Viendo las mismas cosas, pero viendo más

Viendo las mismas cosas, pero viendo más

AL AIRE LIBRE. El autor Pablo Anadón nació en Villa Dolores, Córdoba. LA GACETA / ARCHIVO AL AIRE LIBRE. El autor Pablo Anadón nació en Villa Dolores, Córdoba. LA GACETA / ARCHIVO
21 Julio 2013

Poseía

Estudios de la luz

PABLO ANADÓN

(Pre - textos - Valencia)

Estudios de la luz, de Pablo Anadón, es uno de esos libros hermosos que, incluso desde el título, se quedan entre los labios del lector como el carozo de una fruta muy dulce que no se quiere terminar de comer. Al mismo tiempo que estos estudios viene a sumarse con gracia a la nutrida producción del prolífico y talentoso poeta de Villa Dolores, intuyo una diferencia -quizás sutil- respecto de trabajos anteriores. ¿Cómo poner en palabras precisas esta intuición que me asalta mientras avanzo por las tres partes que conforman este libro? Claramente no se trata de un cambio en la forma porque el modo de Anadón no ha sido el eclectisismo sino la persistencia. El uso de formas tradicionales como el soneto para intentar el asedio de esa materia fugaz y evanescente que es la experiencia cotidiana.

Previsiblemente quizás, un verso de Mirta Rosenberg viene en mi auxilio: "Ahora, más cerca de la tierra,/ veo las mismas cosas/ pero veo más" dice la poeta rosarina. De esto, creo, se trata el gesto casi físico que sostiene los Estudios de Anadón. El poeta escribe desde otro ángulo, desde otra posición. Ve las mismas cosas, pero ve más. Desde un desencanto particular, escribe más cerca de la tierra y más lejos de la esperanza, y eso arroja otra luz sobre los objetos y las anécdotas que dibujan los poemas: "Sentado en el sillón/ De mimbre viejo en el umbral de la casa/ He traído de nuevo al corazón/ tanta cosa querida, y en la escasa/ Luz del día he rezado una oración/ Por vos, por mí, por lo que fue y ya pasa"

Resulta inevitable para el lector imaginar el regreso de un envejecido Robinson a una isla que, en algún momento, fue sinónimo de felicidad.

"Hermano, en esta misma habitación/ Donde ahora te escribo junto al fuego/Hablábamos y el tiempo era ese fuego". Tal vez la belleza de este libro resida justamente en la lealtad a la única luz con la que cuenta el poeta: la fidelidad obsesiva a una carencia, al ensueño de esas cosas a las que no podemos volver sino a través de las palabras. 

© LA GACETA
Denise León

Publicidad
Comentarios