26 Mayo 2013
Nosotros creemos en un Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¿En qué Dios creo? La pregunta nos la hace nada menos que el papa Francisco: "¿Cuántas veces -se pregunta el Pontífice- tanta gente dice que cree en Dios? Pero ¿en qué Dios crees tú?". Es la pregunta directa con la que el Santo Padre nos interroga en un momento de la historia dominado por el relativismo, según el cual cada uno se construye una "verdad" de acuerdo con su conveniencia.
La pregunta del Papa es una buena ocasión para reflexionar acerca de mi fe, puesto que según sea mi fe en Dios, así rezaré y así viviré. Si creo en un "dios-spray", como él dice, entonces mi fe será también "spray", es decir, difusa, aguada, inconsistente, imprecisa. Y en consecuencia, también mi vida será difusa, aguada, inconsistente, imprecisa. Será una "vida-spray", producto de mi creencia.
Por eso repetimos la pregunta: ¿en qué Dios creo? El Papa nos orienta en la respuesta recordándonos que como cristianos creemos en un Dios Uno y Trino: "Dios no es un 'dios difuso', un 'dios-spray', que está en todas partes, pero que no se sabe qué es. Nosotros creemos en Dios que es Padre, que es Hijo, que es Espíritu Santo. Nosotros creemos en Personas, y cuando hablamos con Dios (lo hacemos) con Personas: o hablo con el Padre, o hablo con el Hijo, o hablo con el Espíritu Santo. Esta es la fe" (homilía en la Casa "Santa Marta", 18 de abril de 2013).
"Tener fe" es creer en una Persona real, no en un "Dios difuso", impersonal, que se encuentra por allá arriba, en quién sabe qué lugar alejado.
Entonces, "tener fe" en la Iglesia Católica es creer en un Dios que es Trinidad de Personas. Todavía más, debido a que este Dios Trino está empeñado en nuestra salvación, el Padre envió a la tierra a la Segunda de esas Personas, a Dios Hijo, a Jesús de Nazaret, para que se encarnase y nos salve por su muerte en Cruz y, una vez resucitado y ascendido a los Cielos, nos envíe a Dios Espíritu Santo, la Persona-Amor de la Trinidad.
El encuentro con Jesús, encuentro que transforma radicalmente nuestras vidas porque nos concede la vida eterna y por su Cruz nos abre el horizonte de eternidad que estaba cerrado para nosotros, es un don de Dios. Él nos concede el don de la fe en Jesús, y por Jesús vamos al Padre: "Jesús afirma también que ninguno puede venir a Él 'si no lo atrae el Padre'". Estas palabras demuestran que "ir hacia Jesús, encontrar a Jesús, conocer a Jesús es un don" que Dios concede. Ir hacia Jesús, encontrar a Jesús, conocer a Jesús: esta es nuestra fe, la fe en una Persona real, Jesús de Nazaret, Hombre-Dios.
Reflexionemos
¿En qué Dios creo? En un Dios que me da la vida eterna y con la vida eterna me da su alegría. Así lo dice el papa Francisco, comentando el pasaje de la conversión del funcionario de la reina de Etiopía: "Quien tiene fe tiene la vida eterna, tiene la vida. Pero la fe es un don, es el Padre que nos la da. Nosotros debemos continuar este camino. Pero si caminamos en este camino, siempre con nuestras cosas -porque pecadores somos todos y siempre tenemos cosas que no van aunque el Señor nos perdona si le pedimos perdón (…)- nos sucederá lo mismo que a aquel ministro de Economía que, después de haber descubierto la fe en Cristo Jesús, lleno de alegría proseguía su camino".
¿En qué Dios creo? La pregunta nos la hace nada menos que el papa Francisco: "¿Cuántas veces -se pregunta el Pontífice- tanta gente dice que cree en Dios? Pero ¿en qué Dios crees tú?". Es la pregunta directa con la que el Santo Padre nos interroga en un momento de la historia dominado por el relativismo, según el cual cada uno se construye una "verdad" de acuerdo con su conveniencia.
La pregunta del Papa es una buena ocasión para reflexionar acerca de mi fe, puesto que según sea mi fe en Dios, así rezaré y así viviré. Si creo en un "dios-spray", como él dice, entonces mi fe será también "spray", es decir, difusa, aguada, inconsistente, imprecisa. Y en consecuencia, también mi vida será difusa, aguada, inconsistente, imprecisa. Será una "vida-spray", producto de mi creencia.
Por eso repetimos la pregunta: ¿en qué Dios creo? El Papa nos orienta en la respuesta recordándonos que como cristianos creemos en un Dios Uno y Trino: "Dios no es un 'dios difuso', un 'dios-spray', que está en todas partes, pero que no se sabe qué es. Nosotros creemos en Dios que es Padre, que es Hijo, que es Espíritu Santo. Nosotros creemos en Personas, y cuando hablamos con Dios (lo hacemos) con Personas: o hablo con el Padre, o hablo con el Hijo, o hablo con el Espíritu Santo. Esta es la fe" (homilía en la Casa "Santa Marta", 18 de abril de 2013).
"Tener fe" es creer en una Persona real, no en un "Dios difuso", impersonal, que se encuentra por allá arriba, en quién sabe qué lugar alejado.
Entonces, "tener fe" en la Iglesia Católica es creer en un Dios que es Trinidad de Personas. Todavía más, debido a que este Dios Trino está empeñado en nuestra salvación, el Padre envió a la tierra a la Segunda de esas Personas, a Dios Hijo, a Jesús de Nazaret, para que se encarnase y nos salve por su muerte en Cruz y, una vez resucitado y ascendido a los Cielos, nos envíe a Dios Espíritu Santo, la Persona-Amor de la Trinidad.
El encuentro con Jesús, encuentro que transforma radicalmente nuestras vidas porque nos concede la vida eterna y por su Cruz nos abre el horizonte de eternidad que estaba cerrado para nosotros, es un don de Dios. Él nos concede el don de la fe en Jesús, y por Jesús vamos al Padre: "Jesús afirma también que ninguno puede venir a Él 'si no lo atrae el Padre'". Estas palabras demuestran que "ir hacia Jesús, encontrar a Jesús, conocer a Jesús es un don" que Dios concede. Ir hacia Jesús, encontrar a Jesús, conocer a Jesús: esta es nuestra fe, la fe en una Persona real, Jesús de Nazaret, Hombre-Dios.
Reflexionemos
¿En qué Dios creo? En un Dios que me da la vida eterna y con la vida eterna me da su alegría. Así lo dice el papa Francisco, comentando el pasaje de la conversión del funcionario de la reina de Etiopía: "Quien tiene fe tiene la vida eterna, tiene la vida. Pero la fe es un don, es el Padre que nos la da. Nosotros debemos continuar este camino. Pero si caminamos en este camino, siempre con nuestras cosas -porque pecadores somos todos y siempre tenemos cosas que no van aunque el Señor nos perdona si le pedimos perdón (…)- nos sucederá lo mismo que a aquel ministro de Economía que, después de haber descubierto la fe en Cristo Jesús, lleno de alegría proseguía su camino".
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