Por Ezequiel Fernández Moores
04 Agosto 2013
El fútbol, suele decirse, es una de las mayores fábricas de ilusiones. La temporada anterior, como viene sucediendo cada vez más seguido, pudo poblarse de decepciones, aburrimiento y hasta de muertes. Pero igual, como también sucede casi siempre, miles y miles vuelven este fin de semana a las canchas alimentando un nuevo sueño. Sucede así con cada fecha inicial de un nuevo torneo. Los más críticos convocan por las redes sociales a huelga de hinchas, no ir más a las canchas. Están enojados con la AFA del eterno Julio Grondona, con su club, con los barras, con las manipulaciones de horarios de la TV oficial o, simplemente, con los abusos del negocio.
Razones no les faltan. Sin embargo, el reclamo tiene mucho ruido pero pocos adherentes. La ilusión puede más que el enojo. El gobierno decide primero que a la cancha irán sólo las hinchadas locales "por tiempo indeterminado" y todos saben (sabemos) que las peleas son internas de la propia barra, que no hacen falta visitantes para provocar muertes. Días después, el gobierno decide que las dos primeras fechas sólo irán los socios y todos saben (sabemos) que los barras también suelen ser socios. La AFIP investiga el mundo oscuro de las trasferencias, pero los hinchas quieren (queremos) que igual jueguen Teo Gutiérrez, Fernando Gago y todos los fichajes cuyas operaciones están bajo la lupa. Cuestionamos al fútbol. Queremos que haya fútbol.
El tema no es patrimonio argentino. Cada liga, por mucho dinero que tenga, sufre sus propias contradicciones. En la España en crisis económica, con una desocupación récord, Real Madrid negocia el fichaje del galés Gareth Bale, un futbolista de todavía discreto recorrido internacional por la friolera de más de 100 millones de euros. Y luego dicen que Florentino Pérez, poderoso presidente del club "merengue", es un empresario modelo.
En Inglaterra se conocen nuevas denuncias que cuentan de qué modo países violadores de derechos humanos o magnates de fortuna dudosa se adueñan de los clubes de ese país para lavar su imagen, como se conoció días atrás con Manchester City, propiedad de un fondo inversor controlado por el gobierno de Abu Dhabi. No importa. Los hinchas están felices porque creen que sólo de ese modo pueden competirle al poder de Manchester United.
En Italia la justicia dio la última semana nuevas y contundentes pruebas sobre el entonces capitán de Lazio Stefano Mauri acusado de arreglar partidos, pero club e hinchas siguen apoyando al jugador. Si el fútbol, como dijo alguna vez Jorge Valdano, es la sección juguetería en un universo convertido en mega shopping, aceptamos leyes civiles y reglas morales para los otros negocios, pero pedimos que no molesten demasiado dentro de la juguetería. En Inglaterra, España y en Italia. ¿Por qué no en Argentina?
En Argentina, eso sí, aunque suene paradójico, hay derecho a que la ilusión sea más colectiva. ¿Cómo no pensarlo si en los últimos años han salido campeones equipos como Banfield, Argentinos Juniors y Arsenal? ¿Y no celebró ahora Newell's, que sólo un año y medio atrás estaba en el fondo de la tabla? En España, sabemos, sólo dos clubes tienen posibilidad de ser campeones, Barcelona y Real Madrid. Se quedan con casi la mitad de todo el dinero que reparte la TV y así las diferencias entre ellos dos y el resto crece año a año.
¿Y cuántos equipos tienen aspiraciones de título cuando comienza la Liga inglesa? ¿Y la italiana? No es el caso argentino. Además, a diferencia de torneos anteriores, en esta ocasión los refuerzos de muchos de nuestros equipos tienen mejor color. Gago y el "Cata" Díaz en Boca y Teo Gutiérrez en River son los más celebrados, pero también ofrece ilusión David Trezeguet en un Newell's que perdió a Ignacio Scocco y a "Tata Martino", es cierto, pero que, cuentan desde Rosario, tiene por qué ilusionarse también con el nuevo DT Alfredo Berti, otro seguidor de la línea que implantó tiempos atrás Marcelo Bielsa. Mauro Zárate puede dar variantes ofensivas a Vélez y Santiago Silva gol a Lanús. Y hay pibes que ilusionan en Racing y San Lorenzo, como Rodrigo de Paul y Ángel Correa, entre otros. Se trata de clubes grandes que, con River primero e Independiente después, saben que la crisis puede ser mucho más grave que la falta de un título. Porque en el fútbol argentino, por suerte, nadie está a salvo de caer a la B.
Vuelven jugadores de Europa pese al cambio de moneda que se agrandó. A que el Estado por fin parece dispuesto a investigar el submundo de trasferencias trianguladas vía clubes como Fénix de Uruguay o San Felipe de Chile y de sociedades de nombres y siglas desconocidas como las del pase de Emmanuel Gigliotti radicadas en paraísos fiscales, un sistema que desde hace años no sólo sirve para evadir impuestos, sino que además enriquece a particulares y empobrece a clubes cuya deuda, hay que decirlo, subió a 1.400 millones de pesos.
La vuelta a los 38 años de "la Brujita" Verón también ilusiona en Estudiantes de La Plata. ¿Si Matías Almeyda fue figura en River después de casi cuatro años de inactividad por qué no yo?, habrá pensado Verón, con razón. Eso sí, son retornos que, inevitablemente, muestran a su vez un rostro menos agradable, porque los veteranos ganan luz propia gracias en buena parte a la mediocridad técnica del resto del pelotón. Lo confirma también el caso de Juan Román Riquelme en Boca. Es el mismo fútbol que permite consagrar a campeones modestos.
Un fútbol más democrático. Un fútbol más discreto. Un fútbol que ya no sufre las imposiciones del monopolio privado que explotaba su televisación. Pero sí las del Estado que manipula horarios, vive sus propias internas políticas y acomoda seguridades según tiempos electorales. Los barras, es cierto, son hoy actores centrales que condicionan el espectáculo. Lo fueron casi siempre, aún cuando había más cracks y se jugaba un fútbol de más calidad. También pueden ser actores los hinchas de Independiente que en las últimas semanas ayudaron a repintar el estadio para iniciar el largo y duro periplo del equipo en la B Nacional. Son hinchas que aman a su club. Ojalá podamos todos amar un poco más al fútbol.
Razones no les faltan. Sin embargo, el reclamo tiene mucho ruido pero pocos adherentes. La ilusión puede más que el enojo. El gobierno decide primero que a la cancha irán sólo las hinchadas locales "por tiempo indeterminado" y todos saben (sabemos) que las peleas son internas de la propia barra, que no hacen falta visitantes para provocar muertes. Días después, el gobierno decide que las dos primeras fechas sólo irán los socios y todos saben (sabemos) que los barras también suelen ser socios. La AFIP investiga el mundo oscuro de las trasferencias, pero los hinchas quieren (queremos) que igual jueguen Teo Gutiérrez, Fernando Gago y todos los fichajes cuyas operaciones están bajo la lupa. Cuestionamos al fútbol. Queremos que haya fútbol.
El tema no es patrimonio argentino. Cada liga, por mucho dinero que tenga, sufre sus propias contradicciones. En la España en crisis económica, con una desocupación récord, Real Madrid negocia el fichaje del galés Gareth Bale, un futbolista de todavía discreto recorrido internacional por la friolera de más de 100 millones de euros. Y luego dicen que Florentino Pérez, poderoso presidente del club "merengue", es un empresario modelo.
En Inglaterra se conocen nuevas denuncias que cuentan de qué modo países violadores de derechos humanos o magnates de fortuna dudosa se adueñan de los clubes de ese país para lavar su imagen, como se conoció días atrás con Manchester City, propiedad de un fondo inversor controlado por el gobierno de Abu Dhabi. No importa. Los hinchas están felices porque creen que sólo de ese modo pueden competirle al poder de Manchester United.
En Italia la justicia dio la última semana nuevas y contundentes pruebas sobre el entonces capitán de Lazio Stefano Mauri acusado de arreglar partidos, pero club e hinchas siguen apoyando al jugador. Si el fútbol, como dijo alguna vez Jorge Valdano, es la sección juguetería en un universo convertido en mega shopping, aceptamos leyes civiles y reglas morales para los otros negocios, pero pedimos que no molesten demasiado dentro de la juguetería. En Inglaterra, España y en Italia. ¿Por qué no en Argentina?
En Argentina, eso sí, aunque suene paradójico, hay derecho a que la ilusión sea más colectiva. ¿Cómo no pensarlo si en los últimos años han salido campeones equipos como Banfield, Argentinos Juniors y Arsenal? ¿Y no celebró ahora Newell's, que sólo un año y medio atrás estaba en el fondo de la tabla? En España, sabemos, sólo dos clubes tienen posibilidad de ser campeones, Barcelona y Real Madrid. Se quedan con casi la mitad de todo el dinero que reparte la TV y así las diferencias entre ellos dos y el resto crece año a año.
¿Y cuántos equipos tienen aspiraciones de título cuando comienza la Liga inglesa? ¿Y la italiana? No es el caso argentino. Además, a diferencia de torneos anteriores, en esta ocasión los refuerzos de muchos de nuestros equipos tienen mejor color. Gago y el "Cata" Díaz en Boca y Teo Gutiérrez en River son los más celebrados, pero también ofrece ilusión David Trezeguet en un Newell's que perdió a Ignacio Scocco y a "Tata Martino", es cierto, pero que, cuentan desde Rosario, tiene por qué ilusionarse también con el nuevo DT Alfredo Berti, otro seguidor de la línea que implantó tiempos atrás Marcelo Bielsa. Mauro Zárate puede dar variantes ofensivas a Vélez y Santiago Silva gol a Lanús. Y hay pibes que ilusionan en Racing y San Lorenzo, como Rodrigo de Paul y Ángel Correa, entre otros. Se trata de clubes grandes que, con River primero e Independiente después, saben que la crisis puede ser mucho más grave que la falta de un título. Porque en el fútbol argentino, por suerte, nadie está a salvo de caer a la B.
Vuelven jugadores de Europa pese al cambio de moneda que se agrandó. A que el Estado por fin parece dispuesto a investigar el submundo de trasferencias trianguladas vía clubes como Fénix de Uruguay o San Felipe de Chile y de sociedades de nombres y siglas desconocidas como las del pase de Emmanuel Gigliotti radicadas en paraísos fiscales, un sistema que desde hace años no sólo sirve para evadir impuestos, sino que además enriquece a particulares y empobrece a clubes cuya deuda, hay que decirlo, subió a 1.400 millones de pesos.
La vuelta a los 38 años de "la Brujita" Verón también ilusiona en Estudiantes de La Plata. ¿Si Matías Almeyda fue figura en River después de casi cuatro años de inactividad por qué no yo?, habrá pensado Verón, con razón. Eso sí, son retornos que, inevitablemente, muestran a su vez un rostro menos agradable, porque los veteranos ganan luz propia gracias en buena parte a la mediocridad técnica del resto del pelotón. Lo confirma también el caso de Juan Román Riquelme en Boca. Es el mismo fútbol que permite consagrar a campeones modestos.
Un fútbol más democrático. Un fútbol más discreto. Un fútbol que ya no sufre las imposiciones del monopolio privado que explotaba su televisación. Pero sí las del Estado que manipula horarios, vive sus propias internas políticas y acomoda seguridades según tiempos electorales. Los barras, es cierto, son hoy actores centrales que condicionan el espectáculo. Lo fueron casi siempre, aún cuando había más cracks y se jugaba un fútbol de más calidad. También pueden ser actores los hinchas de Independiente que en las últimas semanas ayudaron a repintar el estadio para iniciar el largo y duro periplo del equipo en la B Nacional. Son hinchas que aman a su club. Ojalá podamos todos amar un poco más al fútbol.
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