25 Junio 2013
BENDICIÓN. Carolina viajó al Vaticano con la ayuda de sus amigos españoles. FOTO TOMADA DE LANACION.COM.AR
ALICANTE, España.- Carolina Balbuena es argentina, tiene 41 años y hace 10 que vive en España. En 2009 le diagnosticaron cáncer de mama, y desde entonces su salud no hizo más que empeorar. Tuvo que dejar su trabajo y, con el tiempo, perdió capacidades del habla, de la visión y de motricidad.
En enero de este año, la enfermedad se diparó a todos los órganos: "al hígado, a los huesos de la cabeza, a los ganglios, a la retina", le dijo la mujer al diario "La Nación". Esa cuesta abajo, asegura, se frenó de golpe, a partir del 10 de abril de 2013, cuando viajó al Vaticano y recibió la bendición del Papa Francisco.
"Milagrosamente estoy viva", repite una y otra vez Balbuena. Cuenta que, cuando se enteró de la elección de Jorge Bergoglio como cabeza de la Iglesia, Carolina llamó a una amiga española y le imploró que la ayudara para poder ir a ver a Francisco.
Poco después, consiguió entrada para ir a una audiencia general -que el Papa encabeza todos los miércoles-, y colectar la suficiente cantidad de dinero (entre amigos y la parroquia) para sustentar el viaje de un día. Pese a las limitaciones de su salud, que impedía que Carolina se moviese sola y la obligaba a usar una silla de ruedas, su oncóloga, la doctora Nieves Díaz Fernández, la incentivó para que fuera.
El 10 de abril, Carolina llegó al Vaticano cargada de ansiedad. "Estuve en un albergue de unas monjitas. La noche anterior empecé a hablar con Dios y le dije que si permitió que vaya ahí, era por algo. Y sentía que iba a recibir su bendición. Le dije que me pusiera en el mejor sitio para que yo lo pueda ver", cuenta.
Desde el lugar donde sale el papamóvil, con la bandera argentina y la camiseta de San Lorenzo, le pidió la bendición. Después de la catequesis, cuando Francisco volvió a subirse al papamóvil para salir de la Plaza San Pedro y saludó a los fieles como suele hacer, frenó enfrente de Carolina.
"Sólo el estar frente a él es como una energía, una fuerza, una presencia de Dios. Viene a mí y me reza. Yo le digo: 'Tengo cáncer, pero creo en Dios y en los milagros y gracias a usted volví a creer en Dios'. Me bendice. Bendice a mi amiga, que es la que hace toda la fuerza para que yo pueda ir. Le muestro la firma de mi oncóloga y le pido que la bendiga porque ella cura a los enfermos. Me bendice dos veces. Le digo 'Su Santidad, ¿le puedo dar un beso?'. Se agacha, me da un beso y me dice: 'Que Dios te bendiga'. El guardaespaldas también me da la mano, porque era un momento muy emotivo", relata.
Dos meses después, luego de varias recaídas e internaciones, durante los cuales los médicos le decían que le quedaban pocos días de vida, empezó a sentirse mejor. "Todo el tiempo mi energía, mi pensamiento, era 'estoy bendecida'. El proceso que tuve que pasar en este tiempo, todo fue pensando en el momento en el que yo estuve con él", continúa.
"Y de repente me empiezo a poner bien", subraya. El lunes pasado le dieron el alta en el Hospital de San Juan de Alicante porque el cáncer se está reduciendo. Los nódulos de las metástasis eran externos, por los que ella pudo verlos achicarse gracias a la quimioterapia que ahora puede resistir sin problemas. Le quedan cuatro ciclos, cada 21 días, de los seis que conforman el tratamiento.
"No tengo ni un solo síntoma de quimioterapia. Hace una semana hago vida totalmente normal. Puedo caminar, cocino, manejo", dice, sorprendida por haber recuperado una rutina que logró apreciar. "Estoy viva", reflexiona en voz alta.
"Las médicas dicen que es un milagro", comenta.
En enero de este año, la enfermedad se diparó a todos los órganos: "al hígado, a los huesos de la cabeza, a los ganglios, a la retina", le dijo la mujer al diario "La Nación". Esa cuesta abajo, asegura, se frenó de golpe, a partir del 10 de abril de 2013, cuando viajó al Vaticano y recibió la bendición del Papa Francisco.
"Milagrosamente estoy viva", repite una y otra vez Balbuena. Cuenta que, cuando se enteró de la elección de Jorge Bergoglio como cabeza de la Iglesia, Carolina llamó a una amiga española y le imploró que la ayudara para poder ir a ver a Francisco.
Poco después, consiguió entrada para ir a una audiencia general -que el Papa encabeza todos los miércoles-, y colectar la suficiente cantidad de dinero (entre amigos y la parroquia) para sustentar el viaje de un día. Pese a las limitaciones de su salud, que impedía que Carolina se moviese sola y la obligaba a usar una silla de ruedas, su oncóloga, la doctora Nieves Díaz Fernández, la incentivó para que fuera.
El 10 de abril, Carolina llegó al Vaticano cargada de ansiedad. "Estuve en un albergue de unas monjitas. La noche anterior empecé a hablar con Dios y le dije que si permitió que vaya ahí, era por algo. Y sentía que iba a recibir su bendición. Le dije que me pusiera en el mejor sitio para que yo lo pueda ver", cuenta.
Desde el lugar donde sale el papamóvil, con la bandera argentina y la camiseta de San Lorenzo, le pidió la bendición. Después de la catequesis, cuando Francisco volvió a subirse al papamóvil para salir de la Plaza San Pedro y saludó a los fieles como suele hacer, frenó enfrente de Carolina.
"Sólo el estar frente a él es como una energía, una fuerza, una presencia de Dios. Viene a mí y me reza. Yo le digo: 'Tengo cáncer, pero creo en Dios y en los milagros y gracias a usted volví a creer en Dios'. Me bendice. Bendice a mi amiga, que es la que hace toda la fuerza para que yo pueda ir. Le muestro la firma de mi oncóloga y le pido que la bendiga porque ella cura a los enfermos. Me bendice dos veces. Le digo 'Su Santidad, ¿le puedo dar un beso?'. Se agacha, me da un beso y me dice: 'Que Dios te bendiga'. El guardaespaldas también me da la mano, porque era un momento muy emotivo", relata.
Dos meses después, luego de varias recaídas e internaciones, durante los cuales los médicos le decían que le quedaban pocos días de vida, empezó a sentirse mejor. "Todo el tiempo mi energía, mi pensamiento, era 'estoy bendecida'. El proceso que tuve que pasar en este tiempo, todo fue pensando en el momento en el que yo estuve con él", continúa.
"Y de repente me empiezo a poner bien", subraya. El lunes pasado le dieron el alta en el Hospital de San Juan de Alicante porque el cáncer se está reduciendo. Los nódulos de las metástasis eran externos, por los que ella pudo verlos achicarse gracias a la quimioterapia que ahora puede resistir sin problemas. Le quedan cuatro ciclos, cada 21 días, de los seis que conforman el tratamiento.
"No tengo ni un solo síntoma de quimioterapia. Hace una semana hago vida totalmente normal. Puedo caminar, cocino, manejo", dice, sorprendida por haber recuperado una rutina que logró apreciar. "Estoy viva", reflexiona en voz alta.
"Las médicas dicen que es un milagro", comenta.
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