08 Julio 2013
TEL AVIV.- El inesperado derrocamiento del presidente egipcio, Mohamed Mursi, dejó sin habla al Gobierno israelí. Su primer ministro,Benjamin Netanyahu, le puso un bozal a su gabinete y a sus funcionarios. La orden es no realizar comentarios sobre el caos que vive el país árabe. Cualquier intromisión podría tener consecuencias indeseadas en el juego por el poder en Egipto. Israel está interesado, ante todo, en la estabilidad y previsibilidad de su gran vecino de 85 millones de habitantes y con el que rige un acuerdo de paz relativamente estable desde 1979 .
Sin embargo, es poco lo que puede hacer: sólo orar y esperar. Únicamente el premier dio una opinión con cautela, durante la celebración del Día de la Independencia de Estados Unidos y en la embajada norteamericana en Tel Aviv. Sin mencionar a Egipto, Netanyahu subrayó: "todos los que aspiran a tener libertad son nuestros aliados naturales". Israel espera que haya democracia verdadera en la región, pero eso tomará tiempo, indicó. En realidad, no sabe bien si debe llorar o reír acerca del movimiento de protesta contra los Hermanos Musulmanes.
El Ejército israelí no se muestra muy impresionado. No hay información sobre traslado o despliegue de tropas u otras medidas de prevención, como ocurre en la frontera con una Siria sumida en la guerra civil. El ex jefe del Estado Mayor, Gabi Ashkenazi, afirmó que no ve un peligro inminente por los acontecimientos. "Pienso que las fuerzas de combate egipcias están demasiado ocupadas (con sus asuntos internos) como para preocuparse por cualquier otra cosa fuera del país", afirmó.
Durante el año que estuvieron en el Gobierno los Hermanos Musulmanes, se respetó el acuerdo de paz y se luchó contra el contrabando en la Franja de Gaza. Si bien Mursi congeló las relaciones diplomáticas bilaterales, la colaboración entre los Ejércitos continuó bien aceitada. Y el confidente de Netanyahu, Tzachi Hanegbi, manifestó su esperanza de que también las relaciones diplomáticas puedan volver a ser amigables.
Cuán crítica es la situación, sobre todo en la Península de Sinaí, lo demostraron los ataques de islamistas a las fuerzas de seguridad egipcias muy cerca de la frontera con Gaza. Israel también teme que yihadistas con relaciones con Irán y con la red terrorista Al Qaeda, así como extremistas palestinos, aprovechen el vacío de poder para perpetrar nuevos ataques desde Egipto hacia territorio israelí.
El ex embajador de Israel en El Cairo, Eli Shaked, es pesimista. "Hay muchos interrogantes. Realmente no se puede envidiar a la dirigencia egipcia con problemas tan grandes; es similar a una enfermedad crónica y maligna. No sé qué fórmula mágica aplicará la próxima dirigencia, pero de verdad sería necesario un milagro", sostuvo.
Sin embargo, es poco lo que puede hacer: sólo orar y esperar. Únicamente el premier dio una opinión con cautela, durante la celebración del Día de la Independencia de Estados Unidos y en la embajada norteamericana en Tel Aviv. Sin mencionar a Egipto, Netanyahu subrayó: "todos los que aspiran a tener libertad son nuestros aliados naturales". Israel espera que haya democracia verdadera en la región, pero eso tomará tiempo, indicó. En realidad, no sabe bien si debe llorar o reír acerca del movimiento de protesta contra los Hermanos Musulmanes.
El Ejército israelí no se muestra muy impresionado. No hay información sobre traslado o despliegue de tropas u otras medidas de prevención, como ocurre en la frontera con una Siria sumida en la guerra civil. El ex jefe del Estado Mayor, Gabi Ashkenazi, afirmó que no ve un peligro inminente por los acontecimientos. "Pienso que las fuerzas de combate egipcias están demasiado ocupadas (con sus asuntos internos) como para preocuparse por cualquier otra cosa fuera del país", afirmó.
Durante el año que estuvieron en el Gobierno los Hermanos Musulmanes, se respetó el acuerdo de paz y se luchó contra el contrabando en la Franja de Gaza. Si bien Mursi congeló las relaciones diplomáticas bilaterales, la colaboración entre los Ejércitos continuó bien aceitada. Y el confidente de Netanyahu, Tzachi Hanegbi, manifestó su esperanza de que también las relaciones diplomáticas puedan volver a ser amigables.
Cuán crítica es la situación, sobre todo en la Península de Sinaí, lo demostraron los ataques de islamistas a las fuerzas de seguridad egipcias muy cerca de la frontera con Gaza. Israel también teme que yihadistas con relaciones con Irán y con la red terrorista Al Qaeda, así como extremistas palestinos, aprovechen el vacío de poder para perpetrar nuevos ataques desde Egipto hacia territorio israelí.
El ex embajador de Israel en El Cairo, Eli Shaked, es pesimista. "Hay muchos interrogantes. Realmente no se puede envidiar a la dirigencia egipcia con problemas tan grandes; es similar a una enfermedad crónica y maligna. No sé qué fórmula mágica aplicará la próxima dirigencia, pero de verdad sería necesario un milagro", sostuvo.