Por Magena Valentié
24 Julio 2013
Da la impresión de que se hubiera preparado toda su vida para ser Papa. Francisco no deja cabos sueltos. En la primera jornada de la JMJ aclaró que el futuro de un pueblo no sólo se asienta en sus jóvenes, sino también en sus ancianos: "Un pueblo tiene futuro si va con los dos extremos, los jóvenes, que tienen fuerza, y los ancianos, que tienen sabiduría".
Imagino la cara de sus amigos del hogar de ancianos San José, en Flores, donde él se había hecho preparar su habitación para cuando regresara del cónclave del Vaticano, y vivir allí hasta sus últimos días. No imaginaba entonces - ni él ni nadie - que a escasos nueve meses de su jubilación, Jorge Bergoglio celebraría un nuevo nacimiento.
En Río de Janeiro, el Papa nos dijo muy clarito que a los jóvenes debemos ofrecerles "espacio" y buenas "condiciones materiales y espirituales" si queremos que se desarrollen a pleno. Pero al mismo tiempo nos advirtió que no nos vayamos al otro extremo. "Hacemos una injusticia con los ancianos y los dejamos de lado, como si no tuvieran nada para darnos. Hay que cortar la costumbre del descarte", reclamó.
El Papa está llamando a una verdadera cultura de la inclusión, donde no sólo entran los jóvenes. Sino también los viejos, los pobres, los discapacitados, los enfermos, los niños... En la cultura de la inclusión debemos entrar todos.
Imagino a los ancianos del hogar San José aplaudiendo frente al televisor, desde sus sillas de ruedas y sillones. Alguno acaso habrá metido la mano en el bolsillo para buscar su pañuelo. Saben que el padre Jorge no los olvida. Porque aunque él ya no pueda ir a visitarlos como lo hacía siempre para conversar y hacerles bromas, de seguro disfrutarán con descubrir en la pantalla del televisor lo que ellos ya conocen del padre Jorge, en vivo y en directo.
Imagino la cara de sus amigos del hogar de ancianos San José, en Flores, donde él se había hecho preparar su habitación para cuando regresara del cónclave del Vaticano, y vivir allí hasta sus últimos días. No imaginaba entonces - ni él ni nadie - que a escasos nueve meses de su jubilación, Jorge Bergoglio celebraría un nuevo nacimiento.
En Río de Janeiro, el Papa nos dijo muy clarito que a los jóvenes debemos ofrecerles "espacio" y buenas "condiciones materiales y espirituales" si queremos que se desarrollen a pleno. Pero al mismo tiempo nos advirtió que no nos vayamos al otro extremo. "Hacemos una injusticia con los ancianos y los dejamos de lado, como si no tuvieran nada para darnos. Hay que cortar la costumbre del descarte", reclamó.
El Papa está llamando a una verdadera cultura de la inclusión, donde no sólo entran los jóvenes. Sino también los viejos, los pobres, los discapacitados, los enfermos, los niños... En la cultura de la inclusión debemos entrar todos.
Imagino a los ancianos del hogar San José aplaudiendo frente al televisor, desde sus sillas de ruedas y sillones. Alguno acaso habrá metido la mano en el bolsillo para buscar su pañuelo. Saben que el padre Jorge no los olvida. Porque aunque él ya no pueda ir a visitarlos como lo hacía siempre para conversar y hacerles bromas, de seguro disfrutarán con descubrir en la pantalla del televisor lo que ellos ya conocen del padre Jorge, en vivo y en directo.
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