Por Natalia Viola
22 Agosto 2013
FELICIDAD. La bici que le regalaron el último día de filmación. LA GACETA / FOTOS DE ANALIA JARAMILLO
Atada con cadena a un árbol está la bicicleta roja. Su cómplice. El único recuerdo material de esos mágicos días que pasó entre cámaras, luces, trailers, carpas y un buffet con café, tortillas, galletas y té, al que atacaba sin piedad entre toma y toma. Víctor Gómez, de 13 años, mira contento la bici y cuenta que lloró mucho cuando el actor Luciano Cáceres se la entregó. "Me dijo: tomá, cuidala, que ahora es tuya". Ese momento, rodeado por todo el elenco, cerró la experiencia inolvidable de haber debutado como actor.
Participó en el largometraje "Gato Negro", ópera prima de Gastón Gallo, autor y director que tiene sus raíces paternas en la provincia. El rodaje en Tucumán duró dos semanas, entre fines de julio y principios de agosto. Víctor hace de ahijado de Tito, interpretado por Cáceres, y de hijo del actor Roberto Vallejos. Cuando audicionó lo hizo para otro papel, pero necesitaban a alguien más alto, cuenta su mamá, María Cecilia López. Al final terminaron creando este papel especialmente para él porque quedaron conmovidos con su energía.
Hasta hace unas semanas era Víctor a secas, pero después del rodaje en la escuela ahora lo llaman "el actor". Vive en un asentamiento identificado como Álvarez Condarco, justo al frente del barrio 11 de Marzo. Para llegar hasta su casa hay que atravesar un angosto pasillo y cruzar las vías del ferrocarril. Las estructuras son de madera, el piso de tierra y el techo de chapa se sujeta por el peso de unos ladrillos huecos de cemento. Allí vive con su mamá y siete de sus ocho hermanos, que tienen entre 22 y cuatro años. El papá murió ahogado hace cinco años en el canal sur. Ramona, su hermana de 19 años, cuenta que Víctor vio esa escena y durante mucho tiempo estuvo deprimido.
Además de la escuela, él y José, de 9 años, algunas tardes cuidan motos en el estacionamiento de un supermercado. "Como vio que todos trabajábamos, él solito quiso hacerlo y se lo llevó al hermano", cuenta la mamá. El padre era el único sostén familiar. Cuando quedaron huérfanos tuvieron que rebuscárselas. Ramona dejó la escuela y llegó a vender su larga cabellera negra para tener qué comer. Ella y su mamá lavan ropa y planchan cuando se lo piden. Uno de los chicos es ayudante de albañil, pero no siempre consigue trabajo.
Cecilia sabe que una oportunidad como la que tuvo su hijo es una bendición. "Aquí no hay noche que no se oigan pedradas, corridas, tiros. Hay mucha droga y muchos robos. Saber que tus hijos no están en eso y que tienen ganas de superarse y hacer otra cosa es muy lindo", confiesa mientras alcanza unos mates. Ese es el almuerzo del día.
El payaso
¿Y cómo llegó a esa película? El año pasado participó unos meses de un taller de teatro que organizaba la Fundación Redes en el centro vecinal. Su profe, Claudio Coronel, supo que tenía talento y apenas se enteró del casting para la película fue a buscarlo para que se presentara. "Mientras otros iban unos días y abandonaban, él nunca dejó de ir", cuenta. Pero al poco tiempo el taller se suspendió por problemas de organización.
"Dale, Víctor, hacete algún personaje", lo increpan sus hermanos. Sin necesidad de que le rueguen Víctor entra en su casa y al rato sale con la remera anudada por encima del pupo. "Hola, mi nombre es Victoria, pero me dicen Viky", dice mientras se bambolea y quiebra la muñeca. Su auditorio está sentado en unos cajones, un par de sillas y en el piso de tierra... lo miran y estalla en una carcajada.
"Ay, éste no sé a quién me salió tan payaso", declama su mamá mirando al cielo. Se acuerda de cuando una vecina había puesto en la basura un tutú rosa y unas alas que habían sido del disfraz de su hija. "Cuando lo vemos, Víctor estaba con el tutú y las alas haciéndonos reír a todos".
En el casting le pidieron que leyera un guión sobre la leyenda del perro familiar, pero que lo dijera usando sus palabras. Tuvo tiempo para ensayarlo y ese día lo acompañó su hermana Ramona. Después de eso tenían que esperar la llamada. A los días uno de los productores le avisó a Cecilia que Víctor había sido seleccionado y que en 15 días debía presentarse en San Pablo porque allí se iban a filmar sus escenas.
Para tomarse el colectivo El Provincial, la primera vez, tuvo que pedir prestada plata porque no les alcanzaba para el boleto de los dos. Iban al mediodía y por la noche los llevaba un auto de la producción. Así pasaron tres días intensos.
Los diálogos eran cortos, cuenta Víctor. "Tenía que acercarme a mi tío y despedirlo. También escuchar a mi papá (Vallejos) contar un cuento sobre un pato muy feo... las caras que ponía me hacían reír mucho", dice. Hasta Cecilia y Ramona pegaron un papel como extras. Una como trabajadora golondrina y la otra como vendedora de bollos. "A mí me pusieron para que haga de sombra", bromea Cecilia, aludiendo a su tez oscura. Quedaron encantados con los actores y los productores. Después que terminaban de filmar iban a un bar que quedaba a unas cuadras y comían todos juntos. Cecilia muestra emocionada una foto en la que Víctor está cenando entre Gallo y Cáceres. "Luciano era encantador", dice al borde del enamoramiento.
"No me voy a olvidar nunca de esto", jura Víctor, quien se declara admirador de Guillermo Francella (por el humor) y que después de su experiencia cinematográfica tiene claro que quiere ser actor.
"Cuando salga la película el año que viene voy a ir a comprármela", dice con inocencia. "Che, pero seguro que te regalan una copia", le advierte Claudio. Los ojos de Víctor se iluminan. Se sube a la bici para que le tomen unas fotos. "Yo le había contado a uno de los productores que venía ahorrando hace un montón para la bici, pero cada vez que iba a la bicicletería el viejo le subía el precio", cuenta.
Posa sobre esa vía por la que todos los días pasa el tren carguero y hace temblar las endebles estructuras de su casa apoyada en tierra. Víctor se animó a soñar con otra cosa y se ríe. Se acuerda y se ríe.
La película
Una historia ambientada en los años 50
"Gato Negro" recién será estrenada en septiembre del próximo año. Parte se filmó en tucumán y también se rodará en Buenos Aires y Mar del Plata. El protagonista es Luciano Cáceres, pero también actúan Leticia Brédice, Roberto Vallejos, Luis Luque y Favio Posca.
Cáceres y Brédice interpretan a un matrimonio unido por la ambición. Para conocer los orígenes de Tito, Cáceres le pidió al director Gastón Gallo que lo trajera a Tucumán. En una entrevista con Clarín, Cáceres dice: "En Medinas si te parás en una esquina y mirás hacia donde finaliza el trazado del pueblo ves plantaciones de caña de azúcar por los cuatro costados. El horizonte empieza dos metros y medio más arriba porque estás rodeado del cañaveral". Esa imagen le sirvió para componer su papel de ambicioso sin medida.
Para Gallo éste es su primer largometraje. Cuenta que se crió sabiendo que tenía familiares en pueblitos lejanos. Su familia paterna es de aquí y se crió escuchando leyendas de su abuelo y tíos. "Se podría decir que generé una ficción a partir de universos reales, cercanos a mí", reconoció en una entrevista con LA GACETA a fines de julio.
Participó en el largometraje "Gato Negro", ópera prima de Gastón Gallo, autor y director que tiene sus raíces paternas en la provincia. El rodaje en Tucumán duró dos semanas, entre fines de julio y principios de agosto. Víctor hace de ahijado de Tito, interpretado por Cáceres, y de hijo del actor Roberto Vallejos. Cuando audicionó lo hizo para otro papel, pero necesitaban a alguien más alto, cuenta su mamá, María Cecilia López. Al final terminaron creando este papel especialmente para él porque quedaron conmovidos con su energía.
Hasta hace unas semanas era Víctor a secas, pero después del rodaje en la escuela ahora lo llaman "el actor". Vive en un asentamiento identificado como Álvarez Condarco, justo al frente del barrio 11 de Marzo. Para llegar hasta su casa hay que atravesar un angosto pasillo y cruzar las vías del ferrocarril. Las estructuras son de madera, el piso de tierra y el techo de chapa se sujeta por el peso de unos ladrillos huecos de cemento. Allí vive con su mamá y siete de sus ocho hermanos, que tienen entre 22 y cuatro años. El papá murió ahogado hace cinco años en el canal sur. Ramona, su hermana de 19 años, cuenta que Víctor vio esa escena y durante mucho tiempo estuvo deprimido.
Además de la escuela, él y José, de 9 años, algunas tardes cuidan motos en el estacionamiento de un supermercado. "Como vio que todos trabajábamos, él solito quiso hacerlo y se lo llevó al hermano", cuenta la mamá. El padre era el único sostén familiar. Cuando quedaron huérfanos tuvieron que rebuscárselas. Ramona dejó la escuela y llegó a vender su larga cabellera negra para tener qué comer. Ella y su mamá lavan ropa y planchan cuando se lo piden. Uno de los chicos es ayudante de albañil, pero no siempre consigue trabajo.
Cecilia sabe que una oportunidad como la que tuvo su hijo es una bendición. "Aquí no hay noche que no se oigan pedradas, corridas, tiros. Hay mucha droga y muchos robos. Saber que tus hijos no están en eso y que tienen ganas de superarse y hacer otra cosa es muy lindo", confiesa mientras alcanza unos mates. Ese es el almuerzo del día.
El payaso
¿Y cómo llegó a esa película? El año pasado participó unos meses de un taller de teatro que organizaba la Fundación Redes en el centro vecinal. Su profe, Claudio Coronel, supo que tenía talento y apenas se enteró del casting para la película fue a buscarlo para que se presentara. "Mientras otros iban unos días y abandonaban, él nunca dejó de ir", cuenta. Pero al poco tiempo el taller se suspendió por problemas de organización.
"Dale, Víctor, hacete algún personaje", lo increpan sus hermanos. Sin necesidad de que le rueguen Víctor entra en su casa y al rato sale con la remera anudada por encima del pupo. "Hola, mi nombre es Victoria, pero me dicen Viky", dice mientras se bambolea y quiebra la muñeca. Su auditorio está sentado en unos cajones, un par de sillas y en el piso de tierra... lo miran y estalla en una carcajada.
"Ay, éste no sé a quién me salió tan payaso", declama su mamá mirando al cielo. Se acuerda de cuando una vecina había puesto en la basura un tutú rosa y unas alas que habían sido del disfraz de su hija. "Cuando lo vemos, Víctor estaba con el tutú y las alas haciéndonos reír a todos".
En el casting le pidieron que leyera un guión sobre la leyenda del perro familiar, pero que lo dijera usando sus palabras. Tuvo tiempo para ensayarlo y ese día lo acompañó su hermana Ramona. Después de eso tenían que esperar la llamada. A los días uno de los productores le avisó a Cecilia que Víctor había sido seleccionado y que en 15 días debía presentarse en San Pablo porque allí se iban a filmar sus escenas.
Para tomarse el colectivo El Provincial, la primera vez, tuvo que pedir prestada plata porque no les alcanzaba para el boleto de los dos. Iban al mediodía y por la noche los llevaba un auto de la producción. Así pasaron tres días intensos.
Los diálogos eran cortos, cuenta Víctor. "Tenía que acercarme a mi tío y despedirlo. También escuchar a mi papá (Vallejos) contar un cuento sobre un pato muy feo... las caras que ponía me hacían reír mucho", dice. Hasta Cecilia y Ramona pegaron un papel como extras. Una como trabajadora golondrina y la otra como vendedora de bollos. "A mí me pusieron para que haga de sombra", bromea Cecilia, aludiendo a su tez oscura. Quedaron encantados con los actores y los productores. Después que terminaban de filmar iban a un bar que quedaba a unas cuadras y comían todos juntos. Cecilia muestra emocionada una foto en la que Víctor está cenando entre Gallo y Cáceres. "Luciano era encantador", dice al borde del enamoramiento.
"No me voy a olvidar nunca de esto", jura Víctor, quien se declara admirador de Guillermo Francella (por el humor) y que después de su experiencia cinematográfica tiene claro que quiere ser actor.
"Cuando salga la película el año que viene voy a ir a comprármela", dice con inocencia. "Che, pero seguro que te regalan una copia", le advierte Claudio. Los ojos de Víctor se iluminan. Se sube a la bici para que le tomen unas fotos. "Yo le había contado a uno de los productores que venía ahorrando hace un montón para la bici, pero cada vez que iba a la bicicletería el viejo le subía el precio", cuenta.
Posa sobre esa vía por la que todos los días pasa el tren carguero y hace temblar las endebles estructuras de su casa apoyada en tierra. Víctor se animó a soñar con otra cosa y se ríe. Se acuerda y se ríe.
La película
Una historia ambientada en los años 50
"Gato Negro" recién será estrenada en septiembre del próximo año. Parte se filmó en tucumán y también se rodará en Buenos Aires y Mar del Plata. El protagonista es Luciano Cáceres, pero también actúan Leticia Brédice, Roberto Vallejos, Luis Luque y Favio Posca.
Cáceres y Brédice interpretan a un matrimonio unido por la ambición. Para conocer los orígenes de Tito, Cáceres le pidió al director Gastón Gallo que lo trajera a Tucumán. En una entrevista con Clarín, Cáceres dice: "En Medinas si te parás en una esquina y mirás hacia donde finaliza el trazado del pueblo ves plantaciones de caña de azúcar por los cuatro costados. El horizonte empieza dos metros y medio más arriba porque estás rodeado del cañaveral". Esa imagen le sirvió para componer su papel de ambicioso sin medida.
Para Gallo éste es su primer largometraje. Cuenta que se crió sabiendo que tenía familiares en pueblitos lejanos. Su familia paterna es de aquí y se crió escuchando leyendas de su abuelo y tíos. "Se podría decir que generé una ficción a partir de universos reales, cercanos a mí", reconoció en una entrevista con LA GACETA a fines de julio.
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