Crónica
LA MISA DEL DIABLO
MIGUEL PRENZ
(Tusquets - Buenos Aires)
"A la izquierda del cuerpo, a la altura del hombro, estaba la cabeza, pelada hasta el hueso, aunque con un barniz de sangre seca, algunos jirones de carne y el cerebro adentro. El pelo, la piel, los músculos, los ojos, las orejas, la lengua, la faringe y la nariz, según algunas fuentes, habrían sido comidos por un perro, ahuyentado luego por la dueña de la casa cuya parte trasera da al pastizal, la misma que avisó por teléfono a la policía", se lee en las primeras líneas de La misa del diablo -Tusquets), escrito por el periodista Miguel Prenz. Se trata de una crónica de 240 páginas escritas con gran ritmo y que atrapa desde ese comienzo tan descriptivo como duro. El autor es minucioso en los detalles que ocurren antes, durante y después del asesinato de Ramón González -Ramoncito-, un chico de 11 años cuyo cuerpo decapitado apareció en un pastizal de Mercedes, Corrientes, el 8 de octubre de 2006. El pequeño, que solía vender estampitas en la estación de micros, formaba parte de una familia pobre. Lo primero que se dijo, y se comprobó luego, es que el hecho fue producto de un rito satánico.
Dos años más tarde, Prenz inició una serie de viajes a esa ciudad para entrevistar a vecinos, familiares de la víctima, fiscales, jueces, policías y hasta a los acusados. El primer paso lo dio con la ayuda de la monja Martha Pelloni, quien lo conectó con la gente adecuada.
Cóctel cargado
En este cóctel correntino hay de todo: trata de personas, drogas, prostitución, dinero y poder. La tranquilidad con que responden dos de las condenadas a las preguntas del autor, desde la cárcel, es asombrosa. Se describe incluso su decepción al saber que ante ellas sólo habrá un periodista con lapicera, anotador y grabador y no una cámara de televisión. Un empresario sospechado de manejar los hilos de la corrupción política se defenderá acusando a otro colega de querer manchar su buen nombre y honor, mientras que un periodista local con el que se encontraron "casualmente" le dará la razón durante toda la conversación que transcurre en una estación de servicio. Alguien culpará sin rodeos a la madre de la víctima por prostituirse y supuestamente no cuidar a sus hijos. Aparecerá el relato de otra menor, quien describirá detalles escabrosos. Sobre todo cuando habla de la muerte de Ramoncito: quedará para el lector curioso saber cómo fueron esos momentos tremendos.
Finalmente, de nueve personas siete fueron condenadas a cadena perpetua por el crimen. De las otras dos, una -el supuesto decapitador- fue encontrada trabajando como oficial de tránsito y espera condena; la otra sigue prófuga. Hay más sospechosos. Políticos, empresarios. Pero no hay pruebas. Otra cosa incierta, como le dijo a Prenz uno de los entrevistados, es cuántos Ramoncitos más hubo. Cuántos Ramoncitos más habrá.
© LA GACETA
Alejandro Duchini