Macedonio

Macedonio

Sus prólogos son la mímica reiterada de un gesto histérico, de ruptura, antes de la huida victoriosa, sin culpas, para que otros terminen el trabajo realizado a medias.

04 Agosto 2013

Por Marcelo Damiani - Para LA GACETA - BUenos Aires

El año pasado se cumplió el 60° aniversario de la muerte de Macedonio Fernández (1874-1952), y también el 45° de la publicación post mortem de su obra magna: Museo de la novela de la Eterna (1967). Considerado el primer metafísico argentino, amigo de Raúl Scalabrini Ortiz y maestro de Borges, fue curioso que casi no se le realizaran homenajes, salvo el organizado conjuntamente por el Malba y la Biblioteca Nacional. Allí, durante dos días se reunieron los macedonianos, verdadera cofradía cuasi secreta, para aportar nuevas lecturas o refrendar otras, muchas de ellas compiladas por Roberto Ferro (organizador del evento) en Macedonio (1997), el volumen 7 de la Historia crítica de la literatura argentina. Las jornadas fueron abiertas por Ricardo Piglia y Horacio González, y cerradas por Noé Jitrik. En el medio hubo una gran cantidad de investigadores y escritores argentinos, pero también otros provenientes de Brasil, México, Italia y Francia.

Sería imposible hacer aquí un resumen de lo expuesto en todas las ponencias. Sin embargo, es de destacar la de Daniel Attala, de la Universidad de Bretaña Sur:

En pronto mayor: Improvisación y comienzo en Macedonio Fernández

. Allí, luego de señalar acertadamente la pasión macedoniana por los comienzos, Attala se lanza a un análisis inédito de la relación entre la escritura de Macedonio y la música clásica, sobre todo en relación a Chopin. En este sentido, de la misma forma que la prosa de Borges puede ser relacionada con el tango, la de Cortázar con el jazz y la de Saer con las arias de Bach, podríamos decir que recién ahora la prosa macedoniana está empezando a ser escuchada con atención académica.

Por mi parte, tuve la suerte de ser invitado para llevar a cabo un viejo proyecto: Escribir sobre los 57 prólogos del Museo… Es que siempre pensé que ahí se cifraba el gran gesto macedoniano, ese que le hizo reconocer en "Tantalia" una estructura histérica (en el buen sentido) a toda su obra: "El mundo es de inspiración tantálica", anotó allí: "Todo lo que desea un hombre le es brindado y negado. Yo también pensé: Tienta y niega". Acá Macedonio nos proporciona su clave secreta de lectura. Una política de la seducción y el rechazo como un doble movimiento indivisible. Por un lado, la tentación del humor, los chistes, la ironía; por el otro, el desaire críptico, la sintaxis enredada en aporías, en paradojas, en formulaciones imposibles. Es decir, la resistencia de Macedonio a la escritura (entendida como una forma de comunicación social) sería el correlato del rechazo (en el que se filtra su ideología anarquista) de la forma novela-realista (un tipo de suicidio artístico, pensaba él) como parte constitutiva del statu quo literario-burgués.

Los efectos más visibles de la poética macedoniana, por supuesto, son la gran cantidad de prólogos firmados por Borges y su resistencia a escribir una novela, no sólo el género popular por excelencia, sino también el que su maestro se tomó el trabajo de dinamitar desde el más allá.

Los prólogos de Macedonio, por último, son la mímica reiterada de un gesto histérico, de ruptura, antes de la huida victoriosa, sin culpas, para que otros terminen el trabajo realizado a medias. Sus prólogos son la preparación para la novela, el anuncio infinito, la prefiguración imposible de una obra que quiere superar las expectativas y los horizontes de propagación. Una obra que pretende arrasar con todo a su paso como si se tratara de un tornado o un huracán.

Tal vez por eso Libertella, quizá su único heredero, considerará que una de las pocas opciones literarias válidas, en concordancia con esta tradición vanguardista, será la escenificación de las ruinas luego del desastre. Ruinas habitadas por fantasmas, esquirlas de una lengua incomprensible o hermética y un imaginario desértico, dispuesto para ser reconstruido desde las cavernas, con los virtuales vestigios del porvenir.

El futuro, por ahora, le está dando la razón.

© LA GACETA Marcelo Damiani - Novelista, crítico, profesor de la Universidad Maimónides.

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