03 Septiembre 2013
LA HORA MÁS ALEGRE. Los chicos de la Escuela Monteagudo esperan ansias que llegue el viernes para reencontrarse con sus amigos, los payasores. LA GACETA / FOTOS DE DIEGO ARAOZ
Ni payaso ni profesor, sino payasor. Una mezcla divertida, que define a un personaje "con onda", que enseña con alegría, que te hacer reír sin faltarle el respeto y te invita a ser creativo y a compartir con los demás. Los payasores se adueñan de las aulas de la escuela Monteagudo cada viernes, en la primera hora del turno tarde. Por eso, ese día, en 1°, 2 ° y 3° grado hay asistencia perfecta. Apenas entran al grado, los chicos chillan sus nombres hasta hacerles zumbar los oídos: ¡Tapita!, ¡Pinturita! ¡Colorín! ¡Flancito! ¡Cornetita! ¡Arco Iris"... Y corren a abrazarlos y a colgárseles del cuello.
Los payasores son un invento tucumano, que surgió entre los voluntarios de la Fundación León. "A imitación de lo que ocurre con el payamédico en el hospital, este personaje, el payasor, hace que sea más divertido ir a la escuela", explica la psicóloga Elena Albarracín. "Se nos ocurrió una vez que veníamos de dar una actividad en el barrio Juan XXIII. Al principio hablábamos de payaeducadores, pero después a Gabriel, otro voluntario, se le ocurrió que debían ser payasores, y así quedó", cuenta una voluntaria, la salteña Zahida Flores, estudiante de Psicología.
Los payasos van con delantales "tuneados" de todos colores; se pintan corazones en las mejillas, usan bolsillos floreados y pelucas multicolores. Algunos llevan zapatos colorinches, otros anteojos enormes y sombreros divertidos, pero siempre con la nariz roja característica.
"A ver, ¿cómo se ríen las vocales?" pregunta una payasita muy cantarina, mientras va señalando las letras escritas en el pizarrón. Los chicos las leen una por una y contestan a coro: la "a" se ríe ja, ja, ja, ja ... La "e": je, je, je, je ... La "i": ji, ji, ji, ji... .Cada vez que nombran una vocal se apoyan sobre los labios una sonrisa de cartulina roja pegada en la punta de un palito de madera. Los payasos les repartieron uno a cada chico.
De los 25 voluntarios del programa Dafna, al que pertenecen los payasores, varios tienen entre 15 y 17 años; todavía van al secundario. "Me enteré por facebook de la propuesta. Me inscribí en el taller e inventé mi propio personaje", cuenta entusiasmada Lourdes Gimeno, de 16 años, alumna del colegio del Huerto. "Me gusta sacarle una sonrisa a los chicos, yo lo disfruto muchísimo", confiesa la joven. La mayoría de los voluntarios son alumnos universitarios o terciarios. Romina Rojas estudia fonoaudiología y educación especial. Libera a un niño discapacitado de su andador y lo sostiene mientras él se divierte y aplaude.
Los payasores han tomado clases de clown, risoterapia y danza bajo el concepto de resiliencia, explica Elena Albarracín. Los martes se reúnen para organizar las jornadas de los viernes en las escuelas, cuenta. Las actividades arrancaron en junio y desde entonces cada clase es una maratón de entretenimientos. "Cada semana trabajamos un tema. Hacemos juegos para elevar la autoestima de los chicos y reforzar la autoridad del maestro", afirma. "Para el Día del Maestro y del Día del Estudiante pensamos hacer algo grande, lo estamos preparando", se entusiasma.
"Una vez, los chicos no se portaron muy bien que digamos, y les dijimos que nos teníamos que ir. Ellos se pusieron muy tristes. Entonces, les propusimos que escriban una carta a nuestra coordinadora pidiéndole que nos quedemos. De paso, les enseñábamos a valorar y a cuidar lo que tienen. ¡Las cartas eran maravillosas y llenas de dibujos", recuerda Francisco Augier, Chicho para los chicos, vestido con delantal azul, gorra y peluca.
Mientras está hablando, se acerca Tomás, un niño de siete años, y le entrega un dibujo: "¡sos vos!", le dice con timidez. Ahí estaba Chicho, con su delantal azul, sus pelos enrulados y su gorrita divertida. Marcela Villagra, la vicedirectora de la escuela, no tiene más que palabras de elogio hacia los payasores. "Ellos enseñan valores a los niños como la solidaridad y la empatía", remarca.
El tiempo pasa volando cuando están los payasores. En segundo grado los chicos cantan y dibujan con lápices de todos colores las distintas consignas. En tercero, los chicos juegan a ser titiriteros y sus compañeros, títeres que se mueven para un lado y para el otro. El resto de los niños oficia de público y aplaude a rabiar cada sketch que improvisan. De paso, incentivan su creatividad, el compañerismo y la expresividad. Todo entre juegos y risas.
Los payasores son un invento tucumano, que surgió entre los voluntarios de la Fundación León. "A imitación de lo que ocurre con el payamédico en el hospital, este personaje, el payasor, hace que sea más divertido ir a la escuela", explica la psicóloga Elena Albarracín. "Se nos ocurrió una vez que veníamos de dar una actividad en el barrio Juan XXIII. Al principio hablábamos de payaeducadores, pero después a Gabriel, otro voluntario, se le ocurrió que debían ser payasores, y así quedó", cuenta una voluntaria, la salteña Zahida Flores, estudiante de Psicología.
Los payasos van con delantales "tuneados" de todos colores; se pintan corazones en las mejillas, usan bolsillos floreados y pelucas multicolores. Algunos llevan zapatos colorinches, otros anteojos enormes y sombreros divertidos, pero siempre con la nariz roja característica.
"A ver, ¿cómo se ríen las vocales?" pregunta una payasita muy cantarina, mientras va señalando las letras escritas en el pizarrón. Los chicos las leen una por una y contestan a coro: la "a" se ríe ja, ja, ja, ja ... La "e": je, je, je, je ... La "i": ji, ji, ji, ji... .Cada vez que nombran una vocal se apoyan sobre los labios una sonrisa de cartulina roja pegada en la punta de un palito de madera. Los payasos les repartieron uno a cada chico.
De los 25 voluntarios del programa Dafna, al que pertenecen los payasores, varios tienen entre 15 y 17 años; todavía van al secundario. "Me enteré por facebook de la propuesta. Me inscribí en el taller e inventé mi propio personaje", cuenta entusiasmada Lourdes Gimeno, de 16 años, alumna del colegio del Huerto. "Me gusta sacarle una sonrisa a los chicos, yo lo disfruto muchísimo", confiesa la joven. La mayoría de los voluntarios son alumnos universitarios o terciarios. Romina Rojas estudia fonoaudiología y educación especial. Libera a un niño discapacitado de su andador y lo sostiene mientras él se divierte y aplaude.
Los payasores han tomado clases de clown, risoterapia y danza bajo el concepto de resiliencia, explica Elena Albarracín. Los martes se reúnen para organizar las jornadas de los viernes en las escuelas, cuenta. Las actividades arrancaron en junio y desde entonces cada clase es una maratón de entretenimientos. "Cada semana trabajamos un tema. Hacemos juegos para elevar la autoestima de los chicos y reforzar la autoridad del maestro", afirma. "Para el Día del Maestro y del Día del Estudiante pensamos hacer algo grande, lo estamos preparando", se entusiasma.
"Una vez, los chicos no se portaron muy bien que digamos, y les dijimos que nos teníamos que ir. Ellos se pusieron muy tristes. Entonces, les propusimos que escriban una carta a nuestra coordinadora pidiéndole que nos quedemos. De paso, les enseñábamos a valorar y a cuidar lo que tienen. ¡Las cartas eran maravillosas y llenas de dibujos", recuerda Francisco Augier, Chicho para los chicos, vestido con delantal azul, gorra y peluca.
Mientras está hablando, se acerca Tomás, un niño de siete años, y le entrega un dibujo: "¡sos vos!", le dice con timidez. Ahí estaba Chicho, con su delantal azul, sus pelos enrulados y su gorrita divertida. Marcela Villagra, la vicedirectora de la escuela, no tiene más que palabras de elogio hacia los payasores. "Ellos enseñan valores a los niños como la solidaridad y la empatía", remarca.
El tiempo pasa volando cuando están los payasores. En segundo grado los chicos cantan y dibujan con lápices de todos colores las distintas consignas. En tercero, los chicos juegan a ser titiriteros y sus compañeros, títeres que se mueven para un lado y para el otro. El resto de los niños oficia de público y aplaude a rabiar cada sketch que improvisan. De paso, incentivan su creatividad, el compañerismo y la expresividad. Todo entre juegos y risas.