29 Julio 2013
EN LA CALLE. Seguidores del presidente Mursi desoyeron la amenaza policial REUTERS
EL CAIRO.- Escenas horribles se vivieron el sábado en el hospital improvisado de los Hermanos Musulmanes ante la mezquita Rabia al Adawiya en El Cairo: muertos y heridos graves envueltos en sábanas cubiertas de sangre, alineados sin fin. Los médicos operaban literalmente encharcados en sangre. La causa de muerte más frecuente: heridas de bala en la cabeza y el pecho. El Ministerio de sanidad habló de unos 80 muertos; y los Hermanos Musulmanes, afines al ex presidente derrocado Mohamed Mursi, de más de un centenar.
En batallas callejeras que duraron horas, la policía disparó con munición real, después de que los islamistas salieran de su campamento de protesta ante la mezquita de Ciudad Nasser, para bloquear la autopista urbana.
Ayer, a un día de la jornada más violenta desde el golpe de Estado que derrocó a Mursi, el ministro del Interior, Mohamed Ibahim, le aportó más tensión al clima que vive el país, al volver a amenazar con responder con "toda dureza" ante cualquier intento de "perturbar el ambiente", pese a lo que los islamistas prometen volver a las calles.
El vocero de la Coalición Nacional para la Defensa de la Legitimidad (aglutina a varios grupos islamistas) adelantó que convocarán más marchas. Ahmed Nashar explicó que anunciarán el lugar y la hora a último momento para evitar a la policía. Ayer, un joven murió y 28 personas resultaron heridas en nuevos enfrentamientos.
"No puede imaginarse que se produzcan tantos muertos sin intención de matar o al menos sin un desprecio censurable de la vida humana", aseguró Nadim Houry, observadora de la organización defensora de los derechos humanos Human Rights Watch.
A ello se añade que esa intervención de la policía sigue un modelo muy bien conocido en Egipto: el uso excesivo de la fuerza fue un instrumento de dominio del ex presidente Hosni Mubarak, lo que culminó en la revolución de comienzos de 2011, cuando unos 800 manifestantes fueron asesinados antes de que renunciara.
Incluso después esa violencia no desapareció de la vida cotidiana del país, no durante el caótico dominio transitorio del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, y tampoco durante el gobierno del islamista Mursi, el primer presidente elegido democráticamente en la historia del país.
Desde su derrocamiento por el Ejército, las fuerzas de seguridad retienen las riendas más fuerte que nunca, con menos escrúpulos que nunca desde la revolución de 2011. (DPA)
En batallas callejeras que duraron horas, la policía disparó con munición real, después de que los islamistas salieran de su campamento de protesta ante la mezquita de Ciudad Nasser, para bloquear la autopista urbana.
Ayer, a un día de la jornada más violenta desde el golpe de Estado que derrocó a Mursi, el ministro del Interior, Mohamed Ibahim, le aportó más tensión al clima que vive el país, al volver a amenazar con responder con "toda dureza" ante cualquier intento de "perturbar el ambiente", pese a lo que los islamistas prometen volver a las calles.
El vocero de la Coalición Nacional para la Defensa de la Legitimidad (aglutina a varios grupos islamistas) adelantó que convocarán más marchas. Ahmed Nashar explicó que anunciarán el lugar y la hora a último momento para evitar a la policía. Ayer, un joven murió y 28 personas resultaron heridas en nuevos enfrentamientos.
"No puede imaginarse que se produzcan tantos muertos sin intención de matar o al menos sin un desprecio censurable de la vida humana", aseguró Nadim Houry, observadora de la organización defensora de los derechos humanos Human Rights Watch.
A ello se añade que esa intervención de la policía sigue un modelo muy bien conocido en Egipto: el uso excesivo de la fuerza fue un instrumento de dominio del ex presidente Hosni Mubarak, lo que culminó en la revolución de comienzos de 2011, cuando unos 800 manifestantes fueron asesinados antes de que renunciara.
Incluso después esa violencia no desapareció de la vida cotidiana del país, no durante el caótico dominio transitorio del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, y tampoco durante el gobierno del islamista Mursi, el primer presidente elegido democráticamente en la historia del país.
Desde su derrocamiento por el Ejército, las fuerzas de seguridad retienen las riendas más fuerte que nunca, con menos escrúpulos que nunca desde la revolución de 2011. (DPA)
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