26 Julio 2013
Supresión, defunción, deceso, aparición, aniquilamiento, fallecimiento. Son algunos sinónimos de muerte. Pero hay otros que tienen mucho que ver con la destrucción del ser humano, como la drogadicción, que se ha convertido en una calamidad de la sociedad, que ataca especialmente a la juventud. En su histórica visita a Brasil y durante la inauguración simbólica un centro de recuperación de dependientes químicos que empezará a funcionar en agosto en el Hospital San Francisco de Asís, en Río de Janeiro, el papa Francisco se manifestó contrario a liberar el consumo de estupefacientes y afirmó que es necesario afrontar "los problemas que están a la base de su uso, promoviendo una mayor justicia, educando a los jóvenes en los valores que construyen la vida común, acompañando a los necesitados y dando esperanza en el futuro". Y agregó: "¡Cuántos mercaderes de muerte que siguen la lógica del poder y el dinero a toda costa! La plaga del narcotráfico, que favorece la violencia y siembra dolor y muerte, requiere un acto de valor de toda la sociedad".
En Tucumán, desde hace unos años, la droga viene avanzando a paso redoblado, hasta el punto de que los niños comienzan a consumirla a los cinco o seis años y hay familias humildes enteras que han hecho de su venta un medio de vida. Conocedor de nuestra realidad, el vicario de la Solidaridad y Asuntos Sociales dijo que en los barrios más pobres se perciben más las consecuencias fatales del consumo de drogas. "Es más grave el problema en estos lugares porque está asociado a la desnutrición de base que traen y que a muchos de ellos, un alto porcentaje, les impide terminar su escuela primaria. Es más grave porque el acceso a una educación integral, a una salud plena es muy escaso, por más que se diga lo contrario. Basta recorrer casa por casa, esquina por esquina, hablar con ellos, mirar el estado de sus casas, oler el olor nauseabundo de aguas servidas, viviendo en medio de las heces de animales para preguntarnos: ¿Qué amor y apego a la vida puede esperarse de niños y jóvenes que crecen en esos medios? ¿Por qué razón esos lugares son medio privilegiado para la venta de drogas? ¿Por qué resulta más fácil 'conseguirla'? ¿Quién tiene que saber esto y combatirlo? ¿Lo saben las autoridades?"
Semanas atrás, un médico tucumano experto en adicciones, director fundador de la Unidad de Adicciones del Hospital General de Montreal, afirmó que la juventud está desposeída de roles sociales y que la primera medida de prevención sería devolverle a la juventud un puesto en la sociedad. "En vez de poner más servicios médicos, yo pondría un club para que jugaran al básquet, por ejemplo. Un club hace mucho más que lo que uno pueda hacer desde la salud... Hay que rellenar con algo que no sea droga tantos espacios vacíos que tiene la juventud", dijo.
En otras oportunidades, hemos señalado la importancia de diseñar una política de Estado integral para combatir la drogadicción. Si no se toma la educación como base y se suma la práctica de deportes, la alfabetización de los adultos, la organización de cooperativas de trabajo, la construcción de centros de internación a los que pueda asistir cualquier persona, difícilmente se pueda luchar con éxito contra ella.
Si el consumo aumenta de modo preocupante significa que hay cosas que no se están haciendo o se las está haciendo mal. La droga es sinónimo de muerte. No debemos olvidarlo.
En Tucumán, desde hace unos años, la droga viene avanzando a paso redoblado, hasta el punto de que los niños comienzan a consumirla a los cinco o seis años y hay familias humildes enteras que han hecho de su venta un medio de vida. Conocedor de nuestra realidad, el vicario de la Solidaridad y Asuntos Sociales dijo que en los barrios más pobres se perciben más las consecuencias fatales del consumo de drogas. "Es más grave el problema en estos lugares porque está asociado a la desnutrición de base que traen y que a muchos de ellos, un alto porcentaje, les impide terminar su escuela primaria. Es más grave porque el acceso a una educación integral, a una salud plena es muy escaso, por más que se diga lo contrario. Basta recorrer casa por casa, esquina por esquina, hablar con ellos, mirar el estado de sus casas, oler el olor nauseabundo de aguas servidas, viviendo en medio de las heces de animales para preguntarnos: ¿Qué amor y apego a la vida puede esperarse de niños y jóvenes que crecen en esos medios? ¿Por qué razón esos lugares son medio privilegiado para la venta de drogas? ¿Por qué resulta más fácil 'conseguirla'? ¿Quién tiene que saber esto y combatirlo? ¿Lo saben las autoridades?"
Semanas atrás, un médico tucumano experto en adicciones, director fundador de la Unidad de Adicciones del Hospital General de Montreal, afirmó que la juventud está desposeída de roles sociales y que la primera medida de prevención sería devolverle a la juventud un puesto en la sociedad. "En vez de poner más servicios médicos, yo pondría un club para que jugaran al básquet, por ejemplo. Un club hace mucho más que lo que uno pueda hacer desde la salud... Hay que rellenar con algo que no sea droga tantos espacios vacíos que tiene la juventud", dijo.
En otras oportunidades, hemos señalado la importancia de diseñar una política de Estado integral para combatir la drogadicción. Si no se toma la educación como base y se suma la práctica de deportes, la alfabetización de los adultos, la organización de cooperativas de trabajo, la construcción de centros de internación a los que pueda asistir cualquier persona, difícilmente se pueda luchar con éxito contra ella.
Si el consumo aumenta de modo preocupante significa que hay cosas que no se están haciendo o se las está haciendo mal. La droga es sinónimo de muerte. No debemos olvidarlo.
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