08 Junio 2013
MARCA PEGAJOSA. Yepes intenta frenar a Di María, una tarea complicada en el primer tiempo: el volante hizo delirar a las tribunas en ese momento del partido.
BUENOS AIRES.- (Leo Noli, enviado especial de LG Deportiva). Lentamente, el cilindro del Monumental de Núñez va copando su espacio interior con almas que recargan sus ganas de rugir ante esta nueva presentación de la Selección. Fuera del estadio de River, la cosa todavía va en primera, a paso lento. El vértigo no viene acompañado del tiempo.
Todavía es temprano, la gente no tiene apuro en ingresar, aunque no tan lejos de la casa del "millonario", cada segundo es una vida. El reloj marca las 17.30, una hora que a priori, no dice mucho, pero sí que asusta si es que el fanático piensa navegar por avenida del Libertador. Calcule, unas 50 cuadras pueden tener un costo real de poco más de hora y media.
En Buenos Aires, el tráfico no perdona; la Policía encargada de los controles en los alrededores del Monumental, tampoco. Es rigurosa: se le exige al público entrada mano y luego el hincha debe pasar un cacheo que después se repite metros más adelante. Son varios los filtros y no siempre son superados.
De adentro hacia afuera, nace un murmullo que se torna en cántico. Argentina está en cancha; está reconociendo un campo que minutos más tarde será completamente diferente al que Sergio Agüero, Lionel Messi y amigos pisan. Alejandro Sabella pidió regarlo tras la últimas puesta a punto de los dos seleccionados en el césped.
Bronca por las entradas
Esta todo listo. Arranca el partido. Las emociones llegan más por fuerza bruta que por fútbol. Se notan claros en las tribunas. Qué raro, si está todo vendido. Entonces el cántico, se convierte en voces de bronca se levantan. Aisladas, pero voces al fin.
La queja, a su vez, se transforma en empujón y el empujón muta en tumulto. Los colombianos quieren pasar, pero su ingreso de demora. Entonces, la masa decide ir por la otra, por el fuego por fuego. Quiebran la línea de defensa y cientos de simpatizantes "cafeteros" se cuelan en el "Vespucio Liberti", con su entrada en mano pero evitando los pasos uno y dos del cacheo y el control del ticket que tienen en mano.
De repente, un helicóptero hace las veces de mosca en la sopa. El sonido del motor del ave vigía está presente en todo momento. "Es como la conciencia", ríen dos fanáticos con cara de haberse portado mal ante la ley alguna vez. "Ojo que después salís escrachado", recomiendan los misteriosos amigos de la marea de gente que todavía está dando vueltas alrededor de la cancha de River.
Todavía es temprano, la gente no tiene apuro en ingresar, aunque no tan lejos de la casa del "millonario", cada segundo es una vida. El reloj marca las 17.30, una hora que a priori, no dice mucho, pero sí que asusta si es que el fanático piensa navegar por avenida del Libertador. Calcule, unas 50 cuadras pueden tener un costo real de poco más de hora y media.
En Buenos Aires, el tráfico no perdona; la Policía encargada de los controles en los alrededores del Monumental, tampoco. Es rigurosa: se le exige al público entrada mano y luego el hincha debe pasar un cacheo que después se repite metros más adelante. Son varios los filtros y no siempre son superados.
De adentro hacia afuera, nace un murmullo que se torna en cántico. Argentina está en cancha; está reconociendo un campo que minutos más tarde será completamente diferente al que Sergio Agüero, Lionel Messi y amigos pisan. Alejandro Sabella pidió regarlo tras la últimas puesta a punto de los dos seleccionados en el césped.
Bronca por las entradas
Esta todo listo. Arranca el partido. Las emociones llegan más por fuerza bruta que por fútbol. Se notan claros en las tribunas. Qué raro, si está todo vendido. Entonces el cántico, se convierte en voces de bronca se levantan. Aisladas, pero voces al fin.
La queja, a su vez, se transforma en empujón y el empujón muta en tumulto. Los colombianos quieren pasar, pero su ingreso de demora. Entonces, la masa decide ir por la otra, por el fuego por fuego. Quiebran la línea de defensa y cientos de simpatizantes "cafeteros" se cuelan en el "Vespucio Liberti", con su entrada en mano pero evitando los pasos uno y dos del cacheo y el control del ticket que tienen en mano.
De repente, un helicóptero hace las veces de mosca en la sopa. El sonido del motor del ave vigía está presente en todo momento. "Es como la conciencia", ríen dos fanáticos con cara de haberse portado mal ante la ley alguna vez. "Ojo que después salís escrachado", recomiendan los misteriosos amigos de la marea de gente que todavía está dando vueltas alrededor de la cancha de River.