06 Julio 2013
Los directores Pierre Coffin y Chris Renaud dan por supuesto que los espectadores ya conocen a los personajes y entran de lleno en el tema; lo abordan exactamente en donde quedó la primera película y no se toman demasiado tiempo en volver a presentar a los personajes. Todos sabemos que Gru ya no es el supervillano que comenzó el primer relato y que las tres simpáticas huerfanitas han sido adoptadas por el ex malhechor y viven en su casa.
Sin embargo, los directores aciertan al presentar rápidamente a un nuevo personaje: la agente Lucy Wilde, quien no sólo acompañará a Gru en la misión sobre la que hace eje la trama sino que, obviamente, planteará la posibilidad de un romance con el protagonista. Claro que todo esto no es otra cosa que un gran pretexto para las intervenciones de los esperados "minions". Es que estos pequeños seres amarillos componen un interesante personaje colectivo que protagoniza los momentos más logrados del filme. Son, además, completa y deliciosamente incorrectos, por lo que todas las situaciones en las que se ven envueltos resultan divertidas y originales. Merece destacarse el acierto en la elección de las canciones ("hits" de antaño) que apoyan determinadas escenas de los pequeños demonios; se trata de esos típicos guiños hacia la platea adulta que siempre están presentes en este tipo de producciones.
Y aunque a esta altura de los acontecimientos resulte un lugar común, no pueden dejar de señalarse la excelencia de la resolución técnica, los alardes de imaginación del concepto visual y la perfección de las expresiones con las que logran dotar a cada uno de los personajes.
Hay una vieja máxima en el teatro que recomienda a los actores no trabajar "ni con perros ni con niños", porque seguramente se "robarán" escenas. La aparición de los "minions" en la pantalla obliga a reformular la advertencia: "si te toca aparecer junto a los 'minions', nada podrá salvarte de un discreto segundo plano".
Sin embargo, los directores aciertan al presentar rápidamente a un nuevo personaje: la agente Lucy Wilde, quien no sólo acompañará a Gru en la misión sobre la que hace eje la trama sino que, obviamente, planteará la posibilidad de un romance con el protagonista. Claro que todo esto no es otra cosa que un gran pretexto para las intervenciones de los esperados "minions". Es que estos pequeños seres amarillos componen un interesante personaje colectivo que protagoniza los momentos más logrados del filme. Son, además, completa y deliciosamente incorrectos, por lo que todas las situaciones en las que se ven envueltos resultan divertidas y originales. Merece destacarse el acierto en la elección de las canciones ("hits" de antaño) que apoyan determinadas escenas de los pequeños demonios; se trata de esos típicos guiños hacia la platea adulta que siempre están presentes en este tipo de producciones.
Y aunque a esta altura de los acontecimientos resulte un lugar común, no pueden dejar de señalarse la excelencia de la resolución técnica, los alardes de imaginación del concepto visual y la perfección de las expresiones con las que logran dotar a cada uno de los personajes.
Hay una vieja máxima en el teatro que recomienda a los actores no trabajar "ni con perros ni con niños", porque seguramente se "robarán" escenas. La aparición de los "minions" en la pantalla obliga a reformular la advertencia: "si te toca aparecer junto a los 'minions', nada podrá salvarte de un discreto segundo plano".