17 Junio 2013
SORPRENDIDOS. Niños y padres que esperaban en el hospital de Niños aceptaron con felicidad las empanadas.
En la cabeza de Mía Ailén, de dos años, no cabía ni un rulo más. Los tenía todos. Eran casi las 12 del mediodía y su mamá la mecía sobre su falda. Habían pasado la noche en el hospital de Niños porque recién pudieron atenderla a la medianoche y luego debían esperar que les entregaran los resultados. Según su mamá, Jésica Robles, su hija estaba con parásitos y eso la había puesto inapetente desde hacía semanas. Pero eso parecía que había pasado porque mientras lo contaba, Mía comía con hambre una empanada que le acababan de regalar. "Ayer le dieron unos remedios y está mejor. Esto es lo primero sólido que come porque estuvo a líquido varios días", explicó.
Mía sacudió los rulos cuando le preguntaron si estaba rica la empanada. A esa hora del mediodía el olor a la típica comida norteña había invadido la sala de consultorios externos del hospital. Había decenas de madres y más decenas de niños y bebés.
Muchos se sorprendieron cuando vieron a dos jóvenes ofreciendo empanadas y no vendiendo. Los adultos miraban con desconfianza, pero los niños no. Algunos manoteaban rápido una y otros miraban de reojo a su madre, buscando la aprobación. El tedio de la sala de espera, el malhumor y los malestares se distrajeron por un rato. Máximo, de tres años, y su primo, Ángel, saltaban sobre los bancos mientras comían la empanada. Nunca la frase "panza llena, corazón contento" fue más gráfica. Su madre, Beatriz Cáceres, explicó que habían llegado muy temprano desde Santiago del Estero porque a Maxi tenían que operarlo. Todo auguraba que la espera iba para largo, así que una empanada los ponía muy felices.
Los que repartían eran Claudio Fernández y Federico Caracotche, quienes decidieron impulsar una movida solidaria desde el restaurante 381. La inspiración vino de "Café pendiente", una iniciativa filantrópica que invita a que un cliente que se toma un café pague otro -que queda pendiente- para que se lo sirvan a alguien que no pueda pagarlo.
"Nosotros pensábamos qué podíamos hacer si no teníamos café... y bueno, se nos ocurrió la empanada", contaron. Cada vez que un cliente en el restaurante deja pagada una empanada pendiente, el restaurante dona otra. También funciona con el delivery. "Decidimos sumar otra nosotros, así el esfuerzo viene de las dos partes", explicaron.
Son los primeros en la provincia y esperan que también se vayan sumando otros restaurantes o servicios delivery. Entre el jueves y el viernes llevaron, personalmente, 80 empanadas al hospital. "Creo que lo más lindo es ver cómo se les ilumina la cara a los chicos cuando les das una empanada", confesaron. Ellos esperan que las donaciones sean suficientes como para visitar los hospitales al menos dos veces por semana. Oscar Hilal, director del Hospital, estuvo mientras se entregaron las empanadas. "Es un mimo para los que deben soportar las esperas largas. Una forma de decir que alguien pensó en ellos y está muy bueno", dijo. Por día se hacen más de 1.200 consultas y hay 200 niños internados.
La clave, la confianza
Hace un mes te contamos sobre la iniciativa Café Pendiente. Una idea importada de Italia que está funcionando muy bien. Desde ese día hasta hoy, en Tucumán, se sumaron 26 bares. Emilio Vásquez, el impulsor de la idea en la provincia, reconoció que si bien la reacción en muchos sitios fue buena, todavía falta que los tucumanos comiencen a confiar más y a dejar pagados los cafés pendientes. "Hay bares que le bajan el precio al desayuno pendiente, de modo que al cliente no le cueste tanto. Otros regalan una tortilla, si sólo se pagó un café", detalló. El grupo de voluntarios que visita los bares para explicarles el mecanismo, ahora ofrecen una pizarra para llevar el control de los cafés pendientes y los cafés que ya se entregaron. "Para que esto funcione el pilar es la confianza. También, que los encargados ofrezcan el café al indigente cuando lo vean porque algunos creen que los van a correr", explicó. Ellos no pierden la esperanza de que la raída trama de la confianza vuelva a unirse.
Mía sacudió los rulos cuando le preguntaron si estaba rica la empanada. A esa hora del mediodía el olor a la típica comida norteña había invadido la sala de consultorios externos del hospital. Había decenas de madres y más decenas de niños y bebés.
Muchos se sorprendieron cuando vieron a dos jóvenes ofreciendo empanadas y no vendiendo. Los adultos miraban con desconfianza, pero los niños no. Algunos manoteaban rápido una y otros miraban de reojo a su madre, buscando la aprobación. El tedio de la sala de espera, el malhumor y los malestares se distrajeron por un rato. Máximo, de tres años, y su primo, Ángel, saltaban sobre los bancos mientras comían la empanada. Nunca la frase "panza llena, corazón contento" fue más gráfica. Su madre, Beatriz Cáceres, explicó que habían llegado muy temprano desde Santiago del Estero porque a Maxi tenían que operarlo. Todo auguraba que la espera iba para largo, así que una empanada los ponía muy felices.
Los que repartían eran Claudio Fernández y Federico Caracotche, quienes decidieron impulsar una movida solidaria desde el restaurante 381. La inspiración vino de "Café pendiente", una iniciativa filantrópica que invita a que un cliente que se toma un café pague otro -que queda pendiente- para que se lo sirvan a alguien que no pueda pagarlo.
"Nosotros pensábamos qué podíamos hacer si no teníamos café... y bueno, se nos ocurrió la empanada", contaron. Cada vez que un cliente en el restaurante deja pagada una empanada pendiente, el restaurante dona otra. También funciona con el delivery. "Decidimos sumar otra nosotros, así el esfuerzo viene de las dos partes", explicaron.
Son los primeros en la provincia y esperan que también se vayan sumando otros restaurantes o servicios delivery. Entre el jueves y el viernes llevaron, personalmente, 80 empanadas al hospital. "Creo que lo más lindo es ver cómo se les ilumina la cara a los chicos cuando les das una empanada", confesaron. Ellos esperan que las donaciones sean suficientes como para visitar los hospitales al menos dos veces por semana. Oscar Hilal, director del Hospital, estuvo mientras se entregaron las empanadas. "Es un mimo para los que deben soportar las esperas largas. Una forma de decir que alguien pensó en ellos y está muy bueno", dijo. Por día se hacen más de 1.200 consultas y hay 200 niños internados.
La clave, la confianza
Hace un mes te contamos sobre la iniciativa Café Pendiente. Una idea importada de Italia que está funcionando muy bien. Desde ese día hasta hoy, en Tucumán, se sumaron 26 bares. Emilio Vásquez, el impulsor de la idea en la provincia, reconoció que si bien la reacción en muchos sitios fue buena, todavía falta que los tucumanos comiencen a confiar más y a dejar pagados los cafés pendientes. "Hay bares que le bajan el precio al desayuno pendiente, de modo que al cliente no le cueste tanto. Otros regalan una tortilla, si sólo se pagó un café", detalló. El grupo de voluntarios que visita los bares para explicarles el mecanismo, ahora ofrecen una pizarra para llevar el control de los cafés pendientes y los cafés que ya se entregaron. "Para que esto funcione el pilar es la confianza. También, que los encargados ofrezcan el café al indigente cuando lo vean porque algunos creen que los van a correr", explicó. Ellos no pierden la esperanza de que la raída trama de la confianza vuelva a unirse.
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