13 Agosto 2013
CONTROL. Una de las virtudes de Malagueño es que no siempre la revienta; el defensor puede salir jugando y junto a Bianchi hacen una buena dupla.
El verano español de 2011 incluyó los mejores y los peores momentos en la vida de Javier Malagueño. Jugando para Málaga, en la época de oro en la historia del club, una severa herida en el cartílago de su rodilla derecha lo dejó un año afuera de las canchas. De los dolores -confiesa- no se olvidará nunca, así como tampoco de quien lo arengó a recuperarse. Luego de la intervención quirúrgica, días y días de kinesiología, era Ruud van Nistelrooy quien lo acompañaba en el gimnasio para atravesar la última parte de la recuperación.
El holandés, compañero suyo en el club, había tenido la misma lesión en 2008. "Charlábamos mucho y él se la pasaba fortaleciendo la zona", cuenta Malagueño, un cordobés de Cosquín. El idioma no era un problema ya que van Nistelrooy habla en castellano, inglés y alemán, además de holandés.
Aquella experiencia dejó más que una foto o una simple anécdota. El delantero holandés había llegado al club como parte de un proyecto multimillonario de Abdullah Al-Thani, un jeque árabe y actual propietario del equipo que tenía absolutamente todos los lujos. Atrás había dejado Hamburgo, Real Madrid, Manchester, PSV, entre otros. Y allí, estaba: en un equipo "chico" en comparación de donde venía pero haciendo lo imposible para no volver a lesionarse y seguir metiendo goles. "Estés donde estés, hay que dar el 100%. Es lo que aprendí de esos jugadores en ese vestuario", dice.
Además de Ruud, a la par suya se sentaban jugadores como Santi Cazorla, Isco, Julio Baptista, Jérémy Toulalan, Martín Demichelis, entre muchos otros que consolidaron un equipo que estuvo a un minuto de jugar semifinales de Liga de Campeones. Finalizado su contrato allí, firmó para Tigre en la temporada pasada y ahora está en Atlético, en la B Nacional.
El mes pasado, junto al plantel, tomó un colectivo de línea para volver de una práctica en Ojo de Agua, algo casi impensado para su estadía en Europa aunque la transición no le afecta. "Cuando me contactaron, el proyecto era concreto y le di para adelante. Más allá de que baje de categorías estoy contento de estar en Tucumán. Repito, es lo que aprendí de esos jugadores en España", asegura. "La humildad que tienen es increíble", agrega.
Es obvio que Malagueño sabe adaptarse. Surgido en las inferiores de Belgrano y ex jugador de Talleres, emigró en 2007 a Grecia, para jugar en Iraklis. En un almuerzo, escuchó como los vecinos estrellaban platos y vasos. "Al otro día me explicaron que era una costumbre local cuando quedaban satisfechos", cuenta y aunque nunca lo hizo, se acostumbró. No importa el entorno o cuantas categorías baje, con un salto, como el que dio para marcarle el gol a San Martín, puede volver a subir.
El holandés, compañero suyo en el club, había tenido la misma lesión en 2008. "Charlábamos mucho y él se la pasaba fortaleciendo la zona", cuenta Malagueño, un cordobés de Cosquín. El idioma no era un problema ya que van Nistelrooy habla en castellano, inglés y alemán, además de holandés.
Aquella experiencia dejó más que una foto o una simple anécdota. El delantero holandés había llegado al club como parte de un proyecto multimillonario de Abdullah Al-Thani, un jeque árabe y actual propietario del equipo que tenía absolutamente todos los lujos. Atrás había dejado Hamburgo, Real Madrid, Manchester, PSV, entre otros. Y allí, estaba: en un equipo "chico" en comparación de donde venía pero haciendo lo imposible para no volver a lesionarse y seguir metiendo goles. "Estés donde estés, hay que dar el 100%. Es lo que aprendí de esos jugadores en ese vestuario", dice.
Además de Ruud, a la par suya se sentaban jugadores como Santi Cazorla, Isco, Julio Baptista, Jérémy Toulalan, Martín Demichelis, entre muchos otros que consolidaron un equipo que estuvo a un minuto de jugar semifinales de Liga de Campeones. Finalizado su contrato allí, firmó para Tigre en la temporada pasada y ahora está en Atlético, en la B Nacional.
El mes pasado, junto al plantel, tomó un colectivo de línea para volver de una práctica en Ojo de Agua, algo casi impensado para su estadía en Europa aunque la transición no le afecta. "Cuando me contactaron, el proyecto era concreto y le di para adelante. Más allá de que baje de categorías estoy contento de estar en Tucumán. Repito, es lo que aprendí de esos jugadores en España", asegura. "La humildad que tienen es increíble", agrega.
Es obvio que Malagueño sabe adaptarse. Surgido en las inferiores de Belgrano y ex jugador de Talleres, emigró en 2007 a Grecia, para jugar en Iraklis. En un almuerzo, escuchó como los vecinos estrellaban platos y vasos. "Al otro día me explicaron que era una costumbre local cuando quedaban satisfechos", cuenta y aunque nunca lo hizo, se acostumbró. No importa el entorno o cuantas categorías baje, con un salto, como el que dio para marcarle el gol a San Martín, puede volver a subir.
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