Mala praxis
BUENOS AIRES.- Los incrementos en las asignaciones familiares y en los subsidios vuelven a poner de manifiesto los groseros errores de diagnóstico que tiene la administración Kirchner sobre la economía en su conjunto.

El aumento de las ayudas familiares con el objetivo de incentivar el consumo -tal como lo definió la Presidenta de la Nación-, pone de relieve que la inflación quebró el poder de compra de los sectores de menores ingresos y arrastró a la baja al nivel de actividad económica.

En segundo lugar, los montos de asignaciones a los sectores más vulnerables dejan en claro que los niveles de pobreza e indigencia superan ampliamente las cifras oficiales del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec).

De acuerdo con lo expuesto por el gobierno, el beneficio alcanza a unos 3,5 millones de chicos muy por encima de las personas que se encuentran en situación de pobreza.

Pero lo más relevante es que estos aumentos implican un reconocimiento del daño provocado por los elevados niveles de inflación sobre los sectores de menores recursos.

En tercer lugar, si el diagnóstico marca una caída del consumo por la inflación, y esta suba de precios perjudica a los sectores de menores ingresos, la solución no es inyectar más liquidez porque lo que se va producir es un nuevo aumento de precios, espiralizando la tasa de inflación.

A esta altura, queda claro que el gobierno redobló la apuesta al efecto ilusorio de inundar de pesos el mercado para que parezca que abunda el dinero. Pero la realidad es que abunda el papel moneda sin valor y sin respaldo.

Esta maniobra tan pueril ha sido advertida no sólo por economistas privados y políticos opositores sino también por dirigentes oficialistas incluso aquellos representantes de movimientos sociales que integran el riñón kirchnerista.

El lanzamiento de brigadas o milicias populares para controlar precios bajo la amenaza velada al sector empresario como único responsable del aumento de la inflación, no hace más que agregar temores a potenciales inversores -si los hubiere-, que los aleja aún más de estas playas.

La participación de militantes partidarios para controlar precios incorpora un elemento disruptivo entre el gobierno y los empresarios y que mella la confianza del sector corporativo luego de un trabajoso acuerdo alcanzado.

Si la administración Kirchner está persuadida que los controles de precios son la solución a la inflación, la experiencia indica que se va camino al desabastecimiento y con ello a una inflación mayor.

Si la Casa Rosada está convencida que la caída del consumo causada por la inflación se soluciona aumentando los agregados monetarios, el camino será una nueva crisis.

Esto ha sido lo ocurrido en los últimos años con el incremento de los agregados monetarios. Con el M2 creciendo a un ritmo superior al 35% anual, la consecuencia ha sido de una tasa de inflación superior al 25% en los últimos años.

Las herramientas que utiliza Cristina Kirchner para combatir la inflación y la pobreza no son adecuadas y el resultado de su accionar derivará en una nueva huida del peso en favor de activos dolarizados, a pesar de los cepos, trabas y corralitos que se quiera imponer.

A mayor prohibición, mayor será la propensión de la población a dolarizarse y mayor será la dispersión entre el dólar oficial y el precio en el mercado negro.

El kirchnerismo ensaya una vez más una huida hacia adelante, creyendo que octubre puede ser el paraíso... o tal vez el infierno tan temido.

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