01 Septiembre 2013
LA GACETA / FOTO DE ANTONIO FERRONI (ARCHIVO)
Es un entripado sordo y solapado. Data de lejos. Recíprocamente, se desconfían y entre ellos nunca se amaron, a pesar de sonrisas insinceras para las fotos o declaraciones públicas de amor eterno y fidelidades, que no cree uno ni otro. No pasan de una disimulada hipocresía, aunque cohabitan bajo la misma toldería política. El César de aldea lo tuvo siempre sometido como peón de brega, bajo su mando y a su servicio, e impidió su crecimiento político en la convicción de que era -y es- una amenaza para su futuro. El futuro es hoy. Y llega en una hora clave, justo en la antesala de una contienda electoral definitoria, como es la de octubre.
Como pocos, el intendente Amaya -de él se trata-, con paciencia de tibetano, aguantó, mudo, los desaires y el maltrato, y la intromisión permanente del patrón en su gestión municipal. En medio de tantos sinsabores, el alcalde supo cincelar, sin embargo, su propia figura, hacerse fuerte en su territorio y acumular capital político propio con el aporte de su lugarteniente, Germán Alfaro. El jefe supremo, como un usurpador, asumió la paternidad ajena de toda la obra pública ejecutada en la ciudad y hasta desaprobó medidas del alcalde, en actos lindantes con la humillación.
Hoy, en el caso de los vendedores ambulantes se desentiende del caos que generan cotidianamente en la zona céntrica y arroja la pelota al jefe del ayuntamiento, como si él no tuviera responsabilidad alguna, cuando manejó a su antojo la municipalidad. Obviamente, la Dirección de Comercio Interior, donde colocó a su yerno, tiene competencia en este entuerto escandaloso, pero nada hace.
Como esos matrimonios desgastados por los años y la rutina, llegaron a soportarse mutuamente bajo un mismo techo, pero durmiendo en camas separadas, en una aparente buena convivencia de puertas afuera. Entre ellos hay una tensa relación. Supieron tapar sus entuertos, algunos de alto volumen, con la discreción del silencio Pocas veces se dio una batalla soterrada como la de esta hora, resultante del traspié en las urnas en las elecciones de semanas atrás. El zar cree que el alcalde es uno de los culpables del bajo rendimiento electoral del oficialismo, por haber retaceado su esfuerzo y el de su tropa en la recolección de votos en el municipio, donde ficha casi la mitad del padrón de sufragantes. En la victoria que fue derrota, hay otros ingredientes que Alperovich se resiste a ver.
No es hora de peleas entre ellos. Cano, de parabienes, otea la riña, agradecidísimo. El más afectado, desde luego, es Yo, José. Tiene por delante un desafío en el que podría salir peor de lo que fue en la preclasificación del 11 de agosto, quedándose en la banquina, con el poder deshilachado. Si una hipotética elección parlamentaria, repitiera el veredicto de las primarias, otra sería la composición de la Legislatura. En la Capital, para tomar sólo un botón de la muestra, 7 legisladores corresponderían a Alperovich, 7 a Cano, 2 a Bussi, 1 al partido Obrero, 1 al PRO y 1 a Parajón. El hombre del camello tiene motivos para preocuparse y se explica su estado de crispación. Las profecías para octubre -y después- no son de las mejores.
El peronismo objetor, marginado de las mieles del poder, aprovechando su debilidad, le quiere quitar la poltrona y conspira a toda hora y sin antifaz en su contra. El primer paso de ese operativo en marcha es arrebatarle otro diputado nacional, en el próximo choque. El peronismo de la vieja guardia, en vías de resurrección, junto con el alperovichismo segregado, busca, sin tapujos, el voto de raíz peronista para entregárselo, por esta única vez, -dicen- al senador radical, quien se paró entre la gente, en esta coyuntura histórica, como el eje convocante capaz de dañar la toga del mandamás.
El objetivo de esa masa de almas amontonadas y amotinadas, no es sólo apropiarse del diputado número dos, sino reemplazarlo, en 2015, por otro hombre, cerrándole la re-reelección infinita, teniendo en cuenta la sangría de votos que padeció. Es consecuencia del desencanto en su redil -antes inexpugnable- y el hartazgo moral de la gente con el desgobierno, la corrupción, la inseguridad, el camello de Dubai, la carencia de servicios esenciales y otros males que soporta en el cotidiano vivir. Con su voto, la comunidad busca otros rumbos, ya sea de la mano del senador radical o de hombres del peronismo, algunos de los cuales ya planchan el traje y se miran al espejo.
El gobernante, al igual que Cristina, no transita un camino de rosas. Los remezones de la última elección se sienten con fuerza, todavía, en el país y en la comarca, y no cesan. Aquí, unos a otros se echan culpas recíprocas y nadie se hace cargo del muerto. Cimitarra en mano, con la procesión por dentro, rumiando bronca y el rostro adusto, el jefe bajó del avión "sanitario" que lo devolvió al terruño, tras sus vacaciones en Israel, junto con su familia. Llegó decidido a decapitar a los herejes y a reordenar la tropa en éxodo por la traición -como piensa en su intimidad-, ante el resultado de las primarias. Esperaba más del 50% de adhesión y no llegó, en la peor elección de su gestión, complicándosele su plan de eternidad que pensaba lanzar, si otro hubiera sido el veredicto. Su anhelo está hibernado, no incinerado.
En su retiro en Tierra Santa, en consulta con Jorge Gassembauer, su hombre de confidencias, identificó con ADN a quienes sacaron los pies del plato o se tiraron a retranca, sin admitir que entre los responsables él mismo es uno de ellos, por los candidatos que eligió a dedo, como Manzur, quien no sedujo ni a los de su propia cofradía, cobijándose a la sombra de su patrón. Los cascotazos alcanzan, también, a su consorte, la Sra. Betty, por ser quien preside el PJ.
Estuvo informado al dedillo del rechazo de las urnas y al volver corroboró los datos recibidos. Se muestra enfadado. Pero siempre es más fácil tirar la culpa afuera, aguijoneado por el círculo de adulones que lo entorna y le destila cizaña en sus tímpanos.
Cómo me voy a enojar con el intendente, si es un ganador, dijo antes de partir al exterior, en una expresión de insinceridad. Asustado, imploró a sus acólitos ediles obtener 30.000 votos más en octubre, consciente de la debilidad en que se encuentra. No invitó a Amaya, ni a sus muchachos, en otro acto de desdén.
Todos posan la mirada en el alcalde. Como prueba irrefutable exhiben el resultado: sólo 68 votos separan a Alperovich del senador radical. Se contabilizan, además, las derrotas en Yerba Buena y Concepción. Lo que se esquiva adrede -y Alperovich no quiere admitir- es que la clase media le dio la espalda y con su voto negativo expresó su voluntad de cambio. Se adjudica a Amaya las culpas de la caída, soslayando que la bajante fue un fenómeno generalizado en el ámbito provincial y en todos los estamentos sociales, con excepción del municipio de Trancas. Manzur y Jaldo fueron eternos ausentes en la campaña electoral. Los actos de Alperovich se hicieron en la Casa de Gobierno y ahí están las consecuencias.
La tensión entre el mandamás y su retobado súbito estalló por la invasión de los vendedores ambulantes en el casco céntrico de la ciudad, convertido en un caos, inmovilizando el tránsito y hasta volviendo casi imposible caminar, amén de la mugre que se ve por doquier. Fue el pretexto baladí. La riña se aceleró por la definición de las elecciones en la Capital y por eso carga contra el jefe del ayuntamiento. Alperovich fue siempre el supremo intendente de esta ciudad, como las del interior, sometidas a la billetera oficial y sojuzgadas a su voluntad. De un manotazo, las despojó de su autonomía y de sus recursos, y se encargó del pago de sueldos al personal y la ejecución de la obra pública por mínima que fuera.
La pelea entre el gobernador y el alcalde llega al cenit en vísperas de una elección fundamental para aquél. Si la tropa a las órdenes del Colorado vuelve a trabajar "a reglamento" para el choque de octubre, malas noticias aguardan al César.
La Corte da sorpresas
Últimamente, la Corte Suprema se convirtió en una fuente de sorpresas. Sus decisiones tienen ataduras de catacumbas con el poder político. Ahora, debe abordar el caso del cuestionado -no destituido- camarista Alberto Piedrabuena, titular del tribunal que exculpó a los 13 imputados por la desaparición de Marita Verón. En el curso del proceso presentó su renuncia para jubilarse. Cubre todos los requisitos exigidos: edad, años de servicio y aportes a la Caja de Seguridad Social. Su petición fue arbitrariamente rechazada por Alperovich, porque sí, por todo fundamento.
El juez, obviamente, recurrió a la Justicia en defensa de sus derechos. La causa llegó al máximo tribunal. La vocal, Claudia Sdbar, quien, con sus pares, debía resolver el entuerto, se excusó aduciendo enemistad manifiesta con José Roberto Toledo, defensor del togado, junto con el abogado Arnaldo Ahumada. Esgrime, también, el hecho de haber sido designada suplente -en nombre de la Corte- en el jurado de enjuiciamiento que entiende en el caso Verón.
Detrás de la información hay otras razones. Cualquiera hubiera sido su voto, quedaba en incómoda situación. La vocal con la vía de escape utilizada, soslaya tocar el sayo del gobernante y, a la vez, cuida prolijamente no manchar sus papiros académicos que mucho le importan. Su hijo fue designado recientemente secretario general de la gobernación.
Como pocos, el intendente Amaya -de él se trata-, con paciencia de tibetano, aguantó, mudo, los desaires y el maltrato, y la intromisión permanente del patrón en su gestión municipal. En medio de tantos sinsabores, el alcalde supo cincelar, sin embargo, su propia figura, hacerse fuerte en su territorio y acumular capital político propio con el aporte de su lugarteniente, Germán Alfaro. El jefe supremo, como un usurpador, asumió la paternidad ajena de toda la obra pública ejecutada en la ciudad y hasta desaprobó medidas del alcalde, en actos lindantes con la humillación.
Hoy, en el caso de los vendedores ambulantes se desentiende del caos que generan cotidianamente en la zona céntrica y arroja la pelota al jefe del ayuntamiento, como si él no tuviera responsabilidad alguna, cuando manejó a su antojo la municipalidad. Obviamente, la Dirección de Comercio Interior, donde colocó a su yerno, tiene competencia en este entuerto escandaloso, pero nada hace.
Como esos matrimonios desgastados por los años y la rutina, llegaron a soportarse mutuamente bajo un mismo techo, pero durmiendo en camas separadas, en una aparente buena convivencia de puertas afuera. Entre ellos hay una tensa relación. Supieron tapar sus entuertos, algunos de alto volumen, con la discreción del silencio Pocas veces se dio una batalla soterrada como la de esta hora, resultante del traspié en las urnas en las elecciones de semanas atrás. El zar cree que el alcalde es uno de los culpables del bajo rendimiento electoral del oficialismo, por haber retaceado su esfuerzo y el de su tropa en la recolección de votos en el municipio, donde ficha casi la mitad del padrón de sufragantes. En la victoria que fue derrota, hay otros ingredientes que Alperovich se resiste a ver.
No es hora de peleas entre ellos. Cano, de parabienes, otea la riña, agradecidísimo. El más afectado, desde luego, es Yo, José. Tiene por delante un desafío en el que podría salir peor de lo que fue en la preclasificación del 11 de agosto, quedándose en la banquina, con el poder deshilachado. Si una hipotética elección parlamentaria, repitiera el veredicto de las primarias, otra sería la composición de la Legislatura. En la Capital, para tomar sólo un botón de la muestra, 7 legisladores corresponderían a Alperovich, 7 a Cano, 2 a Bussi, 1 al partido Obrero, 1 al PRO y 1 a Parajón. El hombre del camello tiene motivos para preocuparse y se explica su estado de crispación. Las profecías para octubre -y después- no son de las mejores.
El peronismo objetor, marginado de las mieles del poder, aprovechando su debilidad, le quiere quitar la poltrona y conspira a toda hora y sin antifaz en su contra. El primer paso de ese operativo en marcha es arrebatarle otro diputado nacional, en el próximo choque. El peronismo de la vieja guardia, en vías de resurrección, junto con el alperovichismo segregado, busca, sin tapujos, el voto de raíz peronista para entregárselo, por esta única vez, -dicen- al senador radical, quien se paró entre la gente, en esta coyuntura histórica, como el eje convocante capaz de dañar la toga del mandamás.
El objetivo de esa masa de almas amontonadas y amotinadas, no es sólo apropiarse del diputado número dos, sino reemplazarlo, en 2015, por otro hombre, cerrándole la re-reelección infinita, teniendo en cuenta la sangría de votos que padeció. Es consecuencia del desencanto en su redil -antes inexpugnable- y el hartazgo moral de la gente con el desgobierno, la corrupción, la inseguridad, el camello de Dubai, la carencia de servicios esenciales y otros males que soporta en el cotidiano vivir. Con su voto, la comunidad busca otros rumbos, ya sea de la mano del senador radical o de hombres del peronismo, algunos de los cuales ya planchan el traje y se miran al espejo.
El gobernante, al igual que Cristina, no transita un camino de rosas. Los remezones de la última elección se sienten con fuerza, todavía, en el país y en la comarca, y no cesan. Aquí, unos a otros se echan culpas recíprocas y nadie se hace cargo del muerto. Cimitarra en mano, con la procesión por dentro, rumiando bronca y el rostro adusto, el jefe bajó del avión "sanitario" que lo devolvió al terruño, tras sus vacaciones en Israel, junto con su familia. Llegó decidido a decapitar a los herejes y a reordenar la tropa en éxodo por la traición -como piensa en su intimidad-, ante el resultado de las primarias. Esperaba más del 50% de adhesión y no llegó, en la peor elección de su gestión, complicándosele su plan de eternidad que pensaba lanzar, si otro hubiera sido el veredicto. Su anhelo está hibernado, no incinerado.
En su retiro en Tierra Santa, en consulta con Jorge Gassembauer, su hombre de confidencias, identificó con ADN a quienes sacaron los pies del plato o se tiraron a retranca, sin admitir que entre los responsables él mismo es uno de ellos, por los candidatos que eligió a dedo, como Manzur, quien no sedujo ni a los de su propia cofradía, cobijándose a la sombra de su patrón. Los cascotazos alcanzan, también, a su consorte, la Sra. Betty, por ser quien preside el PJ.
Estuvo informado al dedillo del rechazo de las urnas y al volver corroboró los datos recibidos. Se muestra enfadado. Pero siempre es más fácil tirar la culpa afuera, aguijoneado por el círculo de adulones que lo entorna y le destila cizaña en sus tímpanos.
Cómo me voy a enojar con el intendente, si es un ganador, dijo antes de partir al exterior, en una expresión de insinceridad. Asustado, imploró a sus acólitos ediles obtener 30.000 votos más en octubre, consciente de la debilidad en que se encuentra. No invitó a Amaya, ni a sus muchachos, en otro acto de desdén.
Todos posan la mirada en el alcalde. Como prueba irrefutable exhiben el resultado: sólo 68 votos separan a Alperovich del senador radical. Se contabilizan, además, las derrotas en Yerba Buena y Concepción. Lo que se esquiva adrede -y Alperovich no quiere admitir- es que la clase media le dio la espalda y con su voto negativo expresó su voluntad de cambio. Se adjudica a Amaya las culpas de la caída, soslayando que la bajante fue un fenómeno generalizado en el ámbito provincial y en todos los estamentos sociales, con excepción del municipio de Trancas. Manzur y Jaldo fueron eternos ausentes en la campaña electoral. Los actos de Alperovich se hicieron en la Casa de Gobierno y ahí están las consecuencias.
La tensión entre el mandamás y su retobado súbito estalló por la invasión de los vendedores ambulantes en el casco céntrico de la ciudad, convertido en un caos, inmovilizando el tránsito y hasta volviendo casi imposible caminar, amén de la mugre que se ve por doquier. Fue el pretexto baladí. La riña se aceleró por la definición de las elecciones en la Capital y por eso carga contra el jefe del ayuntamiento. Alperovich fue siempre el supremo intendente de esta ciudad, como las del interior, sometidas a la billetera oficial y sojuzgadas a su voluntad. De un manotazo, las despojó de su autonomía y de sus recursos, y se encargó del pago de sueldos al personal y la ejecución de la obra pública por mínima que fuera.
La pelea entre el gobernador y el alcalde llega al cenit en vísperas de una elección fundamental para aquél. Si la tropa a las órdenes del Colorado vuelve a trabajar "a reglamento" para el choque de octubre, malas noticias aguardan al César.
La Corte da sorpresas
Últimamente, la Corte Suprema se convirtió en una fuente de sorpresas. Sus decisiones tienen ataduras de catacumbas con el poder político. Ahora, debe abordar el caso del cuestionado -no destituido- camarista Alberto Piedrabuena, titular del tribunal que exculpó a los 13 imputados por la desaparición de Marita Verón. En el curso del proceso presentó su renuncia para jubilarse. Cubre todos los requisitos exigidos: edad, años de servicio y aportes a la Caja de Seguridad Social. Su petición fue arbitrariamente rechazada por Alperovich, porque sí, por todo fundamento.
El juez, obviamente, recurrió a la Justicia en defensa de sus derechos. La causa llegó al máximo tribunal. La vocal, Claudia Sdbar, quien, con sus pares, debía resolver el entuerto, se excusó aduciendo enemistad manifiesta con José Roberto Toledo, defensor del togado, junto con el abogado Arnaldo Ahumada. Esgrime, también, el hecho de haber sido designada suplente -en nombre de la Corte- en el jurado de enjuiciamiento que entiende en el caso Verón.
Detrás de la información hay otras razones. Cualquiera hubiera sido su voto, quedaba en incómoda situación. La vocal con la vía de escape utilizada, soslaya tocar el sayo del gobernante y, a la vez, cuida prolijamente no manchar sus papiros académicos que mucho le importan. Su hijo fue designado recientemente secretario general de la gobernación.
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