Por Jorge Figueroa
26 Julio 2013
Su hijo fue profesor de Matemática en el Gymnasium en los duros años 1974 y 1975, y tuvo que emigrar a Brasil por su militancia trotskista; pero su hermano, montonero, no tuvo igual suerte, y fue secuestrado y asesinado en Buenos Aires.
León Ferrari tuvo que sobrevivir a toda esta tragedia familiar, cuando ya era un conocido artista a través de su obra, "La civilización occidental y cristiana", que había revulsionado la escena de los 60: Cristo, nada menos, aparecía crucificado en un avión norteamericano en plena guerra de Vietnam.
Nada de lo político le era ajeno; y nada de lo artístico, tampoco: por eso, hasta hace apenas pocos años, León Ferrari daba lecciones a los más jóvenes cuando seguía experimentando con nuevos materiales, como con el poliuretano, con los que construyó sus "músicos" en 2008, una de sus últimas exposiciones. En 2007 había sido elegido por la Bienal de Venecia como el mejor artista del mundo y recibió el "León de Oro": un león para otro león.
En 2009, donó al MUNT (nunca se expusieron en su totalidad) un centenar de obras de las series "Heliografías", "L' Osservattore romano", "Nunca más" y "Nosotros no sabíamos".
Su anticlericalismo recalcitrante nunca fue tolerado: tan es así que el actual Papa Francisco, encaró una campaña en su contra intentando que su exposición en el Centro Cultural Recoleta (2004) fuese levantada. El entonces cardenal Jorge Bergoglio, que la consideraba una "blasfemia", logró que se cerrara un mes antes de lo previsto.
Su imagen de anciano bonachón quedaba clara cuando participó en la película "El artista".
En su larga trayectoria artística no se privó de expresarse en ningún material y género: esculpió, pintó, dibujó, y realizaba instalaciones, videos y objetos.
Las relaciones entre arte y política siempre estuvieron presentes en su obra y fueron muy estrechas.
Durante 1976, realizó una vasta recopilación de noticias publicadas en diarios argentinos. "Coleccioné los hábeas corpus, los discursos oficiales y además hice una colección de declaraciones de la Iglesia", contaba el artista.
Si bien se ve, Ferrari se desplazaba cómodamente en el arte conceptual, porque en esa serie, en particular, actúa como una contrainformación (no por casualidad también integró el movimiento Tucumán Arde, en 1968), que refuta, por así decirlo, la afirmación central, oficial. Los recortes periodísticos adquieren, de este modo, valor artístico, desde que se presentan públicamente como tales.
Como los grandes artistas, León Ferrari siempre perteneció a su tiempo. Contemporáneo, avant- la lettre, supo recurrir a la apropiación artística en su viejo taller de la calle Pichincha, en Buenos Aires, allí donde a todo lo sometía a experimentación.
León Ferrari tuvo que sobrevivir a toda esta tragedia familiar, cuando ya era un conocido artista a través de su obra, "La civilización occidental y cristiana", que había revulsionado la escena de los 60: Cristo, nada menos, aparecía crucificado en un avión norteamericano en plena guerra de Vietnam.
Nada de lo político le era ajeno; y nada de lo artístico, tampoco: por eso, hasta hace apenas pocos años, León Ferrari daba lecciones a los más jóvenes cuando seguía experimentando con nuevos materiales, como con el poliuretano, con los que construyó sus "músicos" en 2008, una de sus últimas exposiciones. En 2007 había sido elegido por la Bienal de Venecia como el mejor artista del mundo y recibió el "León de Oro": un león para otro león.
En 2009, donó al MUNT (nunca se expusieron en su totalidad) un centenar de obras de las series "Heliografías", "L' Osservattore romano", "Nunca más" y "Nosotros no sabíamos".
Su anticlericalismo recalcitrante nunca fue tolerado: tan es así que el actual Papa Francisco, encaró una campaña en su contra intentando que su exposición en el Centro Cultural Recoleta (2004) fuese levantada. El entonces cardenal Jorge Bergoglio, que la consideraba una "blasfemia", logró que se cerrara un mes antes de lo previsto.
Su imagen de anciano bonachón quedaba clara cuando participó en la película "El artista".
En su larga trayectoria artística no se privó de expresarse en ningún material y género: esculpió, pintó, dibujó, y realizaba instalaciones, videos y objetos.
Las relaciones entre arte y política siempre estuvieron presentes en su obra y fueron muy estrechas.
Durante 1976, realizó una vasta recopilación de noticias publicadas en diarios argentinos. "Coleccioné los hábeas corpus, los discursos oficiales y además hice una colección de declaraciones de la Iglesia", contaba el artista.
Si bien se ve, Ferrari se desplazaba cómodamente en el arte conceptual, porque en esa serie, en particular, actúa como una contrainformación (no por casualidad también integró el movimiento Tucumán Arde, en 1968), que refuta, por así decirlo, la afirmación central, oficial. Los recortes periodísticos adquieren, de este modo, valor artístico, desde que se presentan públicamente como tales.
Como los grandes artistas, León Ferrari siempre perteneció a su tiempo. Contemporáneo, avant- la lettre, supo recurrir a la apropiación artística en su viejo taller de la calle Pichincha, en Buenos Aires, allí donde a todo lo sometía a experimentación.
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