"¡Nelson, Nelson!"

"¡Nelson, Nelson!"

Fragmento de El factor humano

14 Julio 2013

Por John Carlin

Cinco minutos antes del inicio, Nelson Mandela salió al campo para dar la mano a los jugadores. Llevaba la gorra verde y la camiseta verde de los Springboks, abotonada hasta el cuello. Cuando el público lo vio, se quedó en silencio. "Fue como si no pudiera creer lo que estaban viendo", explicaba Luyt. Entonces empezó a oírse un clamor, primero en voz baja, pero enseguida subiendo en volumen e intensidad. Morné Du Plessis lo oyó al salir del vestuario y pasar por el túnel hacia el campo. "Salí a aquel sol frío y brillante de invierno y, al principio, no entendía lo que pasaba, lo que gritaba la gente, por qué había tanta excitación cuando los jugadores todavía no habían saltado al campo. Entonces descifré las palabras. Aquella multitud de blancos, afrikaners, gritaban, como un solo hombre, una sola nación: '¡Nel-son! ¡Nel-son! ¡Nel-son!' Una y otra vez, 'Nel-son, Nel-son', y fue algo…" Los ojos de este ex jugador de rugby se le llenaban de lágrimas mientras intentaba encontrar las palabras para describir el momento. "No creo -prosiguió-, no creo que vuelva a vivir nunca un instante como aquel. Fue un momento mágico, un momento maravilloso. Fue cuando comprendí que realmente había una posibilidad de que este país saliera adelante. Aquel hombre estaba demostrando que era capaz de perdonar por completo, y ellos -la Sudáfrica blanca aficionada al rugby- estaban probando, con aquella reacción, que también querían devolverle el favor, y eso es lo que hicieron al gritar 'Nelson, Nelson"…

El simbolismo era alucinante. Durante décadas, Mandela había representado todo lo que más temían los blancos; durante más años todavía, la camiseta Springbok había sido el símbolo de todo lo que más odiaban los negros. Ahora, de pronto, ante los ojos de toda Sudáfrica y gran parte del mundo, los dos símbolos negativos se habían fundido para crear uno nuevo que era positivo, constructivo y bueno. Mandela era el responsable de esa transformación y se había convertido en la encarnación, no del odio y el miedo, sino de la generosidad y el amor.

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