"No puede ser que en el Año de la Fe no salgamos a invitar a otros hermanos a que conozcan a Jesús, ¡vayamos a contagiar el entusiasmo de la fe!". Con esta convocatoria el arzobispo de Tucumán, monseñor Alfredo Horacio Zecca, puso de pie a la Iglesia misionera que reclama el Papa Francisco y entregó los primeros trípticos que llevarán los laicos que irán en misión casa por casa, llevando el mensaje del Evangelio. En cada hogar se entregará un folleto con toda la información necesaria.
Ayer pasadas las 16, una multitud llenó la plaza Independencia y se ubicó de frente al altar levantado en la esquina de Congreso y 24 de Septiembre. El lema de la Fiesta de Corpus Christi se extendía de punta a punta del techo la tarima: "Jesús Eucaristía: danos un corazón que sepa escuchar". Acompañaban a monseñor Zecca el arzobispo emérito, monseñor Luis Héctor Villalba, los vicarios José Antonio Passarell,José Melitón Chávez y Carlos Alberto Sánchez, entre otros sacerdotes.
Entre el público se encontraba el gabinete municipal, presidido por el intendente Domingo Amaya. El sol acompañó el inicio de la celebración en una tarde inusualmente cálida para la época. La histórica imagen de Nuestra Señora de la Merced presidió toda la ceremonia bajo la custodia de cadetes de la Escuela de Policía con uniforme de gala. Un comentario generalizado fue que este año hubo mucha más gente que el año pasado y que el anterior, cuando aún nadie imaginaba al Papa Francisco.
"No desvincular"
"Su Santidad nos ha convocado a un acto de adoración al Santísimo donde fuera posible. Es una gracia que crezca en nosotros el deseo de adorar a Jesús Eucaristía", reconoció el arzobispo. Pero aclaró que la adoración eucarística no puede estar desvinculada de la celebración eucarística. "¡Esto es lo esencial: la Eucaristía! La prolongación es la adoración. Una hora de adoración no reemplaza a la misa", clarificó. "La adoración es una costumbre que debemos cultivar, pero nunca desvincular de la celebración de la Eucaristía", remarcó con firmeza.
El arzobispo aprovechó para pedir que no haya ningún santuario donde no se oficie misa, porque la Eucaristía es lo más importante. "Si se multiplican los centros de adoración eucarística ¡bendito sea Dios! pero no olvidemos la centralidad de la Eucaristía", dijo.
De todos modos, aconsejó "no perder ese trato asiduo con el Señor y pararse un momentito para hacerle una visita al Santísimo. Son esas pequeñas cosas que ayudan a mantener la fe", afirmó. Ante de que termine la misa, el arzobispo instituyó a 800 ministros extraordinarios de la Comunión para que lleven a comunión a los enfermos y a los hogares.
Concluida la celebración partió la procesión con el Santísimo. La masa de fieles ocupaba todo el ancho de las calles que rodean la plaza Independencia y desbordaban hacia el paseo. Estela Molina, de 75 años, no quiso faltar a pesar de la fragilidad y delgadez de su cuerpo. Encorvada, aferrada al brazo de su hijo, siguió al Santísimo arrastrando sus pies, lenta pero feliz por estar ahí. Así manifestó su amor por Jesús Eucaristico en la tarde cálida de ayer.
Los tucumanos se unieron en oración con Roma
Unas más, otras menos, todas las parroquias de Tucumán expusieron al Santísimo Sacramento para la adoración de los fieles. En los templos donde las misas se oficiaban de 11 a 12 la adoración eucarística fue de una hora, como propuso el Papa Francisco, en simultáneo con Roma. En otras fue más corta para no alterar los horarios de misa. El Pontífice presidió el acto en la basílica de San Pedro de 17 a 18 hora romana.
Fue un gesto inédito, considerado "histórico" por el Vaticano, que se enmarcó en el Año de la Fe. El lema fue "Un solo Señor, una sola fe".
En Argentina, las catedrales y parroquias se unieron adoración para pedir por los pobres, los niños y las mujeres que sufren violencia, y las víctimas de nuevas esclavitudes como la trata de personas, el narcotráfico y el trabajo esclavo. Todas las diócesis del mundo se sincronizaron con la hora de San Pedro, sin importar si era día o noche, y rezaron por las intenciones propuestas por el pontífice.
"Esta idea del Papa Francisco fue un gesto muy hermoso porque nos invitó a orar a todos juntos a la misma hora. Es la primera vez en mi vida que participo de una experiencia así", dijo emocionada la feligresa María Silvia Juárez de Caponetti.