Por Ricardo Reinoso
02 Agosto 2013
GENTILEZA TEATRO ESTABLE.
La excelente puesta de La Casa de Bernarda Alba -de Federico García Lorca- a cargo del Teatro Estable en la sala Caviglia (viernes a domingos) tiene virtudes que la destacan como uno de los puntos más altos de la temporada. En primer lugar, reúne a un grupo de actrices que derrochan talento y se complementan perfectamente en escena. Además, logra complementar el poderoso texto con una resolución escénica impecable. El director Rafael Nofal diseñó un espacio austero que sigue el postulado de Bertolt Brecht: no pretende crear ilusión de realidad sino mostrar el hecho teatral puro.
Los escasos accesorios escénicos (sillas, lienzo, tules) son usados de manera coreográfica para dinamizar la acción y para subrayar las ideas centrales del texto lorquiano, que brilla en toda su dimensión. El vestuario sencillo y atemporal abotona su negrura con fuerza sobre los cuerpos. Reprime los deseos juveniles que ansían escapar y que por momentos dejan entrever su sensualidad. Los tules y las sábanas remiten a los anhelos frustrados de matrimonio que atormentan a las jóvenes.
Una curiosidad: la cerrada censura que existía en la España de esa época suena a veces ridícula a los oídos del espectador actual y llega a provocar algunas risas, como en el momento en que la criada anuncia con voz dramática que una vecina tuvo un bebé "y no se sabe quién es el padre". Pero pronto la tragedia muestra su real cara cuando relata que mató al niño y ahora el pueblo la quiere linchar. La violencia machista, el fanatismo religioso, la represión sexual, la hipocresía destructiva, son males que Lorca denuncia y cuyos resabios todavía perduran en muchos contextos sociales del mundo actual.
Susana Santos como Poncia, la criada irónica que es como la voz de la razón, se gana la simpatía del público con su amargo histrionismo. Se destaca también la firmeza de Alicia López Vera, como Bernarda, y la sensualidad entre juguetona y doliente de Eloísa Martínez Romero (Adela). Pero las demás actrices también se lucen, cada una en su definido rol: Andrea Barbá (Angustias), Daniela Canseco (Martirio), Noé Andrade (Amelia) y Daniela Villalba (Magdalena). Por su parte, Jorge García logra una inolvidable caracterización de María Josefa.
En resumen, una puesta imperdible que refleja el alto nivel artístico del teatro tucumano.
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