Por Irene Benito
24 Mayo 2013
Matices de un período teñido de blanco y negro
Hay miradas profundas sobre la década kirchnerista, esas que van más allá de los números y de las consignas mediáticas. Seis protagonistas de la vida política y académica porteña brindaron su análisis. Fue una intensa semana de consultas y entrevistas, dedicada a desentrañar algunas de las claves del período. La consigna: pensar los hechos y extraer conclusiones que nos ayuden a entender cómo está la Argentina hoy.
ÉL Y ELLA. Néstor le entrega el poder a Cristina en 2007. Un instante clave. DYN (ARCHIVO)
Del paso del tiempo quedan palabras, que a su vez son conceptos, que a su vez representan mojones en la ruta de la vida individual y colectiva. Quedan sensaciones de placer y malestar; fanatismos de signo positivo y negativo, e indiferencia. Quedan imágenes indispensables. Quedan síntesis. Pero el remanente es siempre relativo y azaroso; no queda lo mismo para todos así como la experiencia de las cosas es fatalmente subjetiva e individual.
La década kirchnerista parece teñida de dos tonos extremos: el blanco y el negro. En el polo luminoso hubo 10 años "full color"; en el oscuro, 10 años luctuosos. La fiesta y el velorio cohabitaron en la misma casa. La pretensión de estabilidad observó a la distancia los picos-valles de un electrocardiograma desbocado. La década ganada o perdida, aprovechada o malgastada, desestimó el matiz. La moderación no cotizó en el mercado regido por la lógica del antagonismo.
Pero el blanco-negro deviene inevitablemente gris en aquella evaluación que procure incluir la divergencia y los pareceres intermedios. Difícil entender la década kirchnerista sin salir de la dicotomía triunfador-derrotado. Y todavía haciendo ese esfuerzo, mucho queda por procesar en el futuro. ¿Quién tiene la suma de la verdad? ¡Nadie!
Lunes
El "pingüino" Néstor Kirchner llegó a la metrópolis con un saco azul cruzado y desprovisto de credenciales nacionales. Ese dato quedó grabado en Buenos Aires. "Tras el ciclo de Carlos Menem y la crisis de 2001, parecía que se habían terminado los liderazgos nacionales", observa Alejandro Cattaruzza, historiador y académico afín al proyecto oficialista, en un café de Coronel Díaz y Santa Fe. "Sin embargo, el kirchnerismo echó raíces y mi impresión es que, aun si perdiese la interna pan-peronista, el Frente para la Victoria subsistirá de alguna manera", conjetura.
Y esa supervivencia de la corriente más-allá-de-los-Kirchner está ligada, según el investigador del Conicet, a los peldaños escalados. ¿Es esta la década ganada, como dice la presidenta Cristina Fernández? "'Ganada' es un término marketinero; muy blanco y negro. Apoyo a este Gobierno porque achicó la pobreza y la desigualdad con la asignación universal por hijo, y amplió la ciudadanía por medios democráticos con el matrimonio igualitario. El desempeño pudo haber sido más eficaz: construyeron 1.800 escuelas, que no alcanzan, pero allí están", acota Cattaruzza. Y continúa: "también creció el reclutamiento de científicos. ¡(Domingo) Cavallo nos enviaba a lavar los platos! Yo veo una sobreactuación en el temor al pensamiento único. Y sí, hay un relato. Pero todos son relatos: el del kirchnerismo y el de sus adversarios".
Martes
En el patio del Cabildo, Martín Rodríguez, periodista de los llamados militantes y bloguero "K", afirma que el kirchnerismo cubre al kirchnerismo. "Se tapa a sí mismo con su exceso de relato y con apuestas comunicacionales como '6,7,8'. La década que pasó no está ganada ni perdida del todo. Las inundaciones de este año y el choque del tren Sarmiento han expuesto numerosos problemas de infraestructura que muestran más la hoja de ruta de lo que está pendiente que lo conseguido", opina a modo de introducción y sin perjuicio de la serie de "temas espectaculares" que, según su criterio, el Gobierno sí consiguió implantar.
"Imaginemos que Cristina se va a la casa y la sucede, de una forma más o menos ordenada, una nueva gestión. Estamos haciendo una futurología disparatada, porque no se sabe qué ocurrirá en este país, pero, si eso pasa, ¿con qué se encontrará el futuro mandatario en relación con lo que hallaron Menem, (Eduardo) Duhalde y Kirchner? Con una cantidad impresionante de recursos políticos y económicos recuperados para el Estado. Y, claro está, con grandes problemas", analiza.
Luego se mete en lo que el oficialismo bautizó como "la batalla cultural". "El centro material de ese conflicto es la lucha entre el Gobierno y el Grupo Clarín. Entiendo esta lucha, pero no me parece decisiva". Y admite que el ideal de la prensa libre está condicionado: "pero por la misma época, no por un funcionario de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual. Los periodistas asumen los compromisos de sus respectivos medios. O sea que funciona más la propia inhibición que los comisarios políticos". Y arriesga que es un prejuicio la idea de que no se puede ser crítico dentro del oficialismo.
Martes (más tarde)
El templo griego que hace las veces de sede de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires se prepara para terminar otro día. En la cafetería de esa casa apabullante, Alberto Binder, procesalista y representante del pensamiento jurídico progresista, se inclina por decir que el kirchnerismo fue conservador en términos de justicia y seguridad. "Ahora se lanzó a democratizar el Poder Judicial. Los que desde hace mucho tiempo pedimos eso estamos luchando para que la iniciativa no caiga una vez más en la superficialidad", denuncia con vehemencia.
Binder ve un exceso de reconocimiento en el decreto 222/2003, que contiene la decisión de Kirchner de reducir el tamaño de la Corte de la Nación y de autolimitarse en la designación de sus vocales. "A ese decreto ya se le sacó manteca, leche, crema... Fue una buena cosa, pero chiquita. De ahí salió una Corte mejor que la que había, pero, luego, no hubo retoques. El Gobierno ha manipulado a la Justicia. Y esta, en términos generales, tiene una lógica de sumisión muy clara, así que no necesita que la dobleguen demasiado. Me da risa cuando alguien dice 'están arrodillando a la Justicia', ¡pero si está sometida desde hace rato!"
El correlato de esa debilidad es la escasez de investigaciones judiciales sobre corrupción tanto en la Nación como en las provincias. "Pero si hay que destacar algo, eso sería la sensación de que no queda espacio para nombrar 'impresentables' en la Corte y la Procuración General de la Nación. Ahí está el antecedente de (Daniel) Reposo, que no pasó el filtro ni siquiera del propio bloque oficialista".
Miércoles
Nació en 1983. Desliza que la política es la banda de sonido de una época. Ofrece medialunas. Alude a la grieta social. A dividir para ganar. "Es lo más sorprendente de esta época: la politización de las diferencias. Los Kirchner no quisieron pacificar, sino tensionar", describe Juan Morris, editor de la revista Rolling Stone. "Pero, finalmente, los humores sociales dependen de la economía. Es lo que explica que hoy Jorge Lanata hable de corrupción y a la gente le importe", agrega.
Considera que el kirchnerismo dijo a muchos ciudadanos lo que estos querían escuchar. Que cumplió la agenda "Verbitsky": "bajó el cuadro (de Jorge Rafael Videla); estatizó las administradoras de fondos de jubilaciones y pensiones; puso a las Madres de Plaza de Mayo en la Casa Rosada... Para la porción de la sociedad que sufrió el menemismo esta fue una auténtica reparación histórica. Y, por efecto de la reivindicación, dejó de ver los enriquecimientos ilícitos".
A eso hay que sumar el consumo. "No se debe subestimar la posibilidad de renovar el auto. Las oportunidades económicas marcan para siempre", medita Morris. Pero la épica se alimenta, sobre todo, de un componente espiritual: "el kirchnerismo vio que daba resultado hablar al resentimiento y siguió inventando enemigos intangibles que no se presentan a elecciones. Esto es muy (Ernesto) Laclau: hace falta un rival a quien cargar con la responsabilidad de los males del país. Así culparon a la década de 1990; a la oligarquía setentista; a Clarín y a la Justicia". Esa retórica, según Morris, asumió un tono adolescente: "de ahí viene La Cámpora, una juventud extremadamente disciplinada que se siente revolucionaria, que despliega un discurso contracultural en el Gobierno, como si no estuviese en él. No sorprende porque el kirchnerismo no se asume en el poder: el poder real siempre es de otro".
Miércoles (más tarde) María Sáenz Quesada, directora de la revista Todo es Historia, cita una observación del politólogo Marcelo Leiras: "el kirchnerismo se salteó al alfonsinismo en lo que a vivir en democracia se refiere y volvió a prácticas primitivas con la convicción de que ellas son eficaces para mantener la gobernabilidad de un país tan difícil como este, como lo revelan los últimos 200 años".
En el pasado argentino, teoriza la historiadora y ensayista en el estar de su hogar, las tendencias institucionalizadoras se han alternado con impulsos para regresar al caudillismo y la clientela: "los Kirchner son una expresión moderna de esta corriente autoritaria y eso se advierte en su relación con la Justicia. Cuando llegaron al poder nadie se percató de que habían domesticado a los jueces de Santa Cruz... la ventaja de estar en el sur. En 2003, como Kirchner necesitaba legitimarse porque sólo había conseguido el 22% de los votos, firmó el decreto 222. Pero, en adelante, avanzó sobre la independencia judicial".
Jueves
En el último número de Le Monde Diplomatique, Leiras asegura que el kirchnerismo no tiene teoría. A LA GACETA dice: "aunque tuvo sensibilidad respecto de la crisis de 2001, su política pública está inspirada en una interpretación superficial del país. Al kirchnerismo le faltó lucidez y no concibió una nueva forma de entender a la Argentina".
También niega -a sabiendas de que su posición es polémica- que durante esta década haya renacido la discusión política. "A partir de 2008 volvieron los argumentos conocidos y viejos, y la repetición de eslóganes de 1960 y 1970", manifiesta el director de las carreras de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad de San Andrés. En su crítica, el politólogo anota el incremento de la dependencia financiera de muchas provincias respecto de la Nación y la consolidación de la concentración de los recursos. De coparticipación, ni hablar. Según Leiras, la década se fue en un suspiro "cortoplacista": "el kirchnerismo nació en la emergencia, vivió en ella y en pocos casos pensó más allá de la próxima elección".
Viernes
Tras la ronda de consultas y cafés en Buenos Aires quedan notas en el aire: un puñado de términos que definen estos 10 años de la democracia. La lista vale como glosario incompleto de una época imperfecta en la que se habló de las Malvinas; Venezuela; Irán; la Unasur; él y ella; las regalías petroleras; la transversalidad; la megaminería; la "Cristina eterna"; los qom; la muerte digna; el Twitter presidencial; lo "destituyente"; China; el revisionismo; la cadena nacional; Tecnópolis; la sintonía fina; Papel Prensa; los grupos de tareas; lo nacional y popular; el dólar "blue"; YPF; Aerolíneas Argentinas; los hijos y nietos recuperados, y el "vamos por todo". Se habló, se monologó y se gritó, y algunas verdades parciales prefirieron el diálogo de sordos. Hubo palabras, pero a menudo la lengua se dejó llevar por la irracionalidad.
La década kirchnerista parece teñida de dos tonos extremos: el blanco y el negro. En el polo luminoso hubo 10 años "full color"; en el oscuro, 10 años luctuosos. La fiesta y el velorio cohabitaron en la misma casa. La pretensión de estabilidad observó a la distancia los picos-valles de un electrocardiograma desbocado. La década ganada o perdida, aprovechada o malgastada, desestimó el matiz. La moderación no cotizó en el mercado regido por la lógica del antagonismo.
Pero el blanco-negro deviene inevitablemente gris en aquella evaluación que procure incluir la divergencia y los pareceres intermedios. Difícil entender la década kirchnerista sin salir de la dicotomía triunfador-derrotado. Y todavía haciendo ese esfuerzo, mucho queda por procesar en el futuro. ¿Quién tiene la suma de la verdad? ¡Nadie!
Lunes
El "pingüino" Néstor Kirchner llegó a la metrópolis con un saco azul cruzado y desprovisto de credenciales nacionales. Ese dato quedó grabado en Buenos Aires. "Tras el ciclo de Carlos Menem y la crisis de 2001, parecía que se habían terminado los liderazgos nacionales", observa Alejandro Cattaruzza, historiador y académico afín al proyecto oficialista, en un café de Coronel Díaz y Santa Fe. "Sin embargo, el kirchnerismo echó raíces y mi impresión es que, aun si perdiese la interna pan-peronista, el Frente para la Victoria subsistirá de alguna manera", conjetura.
Y esa supervivencia de la corriente más-allá-de-los-Kirchner está ligada, según el investigador del Conicet, a los peldaños escalados. ¿Es esta la década ganada, como dice la presidenta Cristina Fernández? "'Ganada' es un término marketinero; muy blanco y negro. Apoyo a este Gobierno porque achicó la pobreza y la desigualdad con la asignación universal por hijo, y amplió la ciudadanía por medios democráticos con el matrimonio igualitario. El desempeño pudo haber sido más eficaz: construyeron 1.800 escuelas, que no alcanzan, pero allí están", acota Cattaruzza. Y continúa: "también creció el reclutamiento de científicos. ¡(Domingo) Cavallo nos enviaba a lavar los platos! Yo veo una sobreactuación en el temor al pensamiento único. Y sí, hay un relato. Pero todos son relatos: el del kirchnerismo y el de sus adversarios".
Martes
En el patio del Cabildo, Martín Rodríguez, periodista de los llamados militantes y bloguero "K", afirma que el kirchnerismo cubre al kirchnerismo. "Se tapa a sí mismo con su exceso de relato y con apuestas comunicacionales como '6,7,8'. La década que pasó no está ganada ni perdida del todo. Las inundaciones de este año y el choque del tren Sarmiento han expuesto numerosos problemas de infraestructura que muestran más la hoja de ruta de lo que está pendiente que lo conseguido", opina a modo de introducción y sin perjuicio de la serie de "temas espectaculares" que, según su criterio, el Gobierno sí consiguió implantar.
"Imaginemos que Cristina se va a la casa y la sucede, de una forma más o menos ordenada, una nueva gestión. Estamos haciendo una futurología disparatada, porque no se sabe qué ocurrirá en este país, pero, si eso pasa, ¿con qué se encontrará el futuro mandatario en relación con lo que hallaron Menem, (Eduardo) Duhalde y Kirchner? Con una cantidad impresionante de recursos políticos y económicos recuperados para el Estado. Y, claro está, con grandes problemas", analiza.
Luego se mete en lo que el oficialismo bautizó como "la batalla cultural". "El centro material de ese conflicto es la lucha entre el Gobierno y el Grupo Clarín. Entiendo esta lucha, pero no me parece decisiva". Y admite que el ideal de la prensa libre está condicionado: "pero por la misma época, no por un funcionario de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual. Los periodistas asumen los compromisos de sus respectivos medios. O sea que funciona más la propia inhibición que los comisarios políticos". Y arriesga que es un prejuicio la idea de que no se puede ser crítico dentro del oficialismo.
Martes (más tarde)
El templo griego que hace las veces de sede de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires se prepara para terminar otro día. En la cafetería de esa casa apabullante, Alberto Binder, procesalista y representante del pensamiento jurídico progresista, se inclina por decir que el kirchnerismo fue conservador en términos de justicia y seguridad. "Ahora se lanzó a democratizar el Poder Judicial. Los que desde hace mucho tiempo pedimos eso estamos luchando para que la iniciativa no caiga una vez más en la superficialidad", denuncia con vehemencia.
Binder ve un exceso de reconocimiento en el decreto 222/2003, que contiene la decisión de Kirchner de reducir el tamaño de la Corte de la Nación y de autolimitarse en la designación de sus vocales. "A ese decreto ya se le sacó manteca, leche, crema... Fue una buena cosa, pero chiquita. De ahí salió una Corte mejor que la que había, pero, luego, no hubo retoques. El Gobierno ha manipulado a la Justicia. Y esta, en términos generales, tiene una lógica de sumisión muy clara, así que no necesita que la dobleguen demasiado. Me da risa cuando alguien dice 'están arrodillando a la Justicia', ¡pero si está sometida desde hace rato!"
El correlato de esa debilidad es la escasez de investigaciones judiciales sobre corrupción tanto en la Nación como en las provincias. "Pero si hay que destacar algo, eso sería la sensación de que no queda espacio para nombrar 'impresentables' en la Corte y la Procuración General de la Nación. Ahí está el antecedente de (Daniel) Reposo, que no pasó el filtro ni siquiera del propio bloque oficialista".
Miércoles
Nació en 1983. Desliza que la política es la banda de sonido de una época. Ofrece medialunas. Alude a la grieta social. A dividir para ganar. "Es lo más sorprendente de esta época: la politización de las diferencias. Los Kirchner no quisieron pacificar, sino tensionar", describe Juan Morris, editor de la revista Rolling Stone. "Pero, finalmente, los humores sociales dependen de la economía. Es lo que explica que hoy Jorge Lanata hable de corrupción y a la gente le importe", agrega.
Considera que el kirchnerismo dijo a muchos ciudadanos lo que estos querían escuchar. Que cumplió la agenda "Verbitsky": "bajó el cuadro (de Jorge Rafael Videla); estatizó las administradoras de fondos de jubilaciones y pensiones; puso a las Madres de Plaza de Mayo en la Casa Rosada... Para la porción de la sociedad que sufrió el menemismo esta fue una auténtica reparación histórica. Y, por efecto de la reivindicación, dejó de ver los enriquecimientos ilícitos".
A eso hay que sumar el consumo. "No se debe subestimar la posibilidad de renovar el auto. Las oportunidades económicas marcan para siempre", medita Morris. Pero la épica se alimenta, sobre todo, de un componente espiritual: "el kirchnerismo vio que daba resultado hablar al resentimiento y siguió inventando enemigos intangibles que no se presentan a elecciones. Esto es muy (Ernesto) Laclau: hace falta un rival a quien cargar con la responsabilidad de los males del país. Así culparon a la década de 1990; a la oligarquía setentista; a Clarín y a la Justicia". Esa retórica, según Morris, asumió un tono adolescente: "de ahí viene La Cámpora, una juventud extremadamente disciplinada que se siente revolucionaria, que despliega un discurso contracultural en el Gobierno, como si no estuviese en él. No sorprende porque el kirchnerismo no se asume en el poder: el poder real siempre es de otro".
Miércoles (más tarde) María Sáenz Quesada, directora de la revista Todo es Historia, cita una observación del politólogo Marcelo Leiras: "el kirchnerismo se salteó al alfonsinismo en lo que a vivir en democracia se refiere y volvió a prácticas primitivas con la convicción de que ellas son eficaces para mantener la gobernabilidad de un país tan difícil como este, como lo revelan los últimos 200 años".
En el pasado argentino, teoriza la historiadora y ensayista en el estar de su hogar, las tendencias institucionalizadoras se han alternado con impulsos para regresar al caudillismo y la clientela: "los Kirchner son una expresión moderna de esta corriente autoritaria y eso se advierte en su relación con la Justicia. Cuando llegaron al poder nadie se percató de que habían domesticado a los jueces de Santa Cruz... la ventaja de estar en el sur. En 2003, como Kirchner necesitaba legitimarse porque sólo había conseguido el 22% de los votos, firmó el decreto 222. Pero, en adelante, avanzó sobre la independencia judicial".
Jueves
En el último número de Le Monde Diplomatique, Leiras asegura que el kirchnerismo no tiene teoría. A LA GACETA dice: "aunque tuvo sensibilidad respecto de la crisis de 2001, su política pública está inspirada en una interpretación superficial del país. Al kirchnerismo le faltó lucidez y no concibió una nueva forma de entender a la Argentina".
También niega -a sabiendas de que su posición es polémica- que durante esta década haya renacido la discusión política. "A partir de 2008 volvieron los argumentos conocidos y viejos, y la repetición de eslóganes de 1960 y 1970", manifiesta el director de las carreras de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad de San Andrés. En su crítica, el politólogo anota el incremento de la dependencia financiera de muchas provincias respecto de la Nación y la consolidación de la concentración de los recursos. De coparticipación, ni hablar. Según Leiras, la década se fue en un suspiro "cortoplacista": "el kirchnerismo nació en la emergencia, vivió en ella y en pocos casos pensó más allá de la próxima elección".
Viernes
Tras la ronda de consultas y cafés en Buenos Aires quedan notas en el aire: un puñado de términos que definen estos 10 años de la democracia. La lista vale como glosario incompleto de una época imperfecta en la que se habló de las Malvinas; Venezuela; Irán; la Unasur; él y ella; las regalías petroleras; la transversalidad; la megaminería; la "Cristina eterna"; los qom; la muerte digna; el Twitter presidencial; lo "destituyente"; China; el revisionismo; la cadena nacional; Tecnópolis; la sintonía fina; Papel Prensa; los grupos de tareas; lo nacional y popular; el dólar "blue"; YPF; Aerolíneas Argentinas; los hijos y nietos recuperados, y el "vamos por todo". Se habló, se monologó y se gritó, y algunas verdades parciales prefirieron el diálogo de sordos. Hubo palabras, pero a menudo la lengua se dejó llevar por la irracionalidad.
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