Por María Ester Véliz
25 Agosto 2013
"GRACIAS". Marcela regresó feliz a México, junto a su hermana Brenda. LA GACETA / FOTO DE ANALíA JARAMILLO
La historia de vida de la arquitecta mexicana Marcela Hinojosa Murguía, de 34 años, parece un hecho puramente imaginario. Pero es real. La verosimilitud de los obstáculos que tuvo que sortear están avalados por un centenar de estudios y de informes médicos que fue acopiando mientras buscaba una cura para su mal: la enfermedad de Cushing. Y de tanto golpear puertas se le abrieron impensados caminos. "Por fortuna, uno de ellos -aunque el más largo ya que tuve que hacer más de 8.500 km- me trajo directamente al Hospital Ángel C. Padilla, de esta provincia, adonde ¡al fin! Me extirparon el tumor de hipófisis que causaba mi enfermedad. ¡Y totalmente gratis¡ ¡increíble!", comentó Marcela buscando el asentimiento de su hermana Brenda, de 36 años, que vino acompañándola.
Marcela quiso compartir su historia de vida con los tucumanos y por eso, antes de regresar a México aceptó hablar con LA GACETA. Estaba tan feliz que no paró de hablar un instante. Más que una charla fue un monólogo. Se lo merecía después de tantos avatares. Por eso la dejamos expresar todo cuanto deseaba.
Contó que después de recibirse de arquitecta dejó su Monterrey natal y se radicó en Nueva York. Nunca se sintió mal, siempre fue una mujer deportista y se consideró sana. "Hasta que mi cuerpo se volvió mi peor enemigo. El Cushing me había generado -entre otros males- hipertensión arterial y yo no sentía nada. Regresé a México y al poco tiempo sufrí un ACV. No me dejó secuelas porque de inmediato me hicieron una ventriculostomía en el parietal izquierdo (neurocirugía menor en la pared craneal para colocar una sonda y drenar la sangre del derrame). Gracias a la resonancia magnética que hicieron para ubicar el derrame cerebral, me descubrieron el tumor de hipófisis...", narró.
En 2010 le realizaron la primera cirugía transesfenoidal en México, pero sin éxito, ya que la enfermedad permanecía activa. Luego se sometió a radiación. Tampoco resultó. Ingresó al ensayo clínico de un nuevo tratamiento, pero el problema continuaba. En el Congreso de Neurocirugía de Costa Rica conoce a dos argentinas: Estela Balbuena y Sandra Mesri (ex enfermas de Cushing). Mesri preside la fundación Apehi (Ayuda a pacientes con enfermedad hipofisiaria).
Halló la solución
Marcela mandó sus estudios a la fundación. Sandra movió cielo y tierra hasta que el doctor Armando Basso -referente mundial de las cirugías de hipófisis- le confirma a Marcela la necesidad de una segunda intervención y le da referencias del neurocirujano tucumano, doctor Alvaro Campero, que se había formado con él.
"Vía mail, el doctor Campero estudió mi caso, siempre atento, muy profesional y caballero. Destino, suerte o coincidencia, el doctor Campero viajó a Ixtapa, México, a dictar conferencias en un Congreso de Neurocirugía. Empaqué las maletas y fui a su encuentro. Bastaron 45 minutos de consulta con él para saber que yo iba a estar bien. Me explicó claramente riesgos y beneficios. Cordialmente cancelé las consultas con un médico de USA y otro de Canadá que querían operarme. Dos semanas después llegué a Tucumán. El 12 de agosto -día de mi cumpleaños- me estaban esperando en el Padilla dos médicos residentes. Mi cirugía estaba programada. El miércoles 14, a las 7.30, ingresé al quirófano... La operación no pudo ser más rápida y mejor. No me faltó nada: tuve medicinas y excelente atención. Gracias, muchas gracias tucumanos...", se despidió emocionada.
Marcela quiso compartir su historia de vida con los tucumanos y por eso, antes de regresar a México aceptó hablar con LA GACETA. Estaba tan feliz que no paró de hablar un instante. Más que una charla fue un monólogo. Se lo merecía después de tantos avatares. Por eso la dejamos expresar todo cuanto deseaba.
Contó que después de recibirse de arquitecta dejó su Monterrey natal y se radicó en Nueva York. Nunca se sintió mal, siempre fue una mujer deportista y se consideró sana. "Hasta que mi cuerpo se volvió mi peor enemigo. El Cushing me había generado -entre otros males- hipertensión arterial y yo no sentía nada. Regresé a México y al poco tiempo sufrí un ACV. No me dejó secuelas porque de inmediato me hicieron una ventriculostomía en el parietal izquierdo (neurocirugía menor en la pared craneal para colocar una sonda y drenar la sangre del derrame). Gracias a la resonancia magnética que hicieron para ubicar el derrame cerebral, me descubrieron el tumor de hipófisis...", narró.
En 2010 le realizaron la primera cirugía transesfenoidal en México, pero sin éxito, ya que la enfermedad permanecía activa. Luego se sometió a radiación. Tampoco resultó. Ingresó al ensayo clínico de un nuevo tratamiento, pero el problema continuaba. En el Congreso de Neurocirugía de Costa Rica conoce a dos argentinas: Estela Balbuena y Sandra Mesri (ex enfermas de Cushing). Mesri preside la fundación Apehi (Ayuda a pacientes con enfermedad hipofisiaria).
Halló la solución
Marcela mandó sus estudios a la fundación. Sandra movió cielo y tierra hasta que el doctor Armando Basso -referente mundial de las cirugías de hipófisis- le confirma a Marcela la necesidad de una segunda intervención y le da referencias del neurocirujano tucumano, doctor Alvaro Campero, que se había formado con él.
"Vía mail, el doctor Campero estudió mi caso, siempre atento, muy profesional y caballero. Destino, suerte o coincidencia, el doctor Campero viajó a Ixtapa, México, a dictar conferencias en un Congreso de Neurocirugía. Empaqué las maletas y fui a su encuentro. Bastaron 45 minutos de consulta con él para saber que yo iba a estar bien. Me explicó claramente riesgos y beneficios. Cordialmente cancelé las consultas con un médico de USA y otro de Canadá que querían operarme. Dos semanas después llegué a Tucumán. El 12 de agosto -día de mi cumpleaños- me estaban esperando en el Padilla dos médicos residentes. Mi cirugía estaba programada. El miércoles 14, a las 7.30, ingresé al quirófano... La operación no pudo ser más rápida y mejor. No me faltó nada: tuve medicinas y excelente atención. Gracias, muchas gracias tucumanos...", se despidió emocionada.
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