¿Quién quiere ser diputado?
Las PASO, para decirlo en criollo, son las elecciones que le permiten al pueblo depurar listas y precandidatos: sólo aquellos aspirantes que superen el 1,5% de los votos positivos emitidos en la provincia (se calculan unas 15.000 boletas para alcanzar ese porcentaje) obtendrán el derecho a seguir secándose los ojos en las generales del 27 de octubre. Entonces, invertirán otro dineral, siempre con el noble fin de sentarse en alguna de las cuatro bancas de diputado nacional por Tucumán que quedarán libres en diciembre.

El desarraigo por ejercer el cargo será duro, pero bien recompensado. El legislador hasta puede escoger una actividad diferente a la de proponer leyes, como hicieron en el último año los oficialistas Miriam Gallardo, Juan Salim (ambos quieren volver pronto al parlamento, lógico), y Stella Maris Córdoba. También puede utilizar los recursos del Congreso para hacer campaña en estas tierras, como demostró el radical Juan Casañas con un linda pila de sobres oficiales de la Cámara Baja. En fin: pase lo que pase, haga lo que haga, nadie le dirá nada al honorable ocupante del escaño.

Los 109 precandidatos en pugna hasta el domingo no se exponen al reality show de la política sólo por estos beneficios (y los valiosos aportes legislativos que ansían brindar al país, ni que hiciera falta decirlo).

En Casa de Gobierno dicen que es una prueba de fuego para la "década ganada". Pero desde afuera, ¿se animaría José Alperovich a refrendar una tarea cuyos datos operativos (el detalle anual de los gastos de los tres poderes locales, por ejemplo) le fuesen escondidos bajo cien llaves? Muy lindas las obras que se hicieron, por lo general con plata de la Nación, y vía contrato directo. Pero en democracia, el derecho al acceso a la información pública es tan importante como la educación, la salud y la vivienda. Pero eso no suma votos, y hasta resta si las cuentas no cierran.

Los opositores, obvio, levantan la bandera del cambio. Algunos prometen seguridad y hasta mejores salarios desde el Congreso (¿?). Juran que todo será diferente. Pero ocho de los 16 "cabeza de lista" no oficialistas ejercen -o ya ejercieron- cargos legislativos. Otros se presentaron en contiendas pasadas, pero no ganaron nada. Habrá pocas caras nuevas en el cuarto oscuro.

Las encuestas (hasta las oficialistas) dicen que José Cano aparece como primera alternativa de la autoproclamada renovación. El radical acude sin embargo a viejas prácticas de doble filo para juntar votos. El senador, que hace un año gambeteó la Carta Orgánica de la UCR local para presidir el caótico partido, eligió apoyarse en gremialistas que compartieron bando con Alperovich durante el mirandismo. Quizás Cano no tenga tantos millones de pesos como Juan Manzur, Osvaldo Jaldo y el FpV, de campaña más ostentosa. Pero hay favores que se pagan, tarde o temprano.

Quienes pelean por salir terceros el domingo, según sondeos, son legisladores con ideas de derecha. Alberto Colombres Garmendia sueña con convencer electores por teléfono. Pero más allá de su supuesta buena posición en la capital, la enlatada franquicia del PRO es menos conocida en el interior tucumano que la mamá de El Chavo del 8. Así, octubre será una utopía. Ricardo Bussi, el otro soldado de este "mini-pelotón", enarbola como principal mensaje de campaña: "Contra Kristina". ¿Qué hubieran hecho sin la Presidenta los publicistas de Fuerza Republicana? Pareciera que hoy el partido creado por el fallecido represor, homicida y gobernante Antonio Domingo Bussi necesita de "Kristina" más que los mismísimos muchachos camporistas.

El resto, siempre según encuestas partidarias, está varios puntos atrás. Es decir: aunque superen el 1,5% en las PASO, en octubre les costará llegar a los más de 100.000 votos estimados para llegar al Congreso. Soñar es fácil. Salvo que ¡Miguel del Sel! llame a su casa a la siesta para pedirle su apoyo. La mayoría, en ese caso, seguro se levantará sólo para colgar el teléfono.

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