Por Federico Espósito
17 Agosto 2013
UNA VEZ AL FRENTE. Figallo, seguido por el tucumano Julio Farías, encara a sus rivales. No sirvió. FOTO DE RODRIGO VERGARA / UAR
Esto de enfrentarse al triunvirato más poderoso del planeta rugby es una cuestión agridulce: al orgullo de formar parte de la elite mundial se le contrapone la lógica que sobreviene de enfrentar al alumno contra los maestros. Aún así, aunque la derrota sea el resultado por defecto ante los monstruos de la Sanzar, ni el pronóstico más pesimista auguraba un debut tan amargo de Los Pumas en su segundo Rugby Championship: el 73 a 13 sufrido en manos de los Springboks se convirtió en la derrota más abultada en el historial entre ambos.
Los Pumas fueron rival solo durante la primera media, e incluso en ella fueron superados por una Sudáfrica sin exceso de luces, pero menos imprecisa. Ya desde el principio, Argentina evidenció problemas en las formaciones fijas, y prácticamente no tuvo la pelota. Así, debió resignarse a defender como podía, pero ni la suerte la acompañó: Patricio Albacete duró menos de 15 minutos (¿para qué lo arriesgaron si no estaba al 100%) y Juan Martín Hernández se fue poco después, sin pena ni gloria.
Los últimos 10 minutos fueron una paradoja: Los Pumas estuvieron al borde del try, pero otra imprecisión terminó en manos enemigas y luego en try. Fue el comienzo del fin para el equipo argentino, que pese a un nuevo try antes del descanso, aún no había visto lo peor...
Los últimos 40 minutos fueron directamente un sacrificio en honor a Mandela. Abatidos física y mentalmente, Los Pumas vivieron uno de los segundos tiempos más interminables de su historia. Los Springboks, autoabastecidos de confianza, fulminaron sistemáticamente a su rival, penetrando por todos lados, construyendo una paliza cuyos efectos psicológicos serán el principal problema a solucionar para Santiago Phelan en los siete días que los separan de la revancha en Mendoza.
Los Pumas fueron rival solo durante la primera media, e incluso en ella fueron superados por una Sudáfrica sin exceso de luces, pero menos imprecisa. Ya desde el principio, Argentina evidenció problemas en las formaciones fijas, y prácticamente no tuvo la pelota. Así, debió resignarse a defender como podía, pero ni la suerte la acompañó: Patricio Albacete duró menos de 15 minutos (¿para qué lo arriesgaron si no estaba al 100%) y Juan Martín Hernández se fue poco después, sin pena ni gloria.
Los últimos 10 minutos fueron una paradoja: Los Pumas estuvieron al borde del try, pero otra imprecisión terminó en manos enemigas y luego en try. Fue el comienzo del fin para el equipo argentino, que pese a un nuevo try antes del descanso, aún no había visto lo peor...
Los últimos 40 minutos fueron directamente un sacrificio en honor a Mandela. Abatidos física y mentalmente, Los Pumas vivieron uno de los segundos tiempos más interminables de su historia. Los Springboks, autoabastecidos de confianza, fulminaron sistemáticamente a su rival, penetrando por todos lados, construyendo una paliza cuyos efectos psicológicos serán el principal problema a solucionar para Santiago Phelan en los siete días que los separan de la revancha en Mendoza.
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