"Este libro de Fontanarrosa es una reivindicación histórica"
El mítico editor de Ediciones De La Flor se refiere a Negar todo y otros cuentos, el trabajo póstumo de Fontanarrosa que acaba de editar después de un largo juicio con los herederos del caricaturista y escritor rosarino. También habla sobre la vida y la obra de quien fue uno de sus grandes amigos.
Por Alejandro Duchini - Para LA GACETA - Buenos Aires
La anécdota es muy conocida, pero bien vale recordarla cuando se trata de Roberto Fontanarrosa y el histórico editor de sus libros, Daniel Divinsky, dueño de Ediciones De La Flor. Ahora se la cuenta a LA GACETA Literaria en su oficina llena de libros y cuadros que aluden al escritor rosarino y a sus personajes: Inodoro Pereyra, Boogie (el aceitoso) y sus caricaturas con camisetas de Rosario Central, el club del que era fanático. "El Negro siempre nos eligió como su editorial. Una vez, Juan Forn, cuando dirigía Biblioteca del Sur de Editorial Planeta, le dijo 'a ver cuándo te pasás a una editorial grande'. Se lo dijo delante nuestro. El Negro le dijo 'no, no. Sólo si le pasa algo a los Divinsky'. Y en tono mafioso agregó: 'Pero que parezca un accidente'", recuerda Divinsky antes de soltar una risotada.
Estos días son de alivio para el reconocido editor y amigo de Fontanarrosa. Es que a comienzos de este año la Justicia permitió que su editorial publicara el libro póstumo del Negro: Negar todo ya está en las librerías. Detrás quedaron algunos tragos amargos que empezaron tras la muerte del escritor, ocurrida el 19 de julio de 2007. Tenía 62 años. Padecía esclerosis lateral amiotrófica. Su hijo, Franco, reclamaba los derechos. Su última esposa, Gabriela Mahy, también. En 2008 ella había firmado un contrato con De La Flor para publicar esos últimos relatos. La Justicia ahora le dio la razón. Pero en 2012 hubo otro cimbronazo: Planeta reeditó los títulos bajo la autorización de su hijo. Es raro ver los libros de Fontanarrosa en otra editorial. Pero las cosas parecen haberse acomodado.
- ¿Qué significa para usted la publicación de Negar todo?
- Este libro es una reivindicación histórica, una satisfacción personal que no tiene nada que ver con lo comercial. Él (por Fontanarrosa) no dice que eligió esta editorial, sino que esta editorial lo eligió a él. Cosa que es cierta. Al menos en los primeros momentos de la relación. Le daba placer llamar y hablar con los dueños y no con el secretario del secretario del editor literario, como pasa en las grandes editoriales.
- ¿Cuáles son las diferencias entre ustedes y una editorial de las denominadas grandes?
- La verdad es que hemos sido editores leales y cumplidores en mayor medida que una editorial grande. En la época en que estuve preso, en la dictadura y luego en el exilio, el Negro nunca dejó de cobrar sus derechos. Y tanto él como Quino recibían lo que les correspondía. O sea, que hay una historia que fue violada con la decisión de Franco, el hijo, que era muy buen chico, instigado por sus abogados para revocar de manera automática la renovación de sus contratos. Y terminó negociando con Planeta. Pero quedan fuera de ese acuerdo los libros editados después de 2004, como El rey de la milonga, que supongo que iremos sacando con el tiempo.
- Este libro tiene la característica de ser el póstumo.
- Es cierto. Es el que me mandó muy pocos días antes de morir. Tiene un significado simbólico diferente. Fue una emoción muy superior a la que produce cada nuevo libro. Sería una exageración decir que es como tener otro hijo, pero en el caso de este libro, con todo el proceso judicial que hubo, la emoción fue mayor. Aparte porque nos sentíamos depositarios silenciosos de una obra que no se podía divulgar y que el Negro nos mandó para que saliera.
Una pasión popular
- ¿Cómo es la relación con su última esposa?- Excelente. Ella es la administradora de la sucesión y en tal carácter nos firmó el contrato para este libro. Como con el de Inodoro Pereyra. Tenemos el mismo modelo de contrato de los 45 que firmamos con el Negro a lo largo de su vida.
- ¿Qué sintió al enterarse de que Fontanarrosa fue publicado también por Planeta?
- Me dio tristeza. Lamenté que las ediciones fuera tan feas. Porque son horribles. Una cosa era el rol de los libros de Fontanarrosa en una editorial mediana como De la Flor, donde era primera figura junto a Quino y Rodolfo Walsh, y otra ser uno del montón en una editorial que saca 400 títulos al año. Es un orgullo para mí publicar sus libros. Es que los publicamos desde que era un desconocido.
- ¿Recuerda el primer encuentro personal que tuvo con él?
- No, no lo recuerdo. Sí me acuerdo del proceso en el que trajo el material para ¿Quién es Fontanarrosa?; era una carpeta enorme, que tuvimos que hacer como libro, con un tamaño absurdo, que salió carísimo. Anduvo bien. Y cuando lo reeditamos fue en el formato normal de De la Flor: cuadrados. Pero al principio nos pareció que el material era tan bueno que hicimos ese tamaño especial.
- ¿Qué siente que le aportó Fontanarrosa al humor gráfico?
- Excelencia. Quino destacaba la forma en que el Negro dibujaba las manos, que él no conseguía dibujarlas bien. Y su originalidad en el uso de los diversos sentidos del lenguaje. Lo suyo eran chistes dibujados en los que lo gráfico quedaba subordinado al lenguaje verbal. En cuanto a literatura, fue la reivindicación, junto con Osvaldo Soriano, de la posibilidad de escribir en lenguaje coloquial. Ambos también hablaban del fútbol: reivindicaron una pasión popular como tema literario.
- Se lo extraña, ¿no?
- Me cuesta conjugarlo en pasado. Lo quiero tanto al Negro... Seguí la campaña de Rosario Central, que me importa un pito y encima soy de Boca, y me alegré de su ascenso (a Primera División). ¡Cómo hubiese disfrutado! Me acuerdo de que los lunes hablábamos de fútbol. Todo por amor al Negro. Sin dudas estaría contento. Pero creo que las conjeturas sobre qué haría si estuviera vivo son inútiles. Viñas dijo una vez que Walsh hubiese sido más grande que Borges si no lo asesinaban. Pero es una conjetura. No se sabe qué hubiese pasado.
- ¿Qué tan amigos eran usted y el Negro?
- Vivimos muchísimas cosas juntos. Por ejemplo, en la última etapa de su enfermedad, cuando probaba de todo, con todo tipo de médicos, venía a tratarse a Palermo. Llegaba, se atendía, almorzábamos a eso de las 3 de la tarde, y el remís se lo llevaba de nuevo a Rosario para que una kinesióloga lo sometiera a otros maltratos. O cuando se separó de su primera esposa. Yo fui uno de sus confidentes. Éramos muy parecidos. Había un cariño muy profundo. Si tuviera que poner en un Pequeño Larousse Ilustrado qué es un amigo, bueno, lo pondría a él: Roberto Fontanarrosa. El Negro.
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