12 Mayo 2013
ENTRENANDO. Una de las salidas semanales en las que se internan por los senderos de Horco Molle, cruzan ríos y vuelven por la ruta. "El 'tercer tiempo' también es divertido y forma parte de la salida", comentan las chicas. LA GACETA / FOTOS DE JORGE OLMOS SGROSSO - JUAN PABLO SANCHEZ NOLI
Durante las primeras salidas lloraba. "Sí, contalo; me largaba a llorar en las sendas porque sentía que no me llegaba el aire". Florencia Manzur, de 26 años, lo dice y se ríe porque esos días ya quedaron atrás. Hace un año y medio, confiesa, era una sedentaria más que no hacía nada de nada. Y ahora es la que lleva la delantera en el grupo de chicas que sale a correr por el pie del cerro San Javier. ¿Qué pasó? "Un día me decidí y llamé. Ahora salgo cinco veces a la semana: tres a correr y dos a andar en bici".
"Ni loca". Cuando lo dice no duda. Desde que Claudia Autino, de 44 años, conoció lo que es correr por el cerro, asegura que nunca más pondrá un pie en el gimnasio. Y eso que es profesora de aerobics. Es que -como ella dice- "esto es otra cosa". Y esa otra cosa es el aire libre, las sendas, el bosque, el cauce del río, el grupo, la previa, las charlas y la buena onda. El denominador común que llevó a muchas mujeres a cambiar el encierro del gimnasio por el verde tucumano desde adentro y a los trotes. Alicia Valdivieso, de 45 años, es médica especialista en imágenes y hace dos meses y medio que corre. "Yo siempre estuve en el gym, pero aquí te distendés, respirás aire puro, ves los pájaros y conocés lugares", dice.
El grupo, del que también participan algunos varones, se junta a las dos y media de la tarde en un drugstore del piedemonte. Mientras calientan se saludan, hacen bromas y charlan con los profesSergio Acuña y Matías Haedo. "Hoy la salida es tranquila, regenerativa, porque varios corrieron una carrera el fin de semana", explican los entrenadores de esta academia deportiva. Ese día el circuito arranca en la ruta que sube hacia San Javier. Atraviesa el barrio El Tipal 1, continúa por el río Muerto hacia arriba hasta las raíces; luego baja por la ruta que desemboca en la escuela de Agricultura hasta la rotonda de la avenida Perón y vuelve al drugstore. La vuelta dura una hora y minutos.
Los grupos son de lo más heterogéneos: amas de casa, mamás, profesionales, estudiantes, comerciantes. Todas distintas, pero con un denominador común: aman correr por el cerro y ni atadas vuelven a un gimnasio.
"Yo soy de las que pasó por todos", dice Celeste Catella, de 38 años, licenciada en alimentación saludable. Se unió al equipo hace dos meses con una amiga, con la que salía a caminar por la avenida Perón. Está tan entusiasmada que ya corrió su primera carrera en La Sala. "Cuando iba al gimnasio faltaba mucho. Ahora no me lo pierdo; el grupo te incentiva", reconoce.
Ponen el alma
En Yerba Buena hay varios entrenadores que organizan estas salidas. Marcelo Villagra es preparador físico y entrena a muchas mujeres. "La mayoría trabaja, cuida a sus hijos y se da tiempo para hacer ejercicio", comenta. El primer miedo -explica- es creer que no van a poder correr. Pero los ritmos y las exigencias dependen de cada una y los entrenadores les preparan rutinas personalizadas. Además, ellos acompañan y van dando las indicaciones.
Correr no es tan sencillo como parece. Hay técnicas para dar correctamente las zancadas, para apoyar el pie, para controlar el movimiento de brazos. Y eso se va perfeccionando con el tiempo y el entrenamiento.
"Lo interesante es que la actividad al aire libre es que te activa el metabolismo un poco más", añade Villagra.
Otra de las ventajas -coinciden los entrenadores- es que la actividad en grupo es segura. Eso también inclina la balanza. Quizás, solas no saldrían a correr ni se meterían por las sendas. "Son muy divertidas. No te das cuenta y ya corriste un montón", dice Valeria Poggio, de 31 años, ama de casa.
Según Pablo Palacios, profesor de educación física y psicólogo social, desde hace tres años las mujeres se animaron a las carreras de ecoaventura. "Al principio había un 80% de varones y ahora las mujeres ya son la mitad. Creo en un tiempo más los van a superar. Ellas no confrontan con el varón, sino que demuestran que pueden", comenta. De los corredores que entrena, el 65% son mujeres. Las ventajas de la actividad compartida con otros -dice- es que compromete y hace que cada uno se proponga metas que solo no hubiese pensado que alcanzaría.
Las edades varían mucho, comenta Palacios: hasta hace un par de años las de 30 eran mayoría, mientras que ahora aparecieron muchas de 40 y hasta de 50. Incluso a esa edad se entrenan para participar de las carreras de aventuras y no le tienen miedo a nada.
"Ni loca". Cuando lo dice no duda. Desde que Claudia Autino, de 44 años, conoció lo que es correr por el cerro, asegura que nunca más pondrá un pie en el gimnasio. Y eso que es profesora de aerobics. Es que -como ella dice- "esto es otra cosa". Y esa otra cosa es el aire libre, las sendas, el bosque, el cauce del río, el grupo, la previa, las charlas y la buena onda. El denominador común que llevó a muchas mujeres a cambiar el encierro del gimnasio por el verde tucumano desde adentro y a los trotes. Alicia Valdivieso, de 45 años, es médica especialista en imágenes y hace dos meses y medio que corre. "Yo siempre estuve en el gym, pero aquí te distendés, respirás aire puro, ves los pájaros y conocés lugares", dice.
El grupo, del que también participan algunos varones, se junta a las dos y media de la tarde en un drugstore del piedemonte. Mientras calientan se saludan, hacen bromas y charlan con los profesSergio Acuña y Matías Haedo. "Hoy la salida es tranquila, regenerativa, porque varios corrieron una carrera el fin de semana", explican los entrenadores de esta academia deportiva. Ese día el circuito arranca en la ruta que sube hacia San Javier. Atraviesa el barrio El Tipal 1, continúa por el río Muerto hacia arriba hasta las raíces; luego baja por la ruta que desemboca en la escuela de Agricultura hasta la rotonda de la avenida Perón y vuelve al drugstore. La vuelta dura una hora y minutos.
Los grupos son de lo más heterogéneos: amas de casa, mamás, profesionales, estudiantes, comerciantes. Todas distintas, pero con un denominador común: aman correr por el cerro y ni atadas vuelven a un gimnasio.
"Yo soy de las que pasó por todos", dice Celeste Catella, de 38 años, licenciada en alimentación saludable. Se unió al equipo hace dos meses con una amiga, con la que salía a caminar por la avenida Perón. Está tan entusiasmada que ya corrió su primera carrera en La Sala. "Cuando iba al gimnasio faltaba mucho. Ahora no me lo pierdo; el grupo te incentiva", reconoce.
Ponen el alma
En Yerba Buena hay varios entrenadores que organizan estas salidas. Marcelo Villagra es preparador físico y entrena a muchas mujeres. "La mayoría trabaja, cuida a sus hijos y se da tiempo para hacer ejercicio", comenta. El primer miedo -explica- es creer que no van a poder correr. Pero los ritmos y las exigencias dependen de cada una y los entrenadores les preparan rutinas personalizadas. Además, ellos acompañan y van dando las indicaciones.
Correr no es tan sencillo como parece. Hay técnicas para dar correctamente las zancadas, para apoyar el pie, para controlar el movimiento de brazos. Y eso se va perfeccionando con el tiempo y el entrenamiento.
"Lo interesante es que la actividad al aire libre es que te activa el metabolismo un poco más", añade Villagra.
Otra de las ventajas -coinciden los entrenadores- es que la actividad en grupo es segura. Eso también inclina la balanza. Quizás, solas no saldrían a correr ni se meterían por las sendas. "Son muy divertidas. No te das cuenta y ya corriste un montón", dice Valeria Poggio, de 31 años, ama de casa.
Según Pablo Palacios, profesor de educación física y psicólogo social, desde hace tres años las mujeres se animaron a las carreras de ecoaventura. "Al principio había un 80% de varones y ahora las mujeres ya son la mitad. Creo en un tiempo más los van a superar. Ellas no confrontan con el varón, sino que demuestran que pueden", comenta. De los corredores que entrena, el 65% son mujeres. Las ventajas de la actividad compartida con otros -dice- es que compromete y hace que cada uno se proponga metas que solo no hubiese pensado que alcanzaría.
Las edades varían mucho, comenta Palacios: hasta hace un par de años las de 30 eran mayoría, mientras que ahora aparecieron muchas de 40 y hasta de 50. Incluso a esa edad se entrenan para participar de las carreras de aventuras y no le tienen miedo a nada.
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