09 Junio 2013
El Evangelio de hoy, en el que se presenta el dolor lacerante de una madre -la viuda de Naím- que pierde a su hijo único, nos plantea interrogantes acerca de Dios, la vida y la muerte: ¿cómo un Dios que tanto nos ama no impide la muerte del hijo único? O también: ¿por qué se hace tan difícil comprender el misterio de la muerte? Las respuestas que demos son muy importantes, porque si no recuperamos el genuino sentido del dolor en Cristo, caeremos en la desesperación y la angustia al enfrentar situaciones similares.
¿Dónde encontrar las respuestas? Sólo en Cristo crucificado, muerto y resucitado, porque en su Cruz el hombre ha sido redimido y el mal que lo abruma ha sido destruido. Como dice Juan Pablo II, "la Redención es derrotar al mal".
En el Evangelio de hoy se comprueba esta frase, porque Cristo se compadece como hombre y como Dios, resucita al hijo de la viuda de Naím, derrotando así en él al mal que lo abrumaba en ese momento, la muerte corporal.
Al resucitarlo, Cristo revierte el destino de muerte del hijo de la viuda de Naím y le concede el don de la vida; esto que sucede para un momento determinado -el hijo de la viuda volverá a morir- es, sin embargo, un anticipo de la resurrección final que Cristo concederá a quienes se unan, en esta vida, a su Pasión y Muerte en Cruz. Y aquí están las respuestas a las preguntas iniciales: Dios permite el sufrimiento, el dolor y la muerte, porque en la Cruz de Jesús todo esto ha sido definitivamente vencido y destruido por la Sangre de Jesús, por lo que es en Él, y sólo en Él, en donde el dolor y la muerte adquieren un sentido salvífico y sobrenatural, al haber sido transformados por Él en vida y vida eterna.
Dios no quiso suprimir el sufrimiento porque nos hizo socios de su Pasión, como dice el Apóstol: "Completo en mí lo que falta a la Pasión de Cristo". De esta manera, el sufrimiento es fuente de purificación. Así se comprende que nuestro Señor no haya querido rehusar a sus mejores amigos esta riqueza que representa la cruz, porque es a través de la Cruz, que se encuentra lo esencial de la vida.
Reflexionemos
La respuesta a la muerte y al dolor está en esta frase de Jesús: "Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda sólo, pero si muere da mucho fruto" (Jn 12, 24), porque Él en la Cruz es el grano de trigo que muere y da el fruto de la Resurrección. Si morimos crucificados con Él, resucitaremos con Él para la vida eterna. El ejemplo nos lo dio María Santísima, que caminó en la oscuridad de la fe pero no desfalleció, hasta llegar a entregar a su Hijo en la Cruz, porque sabía que a través de la muerte viene la gloria.
¿Dónde encontrar las respuestas? Sólo en Cristo crucificado, muerto y resucitado, porque en su Cruz el hombre ha sido redimido y el mal que lo abruma ha sido destruido. Como dice Juan Pablo II, "la Redención es derrotar al mal".
En el Evangelio de hoy se comprueba esta frase, porque Cristo se compadece como hombre y como Dios, resucita al hijo de la viuda de Naím, derrotando así en él al mal que lo abrumaba en ese momento, la muerte corporal.
Al resucitarlo, Cristo revierte el destino de muerte del hijo de la viuda de Naím y le concede el don de la vida; esto que sucede para un momento determinado -el hijo de la viuda volverá a morir- es, sin embargo, un anticipo de la resurrección final que Cristo concederá a quienes se unan, en esta vida, a su Pasión y Muerte en Cruz. Y aquí están las respuestas a las preguntas iniciales: Dios permite el sufrimiento, el dolor y la muerte, porque en la Cruz de Jesús todo esto ha sido definitivamente vencido y destruido por la Sangre de Jesús, por lo que es en Él, y sólo en Él, en donde el dolor y la muerte adquieren un sentido salvífico y sobrenatural, al haber sido transformados por Él en vida y vida eterna.
Dios no quiso suprimir el sufrimiento porque nos hizo socios de su Pasión, como dice el Apóstol: "Completo en mí lo que falta a la Pasión de Cristo". De esta manera, el sufrimiento es fuente de purificación. Así se comprende que nuestro Señor no haya querido rehusar a sus mejores amigos esta riqueza que representa la cruz, porque es a través de la Cruz, que se encuentra lo esencial de la vida.
Reflexionemos
La respuesta a la muerte y al dolor está en esta frase de Jesús: "Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda sólo, pero si muere da mucho fruto" (Jn 12, 24), porque Él en la Cruz es el grano de trigo que muere y da el fruto de la Resurrección. Si morimos crucificados con Él, resucitaremos con Él para la vida eterna. El ejemplo nos lo dio María Santísima, que caminó en la oscuridad de la fe pero no desfalleció, hasta llegar a entregar a su Hijo en la Cruz, porque sabía que a través de la muerte viene la gloria.
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