Por Nora Jabif
01 Mayo 2013
REUTERS
En su último día como princesa, Máxima vistió un vestido rojo de Valentino que ya estaba colgado en su placard. Lo había estrenado, se cuenta, cinco años atrás, para el cumpleaños de 60 del príncipe Carlos. Es de esperar que si a Máxima se le permite repetir vestido para una ocasión tan fasta como la que ella vivió en estos días,esa actitud hasta pueda, por qué no, convertirse en tendencia.
Si, para el común de los mortales, la "re" del Valentino rojo puede haber pasado inadvertida, no lo ha sido así para los exégetas de los gestos de la popular Máxima. Es un mensaje acorde para una Europa en crisis, se ha escuchado por ahí: Tratándose de Máxima, no podía ser menos.
La reina consorte es economista, y durante años trabajó en el masculino mundo de las finanzas; y lo seguirá haciendo en su calidad de reina, aunque desde una perspectiva más social, y más política, en el sentido estricto del término. Un perfil, continúan los hermeneutas de la noble argentina, que muestra el afán de las realezas europeas por modernizarse.
En nuestros cuentos de infancia, solamente Cenicienta trabajaba. Pero sólo lo hizo hasta que el famoso príncipe le calzó el famoso zapatito. En el mapa argentino, la cosa está mezclada. Hay mujeres a las que les encanta trabajar fuera de casa; hay otras, como la lectora Celia Katz de Fernández (ver cartas de lectores del 27 de abril) que asegura que ha colgado con gusto su título de ingeniera para pasar más tiempo con sus hijos.
También están las otras, aquellas que no trabajan por vocación, sino por necesidad.
Veamos, sino, un informe del Instituto de Estudios Laborales y Sociales (Idelas, de la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (UCES) sobre el tema. Se consigna en ese estudio que los datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) para el tercer trimestre de 2012 indican que la oferta de mujeres en el mundo laboral creció en ese período más que la de los varones. En la interpretación del documento, se indica que se ha repetido el fenómeno de 2009 en la Argentina; la economía se desacelera y las mujeres salen a buscar trabajo remunerado fuera del hogar para reforzar los ingresos del hogar.
El estudio de Uces/Idela sobre datos de la EPH nos acerca una información novedosa: según el Indec, a fines de 2012, el salario por hora promedio de las mujeres superaba al de los varones ($ 22,7 versus $ 22,2). Eso es histórico. Sin embargo, al final ellos salen ganando, porque el salario masculino en valores absolutos al momento de la medición era de $ 3.900 por mes, y el de las mujeres, de $ 3.000. Ocurre que ellos trabajan un promedio de 44 horas semanales mientras que ellas se paran en las 33 horas de trabajo extra doméstico, para continuar después con el trabajo impago en el hogar.
Por supuesto, asi como en Tucumán hay mujeres que trabajan por obligación, también las hay que disfrutan de sus oficios o profesiones. Entre ellas están las chicas que han conformado la "Mujeres en red". Casi ninguna supera los 35 años, y en sus reuniones, reflexivas, originales, divertidas, confluyen sus experiencias de ser mujeres que practican las disciplinas más diversas: abogadas, psicólogas, expertas en redes sociales, historiadoras, analistas de datos, diseñadoras, arquitectas, financistas. Todas ellas son parte de esa generación que no teme ponerse dos veces el mismo vestido rojo. Y que parecen estar dispuestas a seguir trabajando en lo suyo aunque el zapato que les ha probado el príncipe les quede cómodo en el pie.
Si, para el común de los mortales, la "re" del Valentino rojo puede haber pasado inadvertida, no lo ha sido así para los exégetas de los gestos de la popular Máxima. Es un mensaje acorde para una Europa en crisis, se ha escuchado por ahí: Tratándose de Máxima, no podía ser menos.
La reina consorte es economista, y durante años trabajó en el masculino mundo de las finanzas; y lo seguirá haciendo en su calidad de reina, aunque desde una perspectiva más social, y más política, en el sentido estricto del término. Un perfil, continúan los hermeneutas de la noble argentina, que muestra el afán de las realezas europeas por modernizarse.
En nuestros cuentos de infancia, solamente Cenicienta trabajaba. Pero sólo lo hizo hasta que el famoso príncipe le calzó el famoso zapatito. En el mapa argentino, la cosa está mezclada. Hay mujeres a las que les encanta trabajar fuera de casa; hay otras, como la lectora Celia Katz de Fernández (ver cartas de lectores del 27 de abril) que asegura que ha colgado con gusto su título de ingeniera para pasar más tiempo con sus hijos.
También están las otras, aquellas que no trabajan por vocación, sino por necesidad.
Veamos, sino, un informe del Instituto de Estudios Laborales y Sociales (Idelas, de la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (UCES) sobre el tema. Se consigna en ese estudio que los datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) para el tercer trimestre de 2012 indican que la oferta de mujeres en el mundo laboral creció en ese período más que la de los varones. En la interpretación del documento, se indica que se ha repetido el fenómeno de 2009 en la Argentina; la economía se desacelera y las mujeres salen a buscar trabajo remunerado fuera del hogar para reforzar los ingresos del hogar.
El estudio de Uces/Idela sobre datos de la EPH nos acerca una información novedosa: según el Indec, a fines de 2012, el salario por hora promedio de las mujeres superaba al de los varones ($ 22,7 versus $ 22,2). Eso es histórico. Sin embargo, al final ellos salen ganando, porque el salario masculino en valores absolutos al momento de la medición era de $ 3.900 por mes, y el de las mujeres, de $ 3.000. Ocurre que ellos trabajan un promedio de 44 horas semanales mientras que ellas se paran en las 33 horas de trabajo extra doméstico, para continuar después con el trabajo impago en el hogar.
Por supuesto, asi como en Tucumán hay mujeres que trabajan por obligación, también las hay que disfrutan de sus oficios o profesiones. Entre ellas están las chicas que han conformado la "Mujeres en red". Casi ninguna supera los 35 años, y en sus reuniones, reflexivas, originales, divertidas, confluyen sus experiencias de ser mujeres que practican las disciplinas más diversas: abogadas, psicólogas, expertas en redes sociales, historiadoras, analistas de datos, diseñadoras, arquitectas, financistas. Todas ellas son parte de esa generación que no teme ponerse dos veces el mismo vestido rojo. Y que parecen estar dispuestas a seguir trabajando en lo suyo aunque el zapato que les ha probado el príncipe les quede cómodo en el pie.
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