Por Miguel Ángel Rouco
09 Junio 2013
BUENOS AIRES.- La recaudación tributaria muestra de manera elocuente la elevada presión fiscal que tiene la economía argentina, el ahogo del complejo exportador, el retraso del tipo de cambio y la voraz inflación que devora todo a su paso.
De allí que no se entiende muy bien la alegría que manifiesta la Casa Rosada frente a este conjunto de problemas que ponen en evidencia los ingresos tributarios.
Una elevada presión fiscal es un elemento disuasorio para las inversiones, a menos que no se entienda todavía la globalización, una era económica que permitió sacar de la pobreza a más de 1.000 millones de personas. La asfixia que sufren los exportadores está dejando una huella profunda en el saldo comercial que manifiesta una baja año tras año y que además está acumulando saldos impagos de reintegros y reembolsos para las empresas, del orden de los 200 millones de dólares.
Efecto ilusorio
En línea con esto, el retraso en el tipo de cambio -un mecanismo deliberadamente provocado por la administración Kirchner para enjuagar el déficit fiscal y generar un efecto ilusorio de riqueza-, está derrumbando uno de los argumentos del modelo: la sustitución de importaciones.
Al mismo tiempo, está aumentando la propensión a comprar productos en el exterior porque resultan más baratos que la producción local, lo cual resta competitividad a la economía en su conjunto.
La inflación no es otra cosa que el nuevo impuesto que cobra la administración Kirchner a todos los argentinos pero que pesa más sobre los sectores de menores ingresos debido a su elevado peso específico.
El último intento desesperado del secretario de Comercio Interior de la Nación de congelamiento de precios no va a servir para bajar la inflación aunque se desdibujen los índices oficiales.
La política desarrollada por Guillermo Moreno no sólo no sirvió para bajar la inflación sino que tampoco fue útil para "asegurar la mesa de los argentinos". Por el contrario, hoy la población más vulnerable está al borde del riesgo alimenticio. Para muestra, el absurdo de comer con 6 pesos diarios, exime de mayores comentarios.
En la intimidad de Olivos, se considera que el congelamiento de precios es el último examen de Moreno en el gobierno.
Como si fuera poco, en momentos de una mejora inesperada de los precios de las materias primas, el gobierno, ávido de divisas, apura a los productores a liquidar sus stocks, con la consiguiente pérdida de capital.
Esto, pone de manifiesto que los errores de la Casa Rosada que llevaron a un drenaje de divisas innecesario -por la importación de energía y por el déficit fiscal-, termina impactando en el principal generador de divisas, el agro.
Ajustado margen
Si se siguiera el criterio oficial, y los productores liquidaran los stocks, el precio de la soja caería fuertemente, provocando un menor ingreso de divisas, vía precio y vía retenciones.
Lo mismo ocurre con el trigo. La aplicación de retenciones desalentó la producción del cereal y su producción disminuyó dejando prácticamente escasos saldos exportables. En estos días, con un ajustado margen para la demanda interna, los precios del trigo comenzaron a subir drásticamente colocando la entrega para julio por encima de los 400 dólares por tonelada, lo que va a potenciar la suba del precio de los alimentos farináceos y colocará más presión a la inflación.
De allí que no se entiende muy bien la alegría que manifiesta la Casa Rosada frente a este conjunto de problemas que ponen en evidencia los ingresos tributarios.
Una elevada presión fiscal es un elemento disuasorio para las inversiones, a menos que no se entienda todavía la globalización, una era económica que permitió sacar de la pobreza a más de 1.000 millones de personas. La asfixia que sufren los exportadores está dejando una huella profunda en el saldo comercial que manifiesta una baja año tras año y que además está acumulando saldos impagos de reintegros y reembolsos para las empresas, del orden de los 200 millones de dólares.
Efecto ilusorio
En línea con esto, el retraso en el tipo de cambio -un mecanismo deliberadamente provocado por la administración Kirchner para enjuagar el déficit fiscal y generar un efecto ilusorio de riqueza-, está derrumbando uno de los argumentos del modelo: la sustitución de importaciones.
Al mismo tiempo, está aumentando la propensión a comprar productos en el exterior porque resultan más baratos que la producción local, lo cual resta competitividad a la economía en su conjunto.
La inflación no es otra cosa que el nuevo impuesto que cobra la administración Kirchner a todos los argentinos pero que pesa más sobre los sectores de menores ingresos debido a su elevado peso específico.
El último intento desesperado del secretario de Comercio Interior de la Nación de congelamiento de precios no va a servir para bajar la inflación aunque se desdibujen los índices oficiales.
La política desarrollada por Guillermo Moreno no sólo no sirvió para bajar la inflación sino que tampoco fue útil para "asegurar la mesa de los argentinos". Por el contrario, hoy la población más vulnerable está al borde del riesgo alimenticio. Para muestra, el absurdo de comer con 6 pesos diarios, exime de mayores comentarios.
En la intimidad de Olivos, se considera que el congelamiento de precios es el último examen de Moreno en el gobierno.
Como si fuera poco, en momentos de una mejora inesperada de los precios de las materias primas, el gobierno, ávido de divisas, apura a los productores a liquidar sus stocks, con la consiguiente pérdida de capital.
Esto, pone de manifiesto que los errores de la Casa Rosada que llevaron a un drenaje de divisas innecesario -por la importación de energía y por el déficit fiscal-, termina impactando en el principal generador de divisas, el agro.
Ajustado margen
Si se siguiera el criterio oficial, y los productores liquidaran los stocks, el precio de la soja caería fuertemente, provocando un menor ingreso de divisas, vía precio y vía retenciones.
Lo mismo ocurre con el trigo. La aplicación de retenciones desalentó la producción del cereal y su producción disminuyó dejando prácticamente escasos saldos exportables. En estos días, con un ajustado margen para la demanda interna, los precios del trigo comenzaron a subir drásticamente colocando la entrega para julio por encima de los 400 dólares por tonelada, lo que va a potenciar la suba del precio de los alimentos farináceos y colocará más presión a la inflación.