13 Junio 2013
Son los testigos de su tiempo. Los que nos hacen recorrer mundos a través de la palabra. Los que permiten soñar. Pensar. Gozar. "Los que viven de la infelicidad del mundo" (José Saramago). "Necesitamos desesperadamente que nos cuenten historias. Tanto como el comer, porque nos ayudan a organizar la realidad e iluminan el caos de nuestras vidas, afirma el estadounidense Paul Auster, mientras para el español Francisco Umbral, "escribir es la manera más profunda de leer la vida". El mexicano Carlos Fuentes decía: "¿Podemos hoy imaginar el mundo sin Don Quijote? Cuesta mucho. ¿Sin Hamlet? Cuesta mucho. Sin embargo, hubo una época en que no existían. Hoy ellos forman parte de la realidad porque fueron imaginados; lo que se imagina se convierte entonces en parte de la realidad indisoluble y ya no puedes entender la realidad sin lo que imaginó el escritor".
En recuerdo del nacimiento de Leopoldo Lugones, el 13 de junio de 1874, en Villa María del Río Seco (Córdoba), hoy se celebra en nuestro país el Día del Escritor. Fundador de la Sociedad Argentina de Escritores, fue uno de los máximos referentes del movimiento modernista y abordó la poesía, la novela y el ensayo.
Pese a que el mercado editorial mantiene una cierta prosperidad, la buena suerte suele ser esquiva para los cientos de escritores que andan sueltos en el país. Por ejemplo, publicar una obra en Tucumán es ya un gran desafío económico para un autor porque tiene que apelar generalmente a su bolsillo y a la ayuda de su familia y de sus amigos; difícilmente alguna empresa del medio se le ocurra auspiciar la edición, como sucede en otras provincias. Luego viene la escasa o nula distribución del libro, que finalmente se convierte en un regalo para los amigos.
Es poco frecuente que los tucumanos se interesen por adquirir o leer la obra de un comprovinciano, porque sus textos prácticamente no se estudian sistemáticamente en ningún ciclo de la educación, salvo excepciones que dependen de la inquietud personal de algunos docentes. Sería auspicioso, por otro lado, si en las escuelas se dictaran en forma permanente talleres de lectura y de escritura, a cargo de escritores porque contribuirían a regar la imaginación y a estimular la sensibilidad de los chicos, pero para ello se debería formar previamente a los educadores. En otras ocasiones hemos señalado la importancia de que se dicte en todos los ciclos y en los institutos de formación docente, la asignatura "Tucumán" que abarque la literatura, la historia, las artes, la geografía y otros aspectos de la provincia.
El Estado tiene, por cierto, un papel central, no sólo en materia educativa, sino como difusor. Podría ocuparse de editar obras o antologías de autores destacados como María Elvira Juárez, Manuel Serrano Pérez, José Augusto Moreno, Manuel Aldonate, José Moreno, Julio Ardiles Gray, Octavio Cejas, Carola Briones, Juan E. González, Oscar Quiroga, Arturo Álvarez Sosa, Néstor Silva, Lucho Díaz, Pancho Galíndez o el Negro Romero, por citar algunos nombres.
De ese modo, la tarea del escritor no sería tan "a pulmón" y su obra podría ser proyectada y valorada por la comunidad y, en especial, por la clase dirigente, que hasta ahora ha sido incapaz de reconocer a sus creadores con una asignación vitalicia, como si ello pudiese ocasionar la quiebra del erario.
"Ser escritor es robarle vida a la muerte", afirma el español Alfredo Conde.
En recuerdo del nacimiento de Leopoldo Lugones, el 13 de junio de 1874, en Villa María del Río Seco (Córdoba), hoy se celebra en nuestro país el Día del Escritor. Fundador de la Sociedad Argentina de Escritores, fue uno de los máximos referentes del movimiento modernista y abordó la poesía, la novela y el ensayo.
Pese a que el mercado editorial mantiene una cierta prosperidad, la buena suerte suele ser esquiva para los cientos de escritores que andan sueltos en el país. Por ejemplo, publicar una obra en Tucumán es ya un gran desafío económico para un autor porque tiene que apelar generalmente a su bolsillo y a la ayuda de su familia y de sus amigos; difícilmente alguna empresa del medio se le ocurra auspiciar la edición, como sucede en otras provincias. Luego viene la escasa o nula distribución del libro, que finalmente se convierte en un regalo para los amigos.
Es poco frecuente que los tucumanos se interesen por adquirir o leer la obra de un comprovinciano, porque sus textos prácticamente no se estudian sistemáticamente en ningún ciclo de la educación, salvo excepciones que dependen de la inquietud personal de algunos docentes. Sería auspicioso, por otro lado, si en las escuelas se dictaran en forma permanente talleres de lectura y de escritura, a cargo de escritores porque contribuirían a regar la imaginación y a estimular la sensibilidad de los chicos, pero para ello se debería formar previamente a los educadores. En otras ocasiones hemos señalado la importancia de que se dicte en todos los ciclos y en los institutos de formación docente, la asignatura "Tucumán" que abarque la literatura, la historia, las artes, la geografía y otros aspectos de la provincia.
El Estado tiene, por cierto, un papel central, no sólo en materia educativa, sino como difusor. Podría ocuparse de editar obras o antologías de autores destacados como María Elvira Juárez, Manuel Serrano Pérez, José Augusto Moreno, Manuel Aldonate, José Moreno, Julio Ardiles Gray, Octavio Cejas, Carola Briones, Juan E. González, Oscar Quiroga, Arturo Álvarez Sosa, Néstor Silva, Lucho Díaz, Pancho Galíndez o el Negro Romero, por citar algunos nombres.
De ese modo, la tarea del escritor no sería tan "a pulmón" y su obra podría ser proyectada y valorada por la comunidad y, en especial, por la clase dirigente, que hasta ahora ha sido incapaz de reconocer a sus creadores con una asignación vitalicia, como si ello pudiese ocasionar la quiebra del erario.
"Ser escritor es robarle vida a la muerte", afirma el español Alfredo Conde.