Cambian sotana por camiseta y salen a la cancha con la fe intacta
Los curas pueden tener un corazón deportivo. Lo demuestra el papa Francisco con su pasión futbolera. Y lo reafirman los futuros sacerdores tucumanos, que eligen el fútbol, el tenis, el mountain bike y las artes marciales para acercar a los fiesles el mensaje de Jesús.
Nada de dormir la siesta religiosamente, ni de llamarse a silencio en las horas de descanso. La nueva generación de futuros sacerdotes es activa, alegre y apasionada. No teme desnudar su fanatismo por el club de sus amores y ahora cuánto menos, que Francisco ha demostrado que se puede ser Papa e hincha veneno de San Lorenzo, con el mismo entusiasmo que cuando era un simple cura del barrio de Flores. Solo lo entiende otro fan; como el seminarista Alberto Vadell que no olvida aquel glorioso día en Río de Janeiro, cuando Francisco decidió darle un lugar especial a los argentinos. Él y otros compañeros de Tucumán, no pasaron de la puerta de la Catedral, pero estaban ahí, desgargantándose. "¡Franciscooo... Tucumán!", gritó Alberto con todas sus fuerzas, mientras agitaba frenético una toalla con los colores de San Lorenzo. Francisco se dio vuelta, abrió grande los ojos, y sonrió, con esa sonrisa cómplice y sabrosa como pan bendito para otro hincha. Ya no era la toalla la que se agitaba. Era una insignia, un sentimiento.
Mal que le pese a Francisco, Alberto es el único hincha de San Lorenzo del Seminario Mayor de Tucumán. El resto - 67 jóvenes de entre 20 y 25 años la mayoría- tienen el corazón puesto en San Martín, en primer lugar, Boca, River y Atlético. Como son inquietos y alegres, hacen travesuras. Como ese día en que colgaron de una ventana del seminario una bandera de los "santos" que decía: "Escrito está. Sed santo porque Yo soy Santo (1° de Pedro)". Por supuesto que les hicieron quitarla inmediatamente; pero a ellos nadie les quita lo bailado, todavía se ríen y nadie se confesó por eso.
¿Cómo son los nuevos soldados de Francisco? Así, dignos miembros de una Iglesia que se mueve, como quiere el Papa, chicos dispuestos a hacer lío, sin miedo a ir en contra de la corriente. Reacios a quedarse a dormir la siesta, como los curas mayores. Por el contrario aprovechan esas tres horas libres para salir a andar en bicicleta, a entrenar en un gimnasio o a practicar algún deporte. Aunque tienen dos veces a la semana un profesor que los entrena, ellos arman su propio equipo y juegan internamente en la cancha de fútbol 7, como ocurrió en la Semana del Seminario.
Con todo, no se contentan. Gonzalo Vadell, (hermano de Alberto) y David Urbina, de 26 y 29 años respectivamente, compitieron en el Trasmontaña la semana pasada.
"Hacer deportes está muy bueno. Por eso, le ofrecimos al padre Marcelo Barrionuevo, que es vicario para la Cultura, armar una vicaría de Deportes para estar más cerca de la gente y de la cultura. El deporte es una vía regia para acercarse al joven. Frente a una sociedad que le ofrece alternativas de muerte, es interesante que le mostremos una apuesta por la vida", explica Vadell, quien entró a los 18 años al seminario, después egresar del instituto JIM.
David y Gonzalo lograron contagiar la fiebre del mountanbike a los salteños David Pintos y Luis Fleming, y a otros dos seminaristas; y ya son seis los que se entrenan a full. Otros, como Ricardo Farías, son fanáticos de San Martín. "Los domingos me gusta ir a la cancha con mi papá, lo disfruto muchísimo", confiesa.
El tucumano Rodrigo Escalera no se anda con medias tintas; él es hincha del Barcelona como lo era el beato Juan Pablo II. Su sucesor, Benedicto XVI, todavía deja de lado su timidez para prenderse al televisor cada vez que juega el Bayern Munich (alguna vez también recibió con efusividad al jugador Franz Beckenbauer). Pero Rodrigo no se queda con el televisor y practica tenis, en la cancha que él mismo adaptó en el Seminario.
El joven catamarqueño Cayetano Lencina ama el yudo, la disciplina que practicó desde chico y que le enseñó valores como el respeto y el uso de la no violencia para entrar en armonía consigo mismo y con los demás.
El salteño Luis Alberto Gómez tiene 24 años y está en el penúltimo año de su carrera de formación. Tiene la voz pausada y grave, y mira a los ojos cuando habla. Después de siete años como seminarista (entró a los 17 años) ya tiene todo el aspecto de cura. No hace deportes, pero declara un "corazoncito boquense". "Cuando nací mi mamá y mi abuelo me hicieron de Boca. Desde chico me enseñaron a disfrutar de los goles y de los enojos cuando un árbitro cobraba mal una falta", evoca.
"En Salta -cuenta- tuve la oportunidad de estar cuatro años en Pocitos. Y ahí pude ver cómo el sacerdote, a través del deporte, el básquet, lograba acercar a los chicos a la parroquia. Después de cada partido ya quedaban comprometidos para ir a misa", sonríe.
Cristian Albornoz es uno de los más grandes. Es el único de Atlético del grupo, pero no por eso se amilana. Un año antes de ingresar al seminario era vendedor ambulante y la calle le enseñó a caminar por la diversidad sin pelearse. "Después de mucha búsqueda por fin soy feliz" confiesa. Dos perforaciones en los lóbulos de las orejas le quedan como un recuerdo casi imperceptible de su vida pasada. Para todos ellos, el deporte es lenguaje y comunicación. Es más que salud, es una excusa para entrar en comunión con los demás, en una iglesia que se mueve.
Un cura karateca que enseña valores
Si te dijeran que el cura de tu barrio es karateca, cinturón negro, ¿le tendrías más respeto? Sí, porque es lo primero que aprenden a transmitir los que estudian artes marciales. "Esta disciplina te enseña valores como el respeto y a cuidar a la otra persona y a vos mismo. Te hace más perseverante, más paciente y siempre te pone en posición de discípulo", explica el padre José Cordera, que a los 33 años se convirtió en el director más joven que tuvo el comedor infantil Don Bosco.
Después del papa Francisco, el gran maestro del padre Cordera fue el japonés Shoei Miyazato, que falleció hace un mes y medio en Córdoba. Fue duro para él convencer a sus hermanos salesianos sobre las bondades de las disciplinas orientales. Ellos están más acostumbrados al deporte popular, como el fútbol, promovido desde los tiempos del sacerdote Lorenzo Massa. También será duro para Cordera el viaje que hará a Córdoba para el final del luto japonés de su maestro, que tenía 85 años.
El centenar de chicos que va al comedor infantil practica fútbol, murga, gimnasia en tela y varias actividades más. El padre José se lamenta de que no le alcanza el tiempo para enseñarles karate. Pero si pudiera lo haría con todo gusto. Enseñar un deporte es otra forma de transmitir valores, dice.
Hace tiempo, todos los salesianos eran "cuervos"
Antes, ser hincha de Boca o de River era toda una novedad dentro de la congregación salesiana. "Cuando yo entré a la comunidad eran todos de San Lorenzo", ríe el director de la congregación tucumana, el padre Miguel Mestre. La comunidad cuenta con seis sacerdotes y dos seminaristas, todos practican algún deporte, salvo los más grandes de edad.
Tradicionalmente, los salesianos siempre fueron cuervos por su vinculación con San Lorenzo de Almagro, el club de Bajo Flores cuyo nombre se puso en honor a Lorenzo Massa, en 1908. Varios años después, en 1916, Massa vino a Tucumán y fundó la primera obra salesiana de la provincia, el colegio General Belgrano (antes llamado "taller de artes y oficios").
Desde siempre, el Oratorio salesiano fue el lugar elegido por Don Bosco como lugar de cercanía, para jugar a la pelota, para compartir valores y amistad. Después viene la escuela, explica el padre Mestre. Es por eso que la práctica del juego y el deporte está tan relacionada con la formación salesiana. "El deporte no es sólo recreación, es formación y educación; claro que todo esto va impregnado con los valores del Evangelio", dice el padre.