19 Julio 2013
RÍO LO ESPERA. Con el Pan de Azúcar de fondo, un grupo de jóvenes trabaja para preparar la visita papal. REUTERS
"No habrá cambios de programa durante la visita", informó, tajante, Federico Lombardi, el portavoz del Vaticano, y al mismo tiempo destacó la confianza total en la seguridad de Brasil, cuando el Papa Francisco encabece la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) en Río de Janeiro, a partir del lunes.
Lombardi respondió de ese modo a la idea de las autoridades de modificar algunos puntos del itinerario papal a causa de indicios de que arreciarán las protestas sociales. Y, a pesar de la prudencia del lenguaje diplomático entre Roma y Brasil, se trasluce una tensión real por la seguridad de Francisco.
Sin blindaje
En sus desplazamientos, el Papa será conducido en automóviles normales. Pero, cuando deba internarse entre la multitud lo hará en el jeep blanco descubierto que utiliza en las audiencias de los miércoles en la plaza de San Pedro, en lugar del papamóvil blindado. De todos modos, este ha sido llevado a Río, pero el Papa ha pedido que le quiten los cristales antibala.
En la ciudad carioca se reunirán multitudes impresionantes, y el estilo de Francisco de dar la mano, abrazar, besar a los chicos y a los discapacitados, bajarse del jeep y charlar con los fieles para muchos enciende las alarmas rojas.
Además, el Papa ordenó que todo el esquema de seguridad de su visita sea reducido, contrariando a la Policía Federal. Francisco hizo saber además que no desea hombres armados con fusiles a su lado, en su encuentro con los jóvenes y con los fieles.
Más policías
Los servicios secretos brasileños confirmaron que la presencia del Papa llevará a la calle a miles de personas que buscarán reivindicar derechos sociales. Estiman que las manifestaciones, que ya están siendo convocadas por las redes sociales, son el mayor peligro para su seguridad. Es por eso que las autoridades elevaron de 10.000 a 14.000 el número de policías y militares que se encargarán de proteger al Pontífice día y noche en una ciudad ya de por sí violenta, consignó El País.
En tanto Folha de Sao Paulo informó que mientras desde Brasilia Gilberto Carvalho, secretario general de la Presidencia, afirmaba anteayer que el pueblo hará la seguridad del papa Francisco, ayer, en Río, el ministro de Justicia, José Eduardo Cardozo, y el de Defensa, Celso Amorim, trataban de convencer a los emisarios del Vaticano de la necesidad de aumentar las medidas de protección.
La preocupación principal gira en torno de que el Papa quiere circular en jeep sin vidrios. Otra inquietud de las autoridades es evitar el encuentro de Francisco con la presidenta Dilma Rousseff, el gobernador de Río, Sérgio Cabral, y el alcalde de la ciudad, Eduardo Paes en el Palacio de Guanabara, sede del gobierno del Estado de Río, porque allí está prevista una manifestación de protesta contra el gobernador y el alcalde. Se sugirió al Vaticano la conveniencia de que el Papa se encontrara con las autoridades en el aeropuerto de Galeao, a su llegada, lejos de la ciudad y de las manifestaciones, pero Francisco no cedió.
Desde la Iglesia consideran que las protestas sociales no son contra el Papa sino contra los políticos. A tal punto que el arzobispo de San Pablo, el cardenal Odilo Scherer, informó que Francisco apoya las reivindicaciones sociales de los jóvenes y hasta dedicará a ellas uno de sus discursos.
Reuniones
En Río, los barrios de Leblón e Ipanema amanecieron ayer con rastros del vandalismo por parte de manifestantes que hicieron hogueras en la calle y saquearon locales comerciales. Esto determinó reuniones de emergencia en todos los niveles de seguridad.
Mientras tanto, por la ciudad ya circulan muchos peregrinos extranjeros que van experimentando todo lo bueno y lo malo que Río les ofrece. En general elogian el cariño y la receptividad de los cariocas, y le ponen un 10 en belleza del paisaje. Pero les sorprende la precariedad de los transportes públicos y con los precios de los servicios, que consideran altos, informó Jornal Do Brasil.
Según la organización de la JMJ se espera a más de 350.000 peregrinos de distintos países; entre ellos, más de 40.000 son argentinos.
Lombardi respondió de ese modo a la idea de las autoridades de modificar algunos puntos del itinerario papal a causa de indicios de que arreciarán las protestas sociales. Y, a pesar de la prudencia del lenguaje diplomático entre Roma y Brasil, se trasluce una tensión real por la seguridad de Francisco.
Sin blindaje
En sus desplazamientos, el Papa será conducido en automóviles normales. Pero, cuando deba internarse entre la multitud lo hará en el jeep blanco descubierto que utiliza en las audiencias de los miércoles en la plaza de San Pedro, en lugar del papamóvil blindado. De todos modos, este ha sido llevado a Río, pero el Papa ha pedido que le quiten los cristales antibala.
En la ciudad carioca se reunirán multitudes impresionantes, y el estilo de Francisco de dar la mano, abrazar, besar a los chicos y a los discapacitados, bajarse del jeep y charlar con los fieles para muchos enciende las alarmas rojas.
Además, el Papa ordenó que todo el esquema de seguridad de su visita sea reducido, contrariando a la Policía Federal. Francisco hizo saber además que no desea hombres armados con fusiles a su lado, en su encuentro con los jóvenes y con los fieles.
Más policías
Los servicios secretos brasileños confirmaron que la presencia del Papa llevará a la calle a miles de personas que buscarán reivindicar derechos sociales. Estiman que las manifestaciones, que ya están siendo convocadas por las redes sociales, son el mayor peligro para su seguridad. Es por eso que las autoridades elevaron de 10.000 a 14.000 el número de policías y militares que se encargarán de proteger al Pontífice día y noche en una ciudad ya de por sí violenta, consignó El País.
En tanto Folha de Sao Paulo informó que mientras desde Brasilia Gilberto Carvalho, secretario general de la Presidencia, afirmaba anteayer que el pueblo hará la seguridad del papa Francisco, ayer, en Río, el ministro de Justicia, José Eduardo Cardozo, y el de Defensa, Celso Amorim, trataban de convencer a los emisarios del Vaticano de la necesidad de aumentar las medidas de protección.
La preocupación principal gira en torno de que el Papa quiere circular en jeep sin vidrios. Otra inquietud de las autoridades es evitar el encuentro de Francisco con la presidenta Dilma Rousseff, el gobernador de Río, Sérgio Cabral, y el alcalde de la ciudad, Eduardo Paes en el Palacio de Guanabara, sede del gobierno del Estado de Río, porque allí está prevista una manifestación de protesta contra el gobernador y el alcalde. Se sugirió al Vaticano la conveniencia de que el Papa se encontrara con las autoridades en el aeropuerto de Galeao, a su llegada, lejos de la ciudad y de las manifestaciones, pero Francisco no cedió.
Desde la Iglesia consideran que las protestas sociales no son contra el Papa sino contra los políticos. A tal punto que el arzobispo de San Pablo, el cardenal Odilo Scherer, informó que Francisco apoya las reivindicaciones sociales de los jóvenes y hasta dedicará a ellas uno de sus discursos.
Reuniones
En Río, los barrios de Leblón e Ipanema amanecieron ayer con rastros del vandalismo por parte de manifestantes que hicieron hogueras en la calle y saquearon locales comerciales. Esto determinó reuniones de emergencia en todos los niveles de seguridad.
Mientras tanto, por la ciudad ya circulan muchos peregrinos extranjeros que van experimentando todo lo bueno y lo malo que Río les ofrece. En general elogian el cariño y la receptividad de los cariocas, y le ponen un 10 en belleza del paisaje. Pero les sorprende la precariedad de los transportes públicos y con los precios de los servicios, que consideran altos, informó Jornal Do Brasil.
Según la organización de la JMJ se espera a más de 350.000 peregrinos de distintos países; entre ellos, más de 40.000 son argentinos.