Por Teresita Carabajal
25 Julio 2013
Desde una perspectiva biológica, los especialistas aseguran que los cambios que se inician en la pubertad, entre los 8 y 12 años, están destinados a apoyar la maduración de los órganos reproductivos. Mientras que la adolescencia está destinada al desarrollo emocional y mental, frente al desafío de alcanzar la vida adulta. Advierten que son críticos los cambios que se realizan en los lóbulos frontales, considerados la porción evolutivamente más nueva del cerebro. Facundo Manes en una interesante nota publicada por La Nación (El misterio del cerebro adolescente) plantea verdades que podrían ayudar a comprender cómo influyen los estímulos externos en el crecimiento de los adolescentes. Muchas veces sentimos que ellos desafían al mundo; viven en permanentes encrucijadas y caminan por senderos tan disímiles, que los llevan, a veces, a cruzar ríos revueltos y caer en precipicios infernales (drogas, alcohol, maltrato, delincuencia, etcétera), como si esas panorámicas las hubieran creado ellos mismos. Es interesante conocer lo que enseña la biología: en esa región, la de los lóbulos frontales, maduran funciones tan complejas como "la capacidad para tomar decisiones, para planificar y ejecutar un plan, para ponerse en el lugar del otro y poder discernir pautas sociales", entre otras. También en reconocer lo que está bien y lo que está mal, según la sociedad donde viven. A esto se llegaría, pareciera, recién en los últimos años de la segunda década de vida; es decir entre los 18 y 20 años. Mientras, todo es en formación. Si no se comprende esto, la tarea de padres y de docentes podría volverse infructuosa. La forma en que los jóvenes intentan encajar en la sociedad que los mira lejos, es un tema que Francisco plantea en estas Jornadas Mundiales de la Juventud que se desarrollan en Brasil. Ante los periodistas que lo acompañan, el ex cardenal Jorge Bergoglio, que ha conocido de cerca la vida de los chicos en las villas porteñas, les ha dado una señal que incomoda. Dijo que los jóvenes no pueden estar separados del presente. Aunque se refieran a ellos como el futuro, necesitan ser incluidos en las políticas que se ejecutan. "Necesitan pertenencia", dijo, y alertó sobre el grave problema del mundo: millones de jóvenes sin trabajo, o en una escuela ajena a sus intereses y a su desarrollo. El Papa nos exhorta a que el futuro, realmente, sea de ellos, sin mezquinarles el presente.
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