10 Agosto 2013
TRABAJO FORZADO. "En 2004 no me entrené como debía, y la pasé mal. Juré nunca volver a estar en ese estado", afirmó.
Leopoldo de Chazal está otra vez en la cancha. A sus 38 años, hay un peso que ya no carga sobre los hombros: el de tener que demostrar algo. El trabajo ya está hecho. Lo que hoy vive está libre de impuestos. Pero a no confundirse: que quiera disfrutarlo no significa que el compromiso sea menor. A él no le van los medios tonos. Si volvió, es porque todavía se siente capaz de sumar.
"Volví para colaborar con el club que tanto me dio. Siento que todavía estoy capacitado física y técnicamente para desempeñarme, en intermedia, primera o donde me necesiten", se pone a disposición.
El "operativo regreso" se cocinó en cuestión en horas. "Fui a ver la vuelta de mi amigo Álvaro (Galindo) contra Tucumán Rugby, y me ofrecí, sabiendo la necesidad de primeras líneas del club. Justo en ese partido se lesionó el pilar Francisco Trejo. Amigos de la primera me convencieron en el tercer tiempo y a los dos días, ya fui a entrenar. Al sábado siguiente, jugué en la intermedia", resumió el pilar, cuyo último partido en la primera de Uni había sido en noviembre de 2011, por el Torneo del Interior.
En el interín, dirigió la M17 del club y a los "naranjitas" M18 que conquistaron el Argentino en abril. Además, formó una sociedad con Nicolás Centurión y Maxi Benejam para enseñar crossfit en su gimnasio. "Es un entrenamiento funcional de alta intensidad. La filosofía es similar a la del rugby: dejar todo, romper era barrera del no puedo que todos nos ponemos", explica "Popi".
Este último es un mensaje que pretende transmitir, sobre todo a sus colegas de puesto. "No me entra en la cabeza que un primera línea no se entrene como corresponde, cuando es el que mejor preparado debe estar: tiene que empujar el scrum, levantar el line, memorizar las señas, correr, tacklear, pasar el ruck, etcétera", enumera Leopoldo, preocupado por la "escasez de buenos primeras líneas que hay en Tucumán".
Esa rígida autoimposición, que en su momento lo llevó a Los Pumas, tuvo su costo social. "Desde hace 11 años me junto a comer los viernes con mi grupo de la clase 75. Un día llegué y estaban viendo fotos de vacaciones. No aparecía en ninguna, porque mientras ellos se iban, me quedaba a entrenar. ¿Me arrepiento? No. Hubiese sido lindo, no lo niego, pero lo volvería a hacer. Uno de mis amigos me dijo: '¿sabés lo que hubiese dado por vestir la camiseta de Los Pumas y cantar el himno?", cuenta.
Fueron otros tiempos. Hoy solo piensa en la "U", aunque sin ponerse plazos: "de esa forma, puedo disfrutar de cada lunes como si fuera el inicio de mi última semana como jugador. Mientras juegue, ayudaré donde me necesiten, pero sin dejar de aspirar siempre a lo máximo, a la primera. Porque para mí el rugby se juega de una sola manera: en serio. Esto no es como alquilar una canchita para jugar un picado. Mi objetivo es divertirme, pero dejando todo en la cancha. Como siempre".
"Volví para colaborar con el club que tanto me dio. Siento que todavía estoy capacitado física y técnicamente para desempeñarme, en intermedia, primera o donde me necesiten", se pone a disposición.
El "operativo regreso" se cocinó en cuestión en horas. "Fui a ver la vuelta de mi amigo Álvaro (Galindo) contra Tucumán Rugby, y me ofrecí, sabiendo la necesidad de primeras líneas del club. Justo en ese partido se lesionó el pilar Francisco Trejo. Amigos de la primera me convencieron en el tercer tiempo y a los dos días, ya fui a entrenar. Al sábado siguiente, jugué en la intermedia", resumió el pilar, cuyo último partido en la primera de Uni había sido en noviembre de 2011, por el Torneo del Interior.
En el interín, dirigió la M17 del club y a los "naranjitas" M18 que conquistaron el Argentino en abril. Además, formó una sociedad con Nicolás Centurión y Maxi Benejam para enseñar crossfit en su gimnasio. "Es un entrenamiento funcional de alta intensidad. La filosofía es similar a la del rugby: dejar todo, romper era barrera del no puedo que todos nos ponemos", explica "Popi".
Este último es un mensaje que pretende transmitir, sobre todo a sus colegas de puesto. "No me entra en la cabeza que un primera línea no se entrene como corresponde, cuando es el que mejor preparado debe estar: tiene que empujar el scrum, levantar el line, memorizar las señas, correr, tacklear, pasar el ruck, etcétera", enumera Leopoldo, preocupado por la "escasez de buenos primeras líneas que hay en Tucumán".
Esa rígida autoimposición, que en su momento lo llevó a Los Pumas, tuvo su costo social. "Desde hace 11 años me junto a comer los viernes con mi grupo de la clase 75. Un día llegué y estaban viendo fotos de vacaciones. No aparecía en ninguna, porque mientras ellos se iban, me quedaba a entrenar. ¿Me arrepiento? No. Hubiese sido lindo, no lo niego, pero lo volvería a hacer. Uno de mis amigos me dijo: '¿sabés lo que hubiese dado por vestir la camiseta de Los Pumas y cantar el himno?", cuenta.
Fueron otros tiempos. Hoy solo piensa en la "U", aunque sin ponerse plazos: "de esa forma, puedo disfrutar de cada lunes como si fuera el inicio de mi última semana como jugador. Mientras juegue, ayudaré donde me necesiten, pero sin dejar de aspirar siempre a lo máximo, a la primera. Porque para mí el rugby se juega de una sola manera: en serio. Esto no es como alquilar una canchita para jugar un picado. Mi objetivo es divertirme, pero dejando todo en la cancha. Como siempre".
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