La secta Moon desató una polémica

La secta Moon desató una polémica

Una denuncia reveló que en Tucumán funcionaba una filial de la iglesia coreana. El arzobispo Bozzoli la cuestionó por inhumana y anticristiana. Negocios y anticomunismo

El 84 fue un año políticamente agitado en Tucumán, a causa de la inesperada coexistencia de un presidente radical y de un gobernador peronista. La presencia de Sendero Luminoso, admitida por ambos gobernantes, avivó polémicas en la esfera política -sus detalles se evocaron en una columna anterior-.

Casi al concluir 1984, otro episodio conmocionó a la sociedad tucumana. Súbitamente estalló un escándalo con la revelación de que en Tucumán operaba la Iglesia para la Unificación del Cristianismo Universal, más conocida como secta Moon. La fundó el coreano Sun Myung Moon, que falleció en septiembre de 2012, en la actual Corea del Sur. Había acumulado una fortuna.

Sesgo ideológico

La expansión de esa vertiente religiosa por América marchó del brazo de una férrea prédica anticomunista y de cuantiosas inversiones financieras. Eran los tiempos calientes de la Guerra Fría, que enfrentó a Estados Unidos con la Unión Soviética. El controvertido líder religioso había sido antes pastor prebisteriano en Estados Unidos y se financiaba a través de una organización llamada Causa.

Según una investigación del Canal 1 de la televisión francesa, Moon predicaba que su iglesia se proponía salvar al mundo de Satán y del comunismo.

América ha sido elegida para luchar contra el comunismo, planteaba. Uruguay era el puente elegido para ingresar en América del Sur. 

En la época en que se descubría la conexión tucumana, el orientador espiritual estaba preso por evasión impositiva en Estados Unidos. Durante el juicio, afirmó que había hablado con Jesucristo, Buda y Moisés.

En tribunales

El 7 de diciembre, el juez de instrucción penal, Eduardo Bichara y la fiscala María del Pilar Prieto allanaron un departamento ubicado en San Lorenzo 935, donde tenía su sede la iglesia de la secta.

El padre del menor Roberto Alfredo Attay denunció que su hijo había sido capturado por una organización internacional con fines inconfesables. 

Afirmaba, con el patrocinio del abogado Juan Carlos Ponssa, que les inculcaban el odio a los padres y que Moon era el nuevo Mesías. 

Con el ministro político José Alberto Cúneo Vergés, dialogaron desde Buenos Aires el abogado Carlos Ortiz Almonacid, el referente religioso Humberto Arena, preocupados por la detención de Attay, Mónica Ortiz y Aníbal Fernández Rey Bouillon. En tribunales, Arena y Liliana Morata también quedaron detenidos por haber protagonizado un incidente en el despacho de Bichara.

Ortiz Almonacid acudió en ayuda de los miembros de la secta y presentó un habeas corpus ante la Cámara Penal II de Apelaciones para lograr la liberación de los detenidos por Bichara. Los jueces Fermín Jiménez, Augusto Imbert y José del Valle López admitieron el recurso y declararon nulas las actuaciones de Bichara. Ortiz Almonacid fue luego defensor de José López Rega en Estados Unidos.

Los cruces

La disputa prosiguió fuera del ámbito judicial.

Si a los 18 años puede elegir el futuro del país y hasta morir por la patria, por qué no puede decidir sus creencias, argumentó el japonés Kenjiro Aoki, funcionario de la iglesia. Guillermo Attay, padre de Roberto, acusó a la secta de haberle lavado el cerebro y de inducirlo al odio a la familia. 

El arzobispo Horacio Bózzoli clausuró la polémica el 26 de diciembre del 84. No es cristiana, ni humana porque no permite el regreso de los jóvenes a los hogares, aseveró. Recomendó, además, a los padres que quisieran recuperar a sus hijos de la influencia de la iglesia de Moon, que intentaran la vía civil para reivindicar la patria potestad, y que no lo hicieran por el fuero penal.

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