"Uno mira con distancia el golpe y piensa que todos éramos revolucionarios, y no fue así"
La escritora visitó Tucumán esta semana para presentar en el 9º Mayo de las Letras su último libro "Un comunista en calzoncillos", una historia con mucho de autobiografía y recuerdos de su papá. El trabajo de la memoria y su visión sobre el año 76
Desafío dramático y juego a la vez, realidad mezclada con ficción, vida cotidiana encarada con sentido trascendente. Un poco de todo eso tiene la novela "Un comunista en calzoncillos", que Claudia Piñeiro acaba de publicar y que presentó el jueves en el Mayo de las Letras tucumano. La autora de "Las viudas de los jueves", "Betibú", "Elena sabe" y "Tuya" incluye en esta novela elementos autobiográficos (la figura del "comunista en calzoncillos" es la de su padre) y, como Cortázar en "Rayuela", le ofrece al lector al menos dos formas de lectura, al incorporar recuerdos, fotos y textos de la realidad como soportes de la historia narrada.
-¿Cómo se enfrenta el riesgo de exponerse al poner lo autobiográfico en la novela?
- Uno se expone siempre; también con la ficción. Me encantó lo que escribí, una mezcla de ficción y cosas personales. Lo que pasa es que en algunos textos se nota mucho más; en este claramente se nota. Es una situación de riesgo. Ahora, me pasa mucho que a veces te encuentras con alguien y te dice "si yo te cuento mi vida.. vos harías una novela". Y la verdad es que no es tan así porque la vida de casi todos nosotros es bastante más aburrida de lo que uno se imagina; necesitaría agregarle otros elementos literarios, tensión dramática, espesura de los personajes. Para poder escribir yo esto necesitaba hacer todo un recorrido antes. En "Elena sabe", me metí con la figura de la madre y en esta con el padre, pero si bien en "Elena sabe" hay elementos autobiográficos, la historia no tiene nada que ver conmigo; en esta las fotos son mías y ése es mi papá. Hay un montón de recursos tomados de la realidad o de la evocación.
- ¿Cómo se trabaja la memoria?
- La evocación nunca es la realidad. Esta novela empezó en marzo porque me pidieron para un blog de una librería de Buenos Aires si podía recordar qué estaba haciendo el día que fue el golpe del 24 de marzo de 1976; entonces escribí un párrafo pequeño pero no me podía acordar si esa imagen que me apareció había sido exactamente así. Porque yo me recordaba yendo al colegio, me encontraba con mi compañera que me decia "qué suerte ahora se va a poder conseguir papel higiénico". Entonces pensé "no; pero ese día no puede haber habido clases; debió haber habido asueto"; entonces empecé a buscar datos históricos y efectivamente hubo asueto. Entonces ese no es el día que yo recordaba. Porque uno tiene lo que se dice en la novela, los "recuerdos encubridores", que es un término psicoanalítico, pero que tiene que ver con que uno va encubriendo esos recuerdos y arma uno que no es exactamente como fueron las cosas. Uno va tirando, van apareciendo otras cosas. También el padre evocado es un padre "reparado". Cuando fui a presentar en la Feria del Libro de Buenos Aires vinieron tres mujeres diferentes que me dijeron: "lo leí y me reconcilié con mi papá"; para mí es una consecuencia que jamás pensé porque uno no escribe para que al otro le produzca efectos de ese tipo.
- ¿La figura del padre representa a mucha gente que ha vivido en Argentina en esa época?
- Me encontré con muchas mujeres que me dicen "mi papá era parecido a este", y yo creo que se reconocen, más que en las características del padre, en esa admiración por el padre y por la ideología del padre, y porque él sabe lo que no saben los otros, etcétera; pero la verdad es que por lo menos en el gran Buenos Aires... ahora uno mira con la distancia el golpe y todos parece que éramos revolucionarios y salíamos a pelear contra los militares, y no fue así. O sea, en mi casa por suerte mi papá sabía lo que pasaba y me lo decía, y yo afuera me callaba porque me daba miedo; pero un montón de mis amigas no vivían cuestionando "qué tremendos están los militares", sino que pensaban "bueno, ahora va a haber papel higiénico" y esas estupideces con que se conformaban determinados grupos que pensaban que "ahora va a venir el orden", esa expresión tan horrible que te venden para este tipo de cosas.
- Hay una contradicción entre la mirada infantil y la mirada adulta en la novela.
- Sí, el personaje (la hija) está tomado en ese pasaje de la infancia a la adolescencia en que el niño empieza a encontrar las hilachas de los adultos, la hipocresía de los adultos. Lo que pasa es que si era un poquito más chica no se daba cuenta de esto, pero en ese momento lo ve con respecto al padre pero lo ve mucho más con respecto al mundo. Es decir, me dicen esto pero hacen esto otro. Entonces, sí hay una mirada como crítica sobre la hipocresía del adulto; además cuando escribo para chicos yo trabajo mucho sobre la hipocresía del mundo adulto, de los que les dicen a los chicos cómo hay que ser, cómo hay que vivir, cómo hay que comportarse y después los adultos hacen otra cosa.
- Y hay una visión sobre la clase media.- Sí, una clase media que se trata de acomodar y "seguimos todos mientras no me toquen a mí, yo sigo para adelante", que fue muy típica ¿no?
- Al principio dijiste que la vida es medio aburrida. Sin embargo la vida cotidiana que se describe tiene fuerza, mucho sustento.
- Creo que es ese sustento pero uno le tiene que poner destreza narrativa para que tenga ese efecto. Me acuerdo una frase de Chejov. Él tiene muchos cuentos y obras de teatro que tienen que ver con lo cotidiano; alguien le preguntó por qué esos personajes son tan cotidianos y él le respondió: bueno no todos los dramas transcurren escalando el Himalaya; a veces un drama se puede dar entre un hombre y su mujer comiendo frente a un plato de fideos. Entonces, lo que me interesa es esa cosa, contar ese drama frente al plato de fideos; ahora si vos solamente contás de dos personas comiendo frente a un plato de fideos, eso no tiene ninguna tensión dramática.
- Esta novela tiene un momento sustancial que uno podría decir que es cotidiano y es sin embargo el nudo del conflicto. ¿Cómo es que los detalles cotidianos son miserables?
- Y, hay muchos; sí. A veces uno hace actos de los que te siente orgulloso. Pero uno muchas veces hace cosas que no están a la altura de lo que uno quisiera. Uno no es un héroe; es una persona normal y en esa normalidad hay muchas cosas miserables.
- ¿En qué género te sentís más cómoda?
- En la novela. Es lo que más me gusta porque me da más tiempo de hacer el desarrollo de los personajes. David Lodge tiene una frase que dice "la novela es el desarrollo de la conciencia de los personajes". Yo creo que todo lo que estamos haciendo es para entender quiénes son y qué decisiones van a tomar ante situaciones límite. El cuento es otra cosa, más acotada, con muchísima precisión del lenguaje, etcétera, pero no te permite desarrollar tanto los personajes. En la obra de teatro tengo que estar muy atenta a lo que se dice, porque el momento es aquí, ahora, alguien que se para arriba de un escenario a decir algo y eso tiene que conmover al que está del otro lado.
- Y dentro de la novela, ¿Qué cosa dispara un tema?
- Siempre son imágenes. Eso que me dijeron del 24 de marzo, lo que yo veía era esta chica caminando de espaldas, el camino que yo hacía de chica para buscar a mi amiga. Todas las novelas que escribo aparecen a partir de una imagen. En "Las viudas de los jueves" eran los ahogados en la pileta. La imagen aparece por algo, en ese caso era un cuento de Cheever que se llama "El nadador", es un cuento de un tipo que vive en un barrio parecido a este, pero en Estados Unidos, un tipo que iba recorriendo todos los barrios, nadando de pileta en pileta y yo quería escribir sobre la década del 90 en Argentina y pensaba si a este lo traslado a los 90 en una pileta aparece ahogado; entonces la imagen era un cuerpo flotando, aparecían dos cuerpos más. Esa era la imagen. En todas las novelas que yo hice te podría decir cuál es la imagen disparadora. Ahora, qué provocó esa imagen en el caso de esta novela fue ese pedido; en el caso de "Las viudas de los jueves", fue el cuento; pero las semillas son siempre una imagen que se me instala en la cabeza, que yo la dejo un tiempo. Y recién me pongo a escribir cuando tengo bastante claro toda esa primera parte de la novela y me imagino que sé hacia dónde va y cuál es el final. Después, cuando me pongo a escribir, sucede muchas veces que tomé otros caminos y ya el final que había pensado no es el que tenía previsto.
- ¿Qué impresión te da presentar la novela en Tucumán con el personaje del padre, que dice que no tiene coraje para ir a pelear en Tucumán pero sí para hacer su protesta particular?
- Quizá lo que voy a decir para ustedes en Tucumán es totalmente distinto, pero en mi casa mi papá me hablaba de los que peleaban en Tucumán; para él habrá sido una fantasía, pero la fantasía de pensar que donde estaban peleado esta revolución era Tucumán. Creo que para muchos, no sólo para él. De hecho, hubo una guerrilla muy importante en Tucumán, pero para el que está afuera es como decir "la selva del Che" en Tucumán en los 70; era un ícono en un punto, estaba mirado así. Después, me resulta difícil hablar con ustedes, tucumanos, porque quizás me van a decir "no, nada que ver"; qué sé yo, pero para nosotros, o por lo menos en mi casa, mi papá lo veía como que "ahí están los que son guapos y están peleando ésta", ¿no?
- ¿Y la visión del país del año 76 que aparece en la novela?
- Esto es cómo se vivió en este grupo de gente. Hay gente que se tuvo que ir, hay gente que se escapó, que se escondió, hay gente que se puso muy contenta, que festejó, que descorchó el champán. Hay de todo.
- De todos modos uno conoce gente de todos los tipos que aparecen en la novela...
- Veo que hay como una pintura más o menos de distintos estilos. Pero básicamente yo creo que la novela trabaja sobre los que no tenían una participación militante en ese momento y que se dividían entre los que creían "bueno, esto nos va a solucionar la vida"; y los que creían "no, esto va a ser mucho peor de lo que nos estábamos quejando". Me parece que trata más sobre la no militancia.
- El personaje de la hija parece limitado para aprehender toda la realidad. ¿Hay un trabajo sobre la soledad?
- Me parece más bien que básicamente la novela trabaja sobre el silencio porque esa chica tenía cierta información en la casa que afuera, aunque estaba acompañada, no podía compartir. Y eso te deja solo.
- Al final, es muy interesante el juego de las cajas chinas que le planteás al lector.
- Hay un juego de lectura se propone como una alternativa: si querés leelo así, si querés leelo de otra manera. Por supuesto, yo leí la cita de Cortázar para escribir "Rayuela", que indicaba por cuáles capítulos ir. Esto es una cosa mucho menor, pero tiene que ver con eso de ir por un camino y por el otro. El otro día, por Twitter, me escribe alguien y me dice: "mirá, tengo el libro que acaba de sacar Alfaguara, la edición conmemorativa de 'Rayuela' y las 30 primeras páginas no son 'Rayuela', son de tu novela; se equivocaron y le pusieron un cuadernillo de tu novela, así que ahora lo voy a cambiar". Y le dije "no, por favor no lo devuelvas, lo quiero yo". Y Alfaguara le dio mi novela y la de Cortázar bien armadas, pero ese libro lo tengo yo porque me pareció mágico que en esa edición conmemorativa aparecieran estas hojas infiltradas.