Por Marcelo Batiz
01 Septiembre 2013
BUENOS AIRES.- Los desafíos no parecen ser muy complicados en los Juegos Kirchneristas. Según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec), la vara para superar la indigencia está en $ 741 mensuales para una familia tipo, que deberá saltar sin tocar la de $ 1.670 si lo que quiere es no ser pobre. Este martes, la presidenta Cristina Fernández anunció que quien pase los $ 15.000 mensuales de suelo pasará a engrosar una de los oligarquías más numerosas del planeta. Así se desprende del abultado listado de declaraciones de dirigentes oficiales que, en los últimos años, cuestionaron los pedidos de sindicalistas (opositores y no tanto), que reclamaban un aumento del mínimo no imponible del impuesto a las Ganancias. Entre todas, descuella la del jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina, quien el 26 de junio de 2012 salió a refutar el pedido que, en ese sentido, habían formulado Hugo Moyano y Pablo Micheli. "Pelear por el 8% del país, y no por el 92% de la población, eso no es peronismo. Eso no es en nombre de los trabajadores, eso es intención de frenar el proceso de cambio en la Argentina, eso es oligarquía", enfatizó por entonces.
Los cambios de opinión ya no sorprenden a nadie, tanto en el caso de funcionarios que pueden defender dos posturas antitéticas como en el de sus seguidores, que tampoco tienen reparos en aplaudirlas. Pocos son los que se toman en serio a quienes aseveran que ese giro de 180 grados no obedeció a los resultados electorales del 11 de agosto. Son coincidencias, aseguran. El jefe de Gabinete fue, sin dudas, el más enfático pero sería injusto convertirlo en el centro exclusivo del problema. El ministro de Trabajo, Carlos Tomada, consideró que el reclamo de suba del mínimo no imponible partía de una "visión escasa, muy sectorial y muy individual" y para el senador Aníbal Fernández, lo de Moyano había sido "un espanto, una bravata" propia de un "traidor e inigualable alcahuete de Magnetto". En 14 meses, el ser humano experimenta cambios increíbles. La propia Presidenta sugirió más de una vez cambiar la denominación del impuesto a las Ganancias para llamarlo "a los Altos Ingresos". No estaría mal, si realmente lo que se gravara fueran altos ingresos.
Cualquier investigador que busque en los archivos de épocas anteriores al kirchnerismo, se llevará una desilusión si quiere encontrar alguna declaración de la CGT sobre el impuesto a las Ganancias La difusión de Ganancias a sectores insospechados años atrás no obedeció, obviamente, a una mejora descomunal de sus ingresos.
La inflación, ese fantasma del que el Gobierno se vale sin reconocerlo, fue la encargada de desvirtuar todos los parámetros posibles. Y si se parte de un absurdo, difícilmente pueda arribarse a conclusiones coherentes. Así, la presidenta de los "Altos Ingresos" pudo señalar en varias ocasiones que su Gobierno no aumentó ningún impuesto. Un razonamiento fácilmente refutable con los datos de la realidad, pero incuestionable desde la lógica de quienes aseguran que no hay inflación y, por tanto, ninguna necesidad de ajuste del mínimo no imponible. Pero con el anuncio del martes, vino incluido, precisamente, un subrepticio aumento impositivo. Esta vez, mediante el levantamiento de una serie de exenciones del impuesto a las Ganancias que reportará, según los cálculos oficiales, un ingreso de $ 2.056 millones. No puede haber mejor ejemplo del desbarajuste fiscal del kirchernismo: esa suma, a la que teóricamente se llegará, al término de un año, tras la aprobación de las dos cámaras legislativas, equivale a lo que el Estado gasta en subsidios a empresas en... ¡seis días!
Si no hay correspondencia entre el esfuerzo legislativo y los resultados obtenidos, poco tienen para agregar los supuestos "beneficiarios" de la medida. Según los cálculos que la propia AFIP dio a conocer al periodismo, en la franja salarial de $ 16.000 a $ 25.000 mensuales, los beneficios se ubicarán entre $ 395 y $ 708. Es decir, sus ingresos de bolsillo tendrán un incremento que, en el mejor de los casos, será del 2,8%. Una mejora más o menos equivalente a la inflación que habrá de acá a las elecciones del 27 de octubre. Pero, ya se sabe, el mundo está lleno de coincidencias.
Los cambios de opinión ya no sorprenden a nadie, tanto en el caso de funcionarios que pueden defender dos posturas antitéticas como en el de sus seguidores, que tampoco tienen reparos en aplaudirlas. Pocos son los que se toman en serio a quienes aseveran que ese giro de 180 grados no obedeció a los resultados electorales del 11 de agosto. Son coincidencias, aseguran. El jefe de Gabinete fue, sin dudas, el más enfático pero sería injusto convertirlo en el centro exclusivo del problema. El ministro de Trabajo, Carlos Tomada, consideró que el reclamo de suba del mínimo no imponible partía de una "visión escasa, muy sectorial y muy individual" y para el senador Aníbal Fernández, lo de Moyano había sido "un espanto, una bravata" propia de un "traidor e inigualable alcahuete de Magnetto". En 14 meses, el ser humano experimenta cambios increíbles. La propia Presidenta sugirió más de una vez cambiar la denominación del impuesto a las Ganancias para llamarlo "a los Altos Ingresos". No estaría mal, si realmente lo que se gravara fueran altos ingresos.
Cualquier investigador que busque en los archivos de épocas anteriores al kirchnerismo, se llevará una desilusión si quiere encontrar alguna declaración de la CGT sobre el impuesto a las Ganancias La difusión de Ganancias a sectores insospechados años atrás no obedeció, obviamente, a una mejora descomunal de sus ingresos.
La inflación, ese fantasma del que el Gobierno se vale sin reconocerlo, fue la encargada de desvirtuar todos los parámetros posibles. Y si se parte de un absurdo, difícilmente pueda arribarse a conclusiones coherentes. Así, la presidenta de los "Altos Ingresos" pudo señalar en varias ocasiones que su Gobierno no aumentó ningún impuesto. Un razonamiento fácilmente refutable con los datos de la realidad, pero incuestionable desde la lógica de quienes aseguran que no hay inflación y, por tanto, ninguna necesidad de ajuste del mínimo no imponible. Pero con el anuncio del martes, vino incluido, precisamente, un subrepticio aumento impositivo. Esta vez, mediante el levantamiento de una serie de exenciones del impuesto a las Ganancias que reportará, según los cálculos oficiales, un ingreso de $ 2.056 millones. No puede haber mejor ejemplo del desbarajuste fiscal del kirchernismo: esa suma, a la que teóricamente se llegará, al término de un año, tras la aprobación de las dos cámaras legislativas, equivale a lo que el Estado gasta en subsidios a empresas en... ¡seis días!
Si no hay correspondencia entre el esfuerzo legislativo y los resultados obtenidos, poco tienen para agregar los supuestos "beneficiarios" de la medida. Según los cálculos que la propia AFIP dio a conocer al periodismo, en la franja salarial de $ 16.000 a $ 25.000 mensuales, los beneficios se ubicarán entre $ 395 y $ 708. Es decir, sus ingresos de bolsillo tendrán un incremento que, en el mejor de los casos, será del 2,8%. Una mejora más o menos equivalente a la inflación que habrá de acá a las elecciones del 27 de octubre. Pero, ya se sabe, el mundo está lleno de coincidencias.
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