No hay tabúes ni hipocresías que se resistan a Palahniuk

No hay tabúes ni hipocresías que se resistan a Palahniuk

Irónico e implacable, promete a sus fans mantener el ritmo de una novela por año.

03 Septiembre 2013
En el Infierno no te puedes ni dar la vuelta sin chocarte con alguien importante: Marilyn Monroe o Gengis Kan, Clarence Darrow o Caín, James Dean, Susan Sontag, River Phoenix, Kurt Cobain. Para ser sinceros, la población residente parece la lista de invitados de una fiesta que haría correrse de gusto a mis padres. Rudolf Nureyev, John F. Kennedy, Frank Sinatra y Ava Gardner. John Lennon y Jimi Hendrix y Jim Morrison y Janis Joplin. Un festival de Woodstock permanente.

La narradora es Madison Spencer, hija adolescente de un millonario y de una estrella de Hollywood que acaba de morir a causa de una sobredosis y relata sus experiencias desde el inframundo. La voz de Madison es la que emplea Chuck Palahniuk para descargar su implacable y corrosivo análisis de la sociedad estadounidense, el mismo que recorre su prolífica producción. La novela -fresquita en los anaqueles tucumanos- se llama "Condenada".

Como casi todas las creaturas de Palahniuk, Maddy Spencer es tan irónica como directa, a veces vulgar, a veces exquisita, decididamente original. Los ojos de Maddy miran con la avidez y la precisión que distinguen a los personajes de Palahniuk, ya sea en novelas, en relatos cortos y en sus avances fuera de la ficción, porque también es periodista. Y de los incisivos.

Publicados por Mondadori, los libros de Palahniuk se consiguen en la provincia, y también están ampliamente disponibles en la web, desde Amazon a Mercado Libre, y con precios para todos los bolsillos.

La disponibilidad de su obra es uno de los objetivos que el novelista persigue desde que empezaron a circular sus historias. La plataforma favorita de ese ida y vuelta con los lectores es chuckpalahniuk.net, portal en el que cuelga toda clase de material. La página se llama The Cult (El Culto) y va mucho más allá de las noticias y de la difusión de las novelas. Palahniuk amarró fuertes lazos con la comunidad de lectores, quienes interactúan permanentemente con él (se toma el trabajo de contestar los e-mails que le envían). Hasta hace un tiempo funcionó allí un taller para escritores, alimentado por ensayos en los que Palahniuk entregaba pautas para construir textos. Esos ensayos pueden encontrarse ahora en www.litreactor.com.

Al contrario de muchos de sus colegas, quienes se recluyen y prefieren pasar inadvertidos, Palahniuk disfruta su popularidad y le encanta establecer largas charlas con los lectores. Cada firma de ejemplares a la que es convocado deviene en largos y enriquecedores encuentros sociales, en los que Palahniuk llega a sorprender al público con los regalos que prepara.

El otro de punto de contacto son las lecturas de los libros (saludable práctica que mantienen los escritores en otras latitudes, y que no prospera en nuestro país). Son conocidas las experiencias producidas durante las primeras giras de Palahniuk, cuando la crudeza de sus textos -explícitos, escatológicos, políticamente incorrectos- provocaba desde la descompostura hasta la huida de los oyentes.

El sexo y la violencia son tópicos que disparan las historias de Palahniuk, plagadas de humor negro y de ingeniosas vueltas de tuerca. Desde allí se despliega una máquina de desnudar hipocresías con forma de novelas.

La primera de ellas, "El club de la pelea" (1996), fue llevada al cine por David Fincher, con Brad Pitt y Edward Norton en los roles protagónicos. El éxito de la película hizo de Palahniuk (por entonces de 44 años) una joven estrella.

"Superviviente", "Monstruos invisibles", "Asfixia", "Nana", "Diario: una novela", "Fantasmas", "Rant: La vida de un asesino", "Snuff", "Pigmeo" y "Al desnudo" se sucedieron una tras otra. A "Condenada" la seguirán una novela por año, de acuerdo con la promesa de Palahniuk. Es que está en su mejor momento, y por eso es el tiempo ideal para disfrutarlo.

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