29 Junio 2013
AMOR SIN EDAD. Juan Francisco y Rosario salen del Juzgado de Paz de Las Talitas con emoción incontenible. LA GACETA / FOTO DE ANALíA JARAMILLO
En el dedo anular de la mano derecha, Rosario Morales usa dos anillos de dorado ya opaco. Los compró hace cuatro décadas en Bolivia y nunca los dejó de usar, como si fuesen la expresión de un anhelo incansable. Pero recién ayer adquirieron sentido real. En una habitación de paredes blancas, cortinas bordó y un cuadrito del Arco del Triunfo, ella le dio el sí a Juan Francisco Bulacio, el hombre con el que se puso de novia hace 45 años.
Vestido con un pantalón gris, camisa blanca sin corbata y un saco azul, los ojos de negro profundo de Juan miraban fijo a Amalia Barrionuevo, la encargada de casamientos del Juzgado de Paz de Las Talitas. Mientras ella leía el acta, Rosario, en cambio, lloraba. Adentro de la habitación había otras 11 personas. Eran los hijos, las nueras y los nietos de la pareja. Y estaban ahí casi por casualidad: el objetivo de los novios había sido casarse en secreto, como en un cuento romántico, pero la familia descubrió sus intenciones a último momento. "Sabía que me iba a poner muy nerviosa. Por eso no quería que nadie se enterara", se justificó Rosario ya bañada en granos de arroz.
Él tiene 70 años y ella, 64. Se conocieron en la calle Laprida. Ella trabajaba como empleada doméstica en la casa de un ingeniero que vivía en esa arteria y él era el repartidor de lácteos de la zona. Formalizaron y marcharon a Bolivia, donde él empezó a jugar al fútbol. Fue allá donde ella compró los anillos que todavía usa (él no se puso el suyo) y donde hasta se probó un vestido de novia con la ilusión de llegar al altar. Pero las circunstancias fueron postergando el casamiento. Vinieron los hijos: Rafael (ya tiene 43 años), Víctor, Juan Francisco e Iván. Los tres primeros se casaron y ya les dieron nueve nietos y una bisnieta. Gradualmente, el trabajo, las preocupaciones y la educación de la familia se volvieron prioridades cada vez más impostergables y el paso por el Registro Civil quedó arrumbado en el fondo del cajón de los deseos no cumplidos. Hasta que llegaron las enfermedades.
Hace tres años, Juan sufrió un ACV. "Me afectó mucho lo que le pasó; ahora hay que cuidarlo como si fuera de cristal. Algunas personas me dijeron 'Rosario ¿por qué no te casás?'. Entonces volví a pensarlo", contó la mujer. En un arrebato digno de adolescentes enamorados, la pareja decidió organizar todo en secreto. A los únicos que les contaron la noticia fue a los testigos, María Rosa Pomo y Adrián Uslengui. Pero un comentario lanzado al pasar avivó entre los familiares la sospecha de que algo estaba ocurriendo. El jueves a la noche tuvieron que confesar.
Risas y lágrimas
"¡Todavía estás a tiempo de arrepentirte!", "No firmés nada", "Cuidado con lo que hacés", le gritaban sus hijos a Juan mientras se acercaba al acta de matrimonio con la lapicera en la mano. Las risotadas retumbaban en la habitación mínima del Juzgado. Pero también había emoción: su mujer no paraba de llorar.
Inevitablemente, esta pareja dispara una duda ¿cuál es el sentido de dar el sí en este tramo de la vida? "Hoy, que las parejas duran tan poco, yo les digo a los chicos jóvenes que vale mucho la pena estar con otra persona durante toda la vida. Y mucho más a esta altura, cuando lo mejor es compartir el tiempo con la persona que más querés", concluyó la mujer antes de besar casi con la efusividad de una joven a su- ahora sí- marido.
Vestido con un pantalón gris, camisa blanca sin corbata y un saco azul, los ojos de negro profundo de Juan miraban fijo a Amalia Barrionuevo, la encargada de casamientos del Juzgado de Paz de Las Talitas. Mientras ella leía el acta, Rosario, en cambio, lloraba. Adentro de la habitación había otras 11 personas. Eran los hijos, las nueras y los nietos de la pareja. Y estaban ahí casi por casualidad: el objetivo de los novios había sido casarse en secreto, como en un cuento romántico, pero la familia descubrió sus intenciones a último momento. "Sabía que me iba a poner muy nerviosa. Por eso no quería que nadie se enterara", se justificó Rosario ya bañada en granos de arroz.
Él tiene 70 años y ella, 64. Se conocieron en la calle Laprida. Ella trabajaba como empleada doméstica en la casa de un ingeniero que vivía en esa arteria y él era el repartidor de lácteos de la zona. Formalizaron y marcharon a Bolivia, donde él empezó a jugar al fútbol. Fue allá donde ella compró los anillos que todavía usa (él no se puso el suyo) y donde hasta se probó un vestido de novia con la ilusión de llegar al altar. Pero las circunstancias fueron postergando el casamiento. Vinieron los hijos: Rafael (ya tiene 43 años), Víctor, Juan Francisco e Iván. Los tres primeros se casaron y ya les dieron nueve nietos y una bisnieta. Gradualmente, el trabajo, las preocupaciones y la educación de la familia se volvieron prioridades cada vez más impostergables y el paso por el Registro Civil quedó arrumbado en el fondo del cajón de los deseos no cumplidos. Hasta que llegaron las enfermedades.
Hace tres años, Juan sufrió un ACV. "Me afectó mucho lo que le pasó; ahora hay que cuidarlo como si fuera de cristal. Algunas personas me dijeron 'Rosario ¿por qué no te casás?'. Entonces volví a pensarlo", contó la mujer. En un arrebato digno de adolescentes enamorados, la pareja decidió organizar todo en secreto. A los únicos que les contaron la noticia fue a los testigos, María Rosa Pomo y Adrián Uslengui. Pero un comentario lanzado al pasar avivó entre los familiares la sospecha de que algo estaba ocurriendo. El jueves a la noche tuvieron que confesar.
Risas y lágrimas
"¡Todavía estás a tiempo de arrepentirte!", "No firmés nada", "Cuidado con lo que hacés", le gritaban sus hijos a Juan mientras se acercaba al acta de matrimonio con la lapicera en la mano. Las risotadas retumbaban en la habitación mínima del Juzgado. Pero también había emoción: su mujer no paraba de llorar.
Inevitablemente, esta pareja dispara una duda ¿cuál es el sentido de dar el sí en este tramo de la vida? "Hoy, que las parejas duran tan poco, yo les digo a los chicos jóvenes que vale mucho la pena estar con otra persona durante toda la vida. Y mucho más a esta altura, cuando lo mejor es compartir el tiempo con la persona que más querés", concluyó la mujer antes de besar casi con la efusividad de una joven a su- ahora sí- marido.
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