Aún con el color del verano europeo en su piel (su hija Florencia Cecilia se casó hace unos días en Holanda), Mario Giri se deja ver activo, dinámico, locuaz. Uno de los mejores bochófilos del país, elegido en una encuesta de una revista especializada como el mejor arrimador de Argentina, guarda con orgullo, a los 63 años, un pasado de gloria deportiva. Con más de 50 como jugador y una cifra superior a 300 premios provinciales, nacionales o internacionales en su haber, es parte de una rica historia de un deporte que cada día gana más adeptos.
- ¿Qué cosas le producen orgullo de su carrera?
- Haber jugado hasta 2008 más de 300 torneos, haber ganado varios muy importantes y haber conocido varios países por el deporte. Incluso, haber sido elegido en una encuesta nacional como el mejor arrimador, aún por encima de un grande, "El Nene" Arce, de Buenos Aires. Pero, para ser sincero, el mejor triunfo de todos es haber cosechado tantos amigos.
-¿Disfruta mucho de esa situación?
- Por supuesto. Cuando hago un viaje por otra provincia, siempre encuentro un amigo, en un bar, o un hotel y nos ponemos a charlar. Eso me hace sentir muy bien.
- ¿Cómo es eso de haber sido un ganador en distintas décadas?
- Tuve la oportunidad de ganar un Argentino en los '70, '80, '90 y 2000. O sea, no fue que tenía una rachita y ya está. Lo mejor me pasó entre los 30 y los 40 años, cuando adquirí la madurez deportiva. Tenía todo el aplomo para poder jugar un deporte que exige mucha concentración.
- Sus conquistas dieron mucho que hablar...
- En Tercetos gané el Argentino en dos oportunidades, mientras que en Parejas fui campeón tres veces junto a Alberto Silva. Con "Beto", que es otro grande del deporte blanco, logramos el título en 2006 y 2008 del Torneo Internacional en Ceres (Santa Fe). Recuerdo que les ganamos a los campeones del mundo, que eran de Brasil. También fueron importantes los títulos de 2004/05, en Cosquín, donde se jugaba, el torneo Estrella, con los mejores 16 de Argentina. Además me es grato recordar que en Jujuy, en 1976, comenzó mi cosecha nacional. Y un recuerdo imborrable es haberme consagrado campeón Sudamericano en 1984, en Lima (Perú), como integrante del equipo nacional. Todavía me acuerdo que llegué a ganarle incluso al brasileño Gauchino, que era considerado el Pelé de las bochas.
- ¿Extraña los argentinos?
- Hace cinco años que no los juego. Y no lo hago para no dar ventajas, sobre todo físicas. Tengo problemas de vista, uso dos pares de anteojos, es muy incómodo jugar de esa forma.
- ¿Por qué piensa que hizo carrera en las bochas?
- Yo no jugué ni para ser famoso, ni para ganar dinero, o ni para que se me reconozca. Lo hice desde el inicio porque me gustaba.
- ¿Y cómo fueron esos comienzos?
- Me enseñó a hacerlo un cantinero del club Las Provincias. Yo tenía 10 años, volvía de la escuela y en vez de jugar a las bolillas, lo hacía con las bochas. Un día, él nos descubrió jugando a mí y a unos amigos, y salimos corriendo, pensando que nos iba a retar. Pero Don Costa nos llamó y nos enseñó cómo se juega. Después llegaron los mayores, nos dieron más lecciones, nos dejaron jugar en las divisiones y eso fue una cosa muy linda. Y no abandoné más al deporte. Pero nunca imaginé que iba a llegar a tanto. A los 16 años pasé a Atlético, donde jugué con "Cacho" D'Amato y Pedro Noli, hasta los 21 años. Luego representé a Gath y Chaves, Amalia y, desde hace muchos años, a El Águila. En el medio, no puedo olvidar que a los 19 jugué mi primer Argentino en Villa María, logrando llegar a los cuartos de final.
- ¿Tiene cosas pendientes?
- No haberme recibido de contador (me faltaron seis materias). También, no haberme coronado campeón argentino en Individuales.
-¿Y cómo le fue con su vida laboral y particular?
- No pude terminar la carrera de contador por razones laborales. Mis hijos siempre me lo reclamaron. Pero yo estaba trabajando en el Banco Provincia, en cargos gerenciales, tarea que hice por 25 años. Todos mis chicos siguieron su camino con menos carga: Mario Luciano es músico, Ezequiel Eduardo está por recibirse de ingeniero químico, Florencia es profesora de inglés y español en Holanda, pero también sabe portugués. Todos tienen la ciudadanía italiana, menos yo, más allá que soy descendiente. La sacaron por mi esposa, Beatriz Catalina, cuya familia es de Salerno. En suma, la pasé bien, no me puedo quejar. Creo que no me guardé nada.