piezas para venderlas en los restaurantes o a los mayoristas que las comercializan en otro lados.

Pero hay lugares que están a salvo de la mano dañina del hombre. Cada desborde del lecho -por la crisis hídrica son menos- genera lagunas que se comunican con el río a través de brazos de aguas cristalinas. Esos pequeños pozos, en estos momentos, están tapados por pequeños camalotes y distintas clases de algas que aparentan ser como delicadas alfombras verdes montadas sobre el agua.

Allí mismo se encuentran estas tarariras, animales propios de aguas templadas a cálidas, tranquilas y con muy poca corriente. Las taruchas -como vulgarmente suele llamárselas- son sedentarias, cazadoras voraces, capaces de comer cualquier pez que se anime a invadir su territorio, insectos, pajaritos y hasta pequeños roedores incautos que eligen esa cobertura natural para cruzar de una orilla a la otra.

¿Se puede pescar allí? Por supuesto, utilizando cucharas con antienganches o señuelos de flote, aunque los mejores resultados se los consiguen pescando con mosca. Justamente, en esta oportunidad se optó por el fly cast como sistema para tentarlas, ya que hasta a un monje tibeteano se le acabaría la paciencia limpiando una y otra vez los artificiales que regresan a la orilla cubiertas de algas.

"Todavía no están muy activas porque la temperatura del agua no es la apropiada. Por eso la tenemos que buscar en los lugares menos profundos, ya que el agua allí es más caliente y pueden alimentarse sin hacer mucho esfuerzo", explica Alejandro Trejo, especialista en la materia y guía circunstancial. Sus acompañantes, incrédulos, sólo atinan a escucharlo. Explica que los tiros deben hacerse sobre ese manto lleno de color esperanza.

Y así arrancan. La línea va moviéndose de atrás hacia delante, cortando el viento como si fuera un cuchillo filoso. La mosca comienza a surcar el agua, pero los primeros resultados no son los esperados. Los camalotes y el enlame ensucian los señuelos que se asemejan a roedores. Los artificiales de este tipo no pueden ser usados en estas circunstancias, ya que las plumas y los anzuelos de tamaño más importantes arrastran esos elementos verdes. No queda otra que seguir buscando alternativa para tener éxito.

"Usemos las AT Puping Closed, podremos conseguir mejores resultados", recomienda Trejo. Y no se equivoca. Esas moscas, de diferentes tamaños, son especiales para este tipo de pesca, ya que navega sin problemas en los pantanos y no arrastra las algas que están en el lugar.

Sacar el tiro justo y recoger el artificial de manera lenta y en el mayor de los silencio para evitar espantar a las bestias, además de ansiedad, produce dibujos de trazos finos sobre ese finísimo manto verde. Se trata de un espectáculo único, cargado de emoción y sabor de aventura.

De pronto, una explosión en el agua rompe en mil pedazos toda la paz. La tarucha salta, con firmeza y voracidad. Toma la mosca y comienza la lucha, que para los pescadores inexpertos, ya que no es fácil . La caña, liviana y flexible, se dobla hasta no poder más. Es una prueba contundente de que la lucha recién comienza. Después viene el segundo round: tratar de sacarla del agua ante tantos obstáculos naturales. Esta escena se repite una y otra vez durante la tarde.

"Falta un poco más de calor para que salgan de las cuevas que tienen debajo del agua. Cuando lo hagan, habrá más piques y serán muchos más feroces", pronostica el especialista. Y quizás hasta Jeremy se tiente con tanta promesa de acción.

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